He dejado pasar un poco de tiempo antes de ponerme a hacer el balance de lo que ha supuesto este año el Camino de Santiago. Ha tenido, con respecto al año anterior, grandes diferencias. Para empezar, el propio camino: mientras el año anterior escogimos el ramal inglés, desde El Ferrol, este año recorrimos el ramal portugués, desde Ponte de Lima.
En segundo lugar, la distancia. Subimos hasta los 150 kilómetros, frente a los 120 del anterior. Obviamente, esto repercutió en que empleáramos más diás (siete, en total), para los citados kilómetros. Sin embargo, supongo que porque ya estábamos algo endurecidos, sufrimos menos problemas de ampollas y similares. Ya empezamos a estar fogueados…
En tercer lugar, las personas: repetimos Ana, mi padre y yo, y se nos incorporó mi tía Mari, hermana de mi padre. Vaya cuatro…
Lugar de comienzo del camino. Ponte de Lima (Portugal)
En cuanto al camino en sí, admirable. Tuvo de todo: días durísimos en los que parecía que íbamos a tener que tirar la toalla, o que nos recogieran alguna patrulla de guardabosques; días tremendamente relajados y asequibles; calor, muchísimo calor, tanto que parecía que se iban a derretir las muelas; albergues magníficos, y otros algo dejados de la mano de dios; compañeros de toda clase y sazón, entre los que destacan un grupo de cuatro madrileños, magnífica gente, cuyo primer sello de la credencial de peregrinos era de la unidad de detenidos de la policía local de Tuy; más calor; aguas termales; manifestaciones y fiestas francamente peculiares; diversas aventuras con animales asilvestrados (aún no puedo olvidar con qué ojos voraces me miraba aquella oveja famélica); buena comida y mejor bebida… En suma, un viaje irrepetible.
Vista de Tuy desde la fortaleza de Valença do Minho (Portugal)
Y digo bien, lo de irrepetible, porque por desgracia nunca más podrá volver a hacerse tal y como fue este pasado mes de julio. La razón: gran parte del recorrido que seguimos se ha convertido en humo. Los voraces incendios que golpean con saña la tierra gallega parecen seguir milimétricamente el recorrido que nosotros hicimos. Han ardido los montes de Redondela, Mos, Figueirido, Canicouva, los alrededores de Pontevedra, Ponte Caldelas (no forma parte del camino, pero también estuvimos allí con la familia de Ana), Caldas, Pontecesures, Padrón (el 90% de la superficie del municio ha quedado arrasada), Iria Flavia, A Escravitude, Teo, y la propia Santiago.
Imagen satélite de Galicia y norte de Portugal
Obviamente, el mapa del horror no se detiene ahí, pero duele sobremanera pensar que tan bellos lugares ya tan sólo perviven en mi memoria, y en cierta medida, en las fotografías que tomamos.
Vado de un arroyo en las cercanías de San Mauro, Pontevedra
Poco a poco iré relatando este viaje, con un nuevo objetivo: lograr que parte de lo que una vez fue el Camino Portugués, y que hoy yace convertido en cenizas, pueda ser conocido tal y como yo lo vi antes de su destrucción en este aciago verano de 2006.