El sábado 28 de enero volví a salir a rodar con mis amigos de Córdoba. Fue una etapa extraña. Los días previos habíamos estado preparando una etapa brutal, ya que Ángel había expresado su voluntad de hacer una etapa dura y larga. Para ello había sugerido hacer una repetición de la etapa de Almodóvar y el GR-48, pero realizando la subida al castañar de Valdejetas, que en aquella ocasión no hicimos. Pero como ese fin de semana Ángel finalmente tenía que trabajar, optamos por reservar esa etapa para mejor ocasión. Así que empezamos a planificar otra etapa. El caso es que Mané tenía ganas de bajar de nuevo Los Postes, que hacía ya un año desde la última (y en mi caso primera) vez que los bajamos. A esa intención le sumamos un recorrido que había visto en Wikiloc (Morales-Ermitas-7 Revueltas-Bejarano-Assuan-Las Jaras-Gr 48-Morales-Pedroches), y al final acabó saliendo una propuesta de etapa que era considerablemente brutal: subida por Los Morales, bajada a Las Ermitas, para realizar la subida de las 7 Revueltas, enlazar con el Bejarano, volver al Lagar de la Cruz, descender a las Jaras por el GR-48, y allí realizar el ascenso de la Vereda de la Pasada del Pino, para acabar bajando por Los Postes (Propuesta Brutal1), una monstruosidad de 50 kilómetros con subidas y bajadas de espanto. Y como nos apuntamos a un bombardeo, Javi Aljama, Mané y yo rápidamente nos apuntamos, además de suscitar la envidia de Marcos y Ángel, que por diversos motivos no podían acudir. Y encima, para mi consternación, quedamos a una hora bastante avanzada: las 10:00h en la rotonda de Sansueña con la calle Mayoral. No pude menos que dar mentalmente las gracias por no tener en Córdoba más que la Fuji, equipada con cubiertas muy rodadoras.
A las 9:00h tuve noticias de que Carlos también se apuntaba a la etapa. O alguien lo había engañado, o no se le podía calificar más que de héroe. Empezamos la etapa a las 9:50, saliendo de la Asomadilla Carlos, Mané y yo. Pronto pude notar que me encontraba un tanto acelerado (además de encontrarme más ligero rodando que con la doble, merced a las etapas de la semana anterior), teniendo en cuenta la dura etapa que teníamos por delante, así que hice todo lo posible para contenerme un tanto. Llegamos un poco pasadas las 10:00h a la rotonda, a donde no tardó mucho en llegar Javi. Ya con el grupo completo, iniciamos el ascenso de Los Morales. Fue una subida razonablemente buena. Empleamos 58 minutos en subir desde la rotonda, y en mi caso, creo que fue la primera vez que conseguí hacer la subida completa hasta antes de la fuente de los piconeros sin poner el pie en el suelo, salvo en el tramo en que la subida se encuentra completamente destrozada. Una buena marca, hecha con la Fuji.
Realizamos una pequeña parada en el Lagar de la Cruz, donde repusimos fuerzas a base de plátanos y acuarius. Y allí se desveló el misterio de la etapa: para convencer a Carlos de venir, Mané había optado por decirle que no íbamos a hacer la parte de las Ermitas, las Siete Revueltas y el Bejarano. Eso suponía un recorte de unos 18 kilómetros del recorrido, con una subida bastante dura. Y dado que en realidad tampoco me apetecía volver a casa a las tantas de la tarde, no me pareció mal.
Dicho lo cual, realizamos el descenso hasta Las Jaras por el GR-48, primero, y el sendero secreto, después. Así pues, acabamos llegando a la urbanización a la altura de la calle del Lago. Allí nos llevamos una sorpresa: cuando nos disponíamos a tomar el camino de gravilla suelta que baja hasta el lago, nos encontramos con que la obra de una casa lo había cortado. Pero decididos a bordear el lago, pronto encontramos un nuevo sendero, abierto en fechas recientes, que permitía bajar. Sendero que fue bastante más de mi agrado que el antiguo, pues no tenía esa gravilla suelta con tan mala sombra que tenía el anterior. Rodamos un poco junto al lago, y antes de afrontar la pared de subida a la urbanización, nos detuvimos a hacernos una bonita foto:
Y bueno, después del momento de asueto, llegó la hora de los valientes: la subida del embalse, una pared muy corta, pero con una pendiente brutal, superior al 20% de desnivel. Pero como una imagen vale más que mil pabaras, dejo que un vídeo hable por mí:
Tras realizar la subida, atravesamos la urbanización, y nos encaminamos al siguiente reto de la jornada: la vereda de la Pasada del Pino. Esta vereda enlaza la zona de Las Jaras con Los Villares, bordeando el club de golf, y tiene una zona trialera digna de Jordi Tarrés. Una auténtica virguería, pero con unas primeras rampas con arena granítica muy fastidiosas. Teníamos por delante 4 kilómetros largos de subida, que no quedaba otra que disfrutar.
Pasamos la parte trialera, y entramos en la zona cercana al club de golf, donde la vereda se hace más asequible. Rondábamos la una de la tarde, y aún a esa hora el frío se dejaba notar en la zona, sobre todo en forma de viento, pese a que el sol empezaba ya a calentar. Llegamos al club de golf, y siguiendo los letreros de indicación, conseguimos hallar el camino correcto de la vereda: se inicia el descenso junto a la verja, hacia la derecha, y tras una breve bajada, se llega a una cancela que tiene un letrero indicando que se por favor, se cierre tras pasar. Así que lo que había que hacer era entrar por la verja, y desandar el camino. A partir de ahí, no tenía pérdida: se trataba tan sólo de seguir esa pista, al filo de la verja, y bordeando los campos de golf. Pérdida no tenía, pero subidas y bajadas, tela marinera.
Un poco antes de llegar al aparcamiento del club de golf paramos a tomar una foto con Torreárboles, donde Javi había subido la semana anterior. Continuamos hasta llegar al aparcamiento, con una subida final durísima, y que marcó nuestra llegada a la cota más alta de la etapa: 644 m. de altitud. Eran la 13:15h, habíamos recorrido ¡tan sólo 17 kilómetros de etapa! y teníamos por delante la bajada más escalofriante del día: Los Postes. Qué bien lo iba a pasar con la rígida.
Salimos del club de golf, y nos encaminamos hacia la pista de mantenimiento del gasoducto: es decir, Los Postes. La vista del valle del Guadalquivir era, como de costumbre, espectacular. Y lo que teníamos por delante era sencillamente brutal: un descenso de 3 kilómetros por cortafuegos, con pendientes que llegaban hasta el 33%, con piedra suelta y mucha mala idea. Y con todo, era una delicia comparado con Avionetas Express… Aun así, las caras de Javi y Carlos al ver la bajada que teníamos por delante eran todo un poema.
Mané estaba encantado. Bajó los Postes entera como si no costara. En cuanto a los demás… bueno, hay que decir que le echamos bastante menos valor. Y es que como dijo Javi en mitad de una de las bajadas, ya habíamos cubierto el cupo de buena suerte en lo que llevábamos de día, y no era plan de seguir tentando al destino.
Tras la primera pared de bajada, el descenso se hacía bastante más asequible, pero la cosa no iba a ser, ni mucho menos, coser y cantar. Bueno, para Mané casi que lo parecía, porque el tío bajaba como un diablo. Era impresionante.
Tardamos 42 minutos en realizar Los Postes, hasta el desvío por el sendero, a mano derecha, que lleva hasta la Meseta Blanca. Dejamos la pista que tantos sudores (los más de ellos, sudores fríos) nos había causado, y que con tan bonitas vistas nos había deleitado.
Una vez dejamos el cortafuegos y tomamos el sendero, el terreno se hizo más asequible, pero con algunos tramos bastante traicioneros: no puedo olvidar un trozo, al filo de un buen barranco, en el que el sendero apenas es una senda de un palmo de ancho, con un desnivel lateral que prácticamente impide pedalear, ya que la biela toca en la tierra, con el consiguiente riesgo de hacerte pivotar y salir rodando montaña abajo, al más puro estilo de La Princesa Prometida.
Así pues, tras recorrer el sendero durante 1’8 kilómetros, llegamos a la Meseta Blanca. Eran ya a esas alturas las 14:30h. Disfrutamos un poco de las vistas, hicimos algunas coñas por el WhatsApp, y reanudamos la marcha.
Como no podía ser menos, con una brutal bajada: el descenso del Alimonao. Corto, brutal, y lleno de polvo fino. Casi salgo por encima del manillar en un punto, pero pude hacer la bajada con bastante dignidad, en especial el último tramo hasta el arroyo Pedroche.
Desde allí, el recorrido era coser y cantar. Bajamos el arroyo Pedroche por la Trialera, y llegamos hasta Puente de Hierro. Desde allí subimos hasta el Castillo del Maimón que, contra la costumbre, rodeamos por la derecha, por el camino marcado con marcas blancas y rojas. Existe desde finales de año una dura polémica con los propietarios de los terrenos: están levantando muros nuevos, que impiden el paso por senderos ciclistas tradicionales, pero que al parecer transcurren por terrenos privados. Sin embargo, ese camino en especial está claramente reconocido como vía pública, por lo que el nivel de protesta es bastante más elevado. Veremos qué pasa con eso.
Finalmente nos encaminamos hacia Sansueña, donde nos despedimos de Javi, y Carlos, Mané y yo volvimos a la Asomadilla. Llegamos a las 15:15h, tras más de cinco horas de durísima etapa. ¡Y con apenas 30 kilómetros de recorrido! Y el pulsómetro lo confirmaba: más de 5000 kcal, algo inusitado en una etapa tan corta. Una gran etapa, dicho sea de paso.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Los Morales – Las Jaras – Vereda de la Pasada del Pino – Los Postes
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