El primer paso del proceso fue verificar el estado de la bicicleta. Y la verdad, estaba peor de lo que esperaba. Habíamos viajado a Manilva para estar allí con mis padres, y mi idea era emplear algunos ratos en arreglar la bici: puesta a punto mecánica, retoques de pintura, ajustes variados, y cambio de una bicicleta de montaña a algo más parecido a una gravel. Pero lo que me encontré hizo que tuviera que replantearme los planes.
Óxido. Óxido por doquier. Esperaba algo de ello, pero la cantidad que había hizo que me lo tuviera que replantear todo. Además de lo que se ve, el manillar, que también era de acero, estaba completamente corroído. Tocaba hacer una intervención mucho más agresiva de lo que tenía planteado. Y lo primero que tenía que hacer era evaluar si el esfuerzo valía la pena.
Qué tontería. Por supuesto que valía la pena.
El primero punto a evaluar era algo con lo que ya contaba: el correcto alineamiento de la rueda trasera. Recordaba que la bici siempre había tenido un problema en lo relativo al centrado de la rueda. Si la dejabas reposar sobre el fondo de los enganches, tenía tendencia a desplazarse hacia una de las vainas, y a poco que la rueda fuera algo gruesa de cubierta o estuviera mal apretaba, acababa tocando con la vaina. En la última de las fotografías anteriores se puede apreciar cómo se había llegado a levantar toda la pintura con el paso del tiempo, lo que -además- había abierto el camino al óxido. Tocaba verificar el correcto alineado del cuadro. Existe una herramienta especial para ello, pero no la tenía, tocó tirar de imaginación: dos varillas roscadas, algunas arandelas y varias tuercas. Con eso se consigue un estupendo verificador de alineamiento.
No corresponde a la bici. Se me olvidó echar la foto, pero sirve para ilustrar la idea
Y, en efecto, estaba desviada. MUY desviada. Lo bueno es que era sencillo de arreglar en una bici de acero. Se trataba simplemente de enderezar las punteras del cuadro con cuidado hasta lograr un correcto alineamiento, como el de arriba. Esto es algo que se puede hacer con un cuadro de acero. Con uno de aluminio se correría el riesgo de agrietarlo, y con uno de carbono es directamente imposible.
Corregido esto, el siguiente paso consistió en una revisión completa del estado mecánico de la bici, además de una limpieza. Después de un tiempo sin uso, se veía a las claras que el cableado y las fundas necesitaban reemplazarse, los cambios no iban finos, las pastillas de frenos estaban en las últimas, la grasa de la cadena estaba completamente endurecida. Es más, la cadena estaba algo elongada, lo que prácticamente condenaba el cassette. Y la horquilla estaba casi bloqueada. Esto era el punto por donde empezar. En realidad, ya había tomado la determinación de hacer uso de mi antigua horquilla rígida, que aún estaba rondando por Córdoba, con la idea de quitarle cuanto más peso posible a la bici. Unos días antes mi hermana y mi cuñado me la llevaron para Manilva, así que me puse manos a la obra. Quité la horquilla con suspensión, y le puse la horquilla rígida.
Aproveché para engrasar un poco la dirección, los anclajes de los frenos y aceitar la cadena. Quería volver a rodar un poco. Y fue un buen paseo, pero tenía mucho trabajo por hacer. Al final, acabé haciendo lo que me pedía el cuerpo: desmontar la bici entera, para llevármela a Santiponce y allí trabajar sobre ella. Con la bici desmontada, pesé el cuadro. 2’400 kilos. No es que fuera ligero, pero me lo esperaba más pesado.
En esta última foto se aprecia (casi) lo único que acabé reutilizando de la bici. Cuadro, horquilla y ruedas. En cuanto a las ruedas, la delantera es una rueda con buje Shimano XT de un par que me regaló Carlos Diz en su día. La trasera fue reemplazada por una convencional hace ya bastante años, ya que el buje Shimano estaba bastante tocado y la llanta agrietada. No obstante, guardé el cierre. Debería haber guardado todo el buje. Otros elementos que acabé reutilizando fueron la tija, los frenos V-BRake (provenientes de mi Fuji) y los pedales. En su momento hablaremos de ello.
Otra cuestión fue la relativa al trabajo de pintura. Ya estaba claro que no me quedaba otra que pelar el cuadro hasta el metal. Tenía múltiples zonas oxidadas, muchas de ellas debajo de la pintura, que sabía diox hasta dónde llegaban. No había nada que se pudiera salvar. Mi primer impulso fue intentar reconstruir el efecto ahumado del cuadro. Era algo que ya había hecho con la horquilla hacía la tira de años, pero no me acababa de convencer. Y buscando ideas de qué hacer con respecto a la pintura cuando llegué a esto:
Esta preciosidad es la State 4130 All Road. Precisamente es una gravel con cuadro de acero (de ahí lo de 4130), y que monta un grupo Sensah SRX Pro y renombrado para el fabricante State, que ya tenía en el radar por otros menesteres. Esto me llamó la atención, pero fue el aspecto estético lo que me enamoró. Lo tenía claro. La bici iba a ir en cobre y negro.