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13 sep 11 Etapa ciclista: Montecobre – Bosque de Fangorn – Reventón (04/09/2011)

Nos tenía que haber mirado un tuerto. No cabía otra explicación. No era la primera vez que lo decía desde que habíamos empezado la etapa, pero esa última vez, al filo de las 19:30h, en el Patriarca, mientras esperaba a que Ángel cambiara la cámara de su bici, fue la única vez que de verdad me lo estaba creyendo. Ese día estábamos gafados. Pero empecemos por el principio.

Ese fin de semana decidimos salir a rodar Mané, Ángel, Marcos, Javi Balaguer -con quien, hasta el momento, aún no había salido a rodar-, Carlos Trillo y yo. Por aquello de poder quedar los más posibles, habíamos decidido quedar en un horario poco habitual: el domingo a las 16:00h. No era el horario que más me conviniera, ni el que más me interesara, dado que tenía que salir esa misma tarde hacia Sevilla, y esperaba poder ver el ascenso del Angliru en la Vuelta a España. Pero era una oportunidad para salir a rodar con un buen grupo de amigos que no iba a dejar pasar.

Pronto -muy pronto- las cosas empezaron a torcerse. Tan pronto como el mismo viernes por la tarde. Nada más llegar a Córdoba me encontré con la rueda delantera de la bici pinchada. Algo bastante complicado, ya que ahí monto una cubierta Maxxis High Roller Super Tacky Downhill de 2.35”, equipada con una cámara autosellante. Pero el caso es que estaba pinchada. Confiando en que fuera algo que se solucionara con el líquido autosellante, inflé la rueda y la hice girar sobre sí misma, a fin de distribuir uniformemente el líquido. Todo parecía indicar que se había sellado bien… hasta la mañana siguiente, en la que me encontré la rueda completamente deshinchada. Estaba claro que me iba a tocar parchearla. Lo que no esperaba era encontrarme con que se había salido todo el líquido autosellante de la cámara, y con que ésta tenía tres pinchazos. Un tanto escamado, parcheé la cubierta, y esa tarde me fui con Mané a casa de Carlos a editar un vídeo con las tomas de un descenso que habían efectuado esa misma mañana.

Ya en casa de Carlos tuvimos la la segunda mala noticia del día: sufría de una tendinitis que le iba a imposibilitar acudir a la etapa. Y es que Carlos, que estrenó bici de descenso hace algunas semanas, un auténtico monstruo blindado de 18 kilos y suspensiones de 180 mm., se había estado poniendo en forma a marchas forzadas, pero por eso mismo había forzado demasiado la máquina. Asumiendo que íbamos a tener una baja, editamos el vídeo, con muy buenos resultados desde el punto de vista estético. Pero al filo de las 22:00h, recibí una llamada de casa: la rueda se había vuelto a desinflar. Una vez allí pude constatar que la rueda, en efecto, había quedado desinflada por el efecto de ¡cuatro pinchazos! Entonces lo tuve claro: el primer pinchazo había provocado la salida del líquido sellante de la cámara, por lo que pequeños pinchazos que habían quedado obturados por el propio líquido habían salido a la luz. Lo peor es que no tenía ninguna cámara de repuesto. Por suerte Mané, a la mañana siguiente, encontró una de válvula fina que sólo tenía un pinchazo, que pude parchear y poner sin problemas en mi bici.

A las 16:00h del domingo me encaminé a casa de Mané, dispuesto a empezar la etapa. Pero cuál sería mi sorpresa al ver a Mané desmontando, junto con Ángel, su rueda trasera: en efecto, un pinchazo. Y al no disponer de ninguna cámara adicional, no le quedó más remedio que parchearla. En ello andábamos cuando llegó Javi, con una pérdida de aceite en la horquilla de su bicicleta. ¿Qué diablos estaba pasando? Me dirigí a casa a por una llave inglesa con la que apretar un poco la horquilla, y tener la suerte de que eso solucionara el problema. A la vuelta, Marcos ya había llegado… con un problema en su casco y la rueda trasera algo floja. Mientras Mané y Javi apretaban la horquilla, Ángel se dispuso a inflar un poco la rueda de la bici de Marcos mientras éste remendaba el casco. Y en esas estaba cuando ¡la válvula de la cámara salió volando! Una válvula rota era algo que sólo había visto una vez anterior. Por suerte Marcos disponía de una cámara de válvula gruesa de repuesto. Pero empezaba a tener claro que esa etapa estaba algo gafada.

Al final, entre unas cosas y otras, empezamos a dar pedales pasadas las 16:30h, con unos 36ºC de calor, y un molesto viento cruzado que nos dificultaba bastante rodar. Tomamos en Canal del Guadalmellato, y nos desviamos por la vereda de Trassierra camino de nuestro Angliru particular: la subida de Montecobre. Pasamos junto a la Casilla del Aire, por las primeras y terroríficas rampas de hasta el 18% por sendero pedregoso del inicio de la subida de Montecobre, abriendo camino Ángel, Marcos y yo. El calor y la hora de la etapa estaba haciendo estragos, y aparte de sudar la gota gorda, empezamos a sufrir mareos y molestias estomacales, que hicieron especial mella en Marcos y Mané. Aun así, llegamos hasta el quitamiedos que da fin a la primera parte de la subida, y nos dispusimos a cruzar la carretera, camino de la Casa de la Ventana. Y fue ahí donde tuvimos la primera sorpresa desagradable de la etapa propiamente dicha: Marcos había pinchado. No nos quedó más remedio que hacer una pequeña pausa para parchear su cámara, antes de reemprender el ascenso.

Una vez solventado el problema, continuamos con el ascenso, de nuevo con Ángel, Marcos y yo mismo en cabeza. Nos volvimos a reagrupar al llegar a la cerca que interrumpe el ascenso a mitad de subida, y a partir de ahí, Ángel y yo marcamos el ritmo de subida hasta llegar a la Torre de las Siete Esquinas, donde realizamos un pequeño descenso.

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Reemprendimos la marcha, atacando de una manera brutal el pedregoso comienzo de la subida hasta el Mirador de las Niñas. Ahí mantuvimos un buen ritmo, hasta que en las rampas finales empezamos a separarnos. Mané y Ángel realizaron la subida a un ritmo excelente, que no pude mantenerles al tener que echar pie a tierra al patinarme en plena subida la rueda trasera, en la que montaba una Larsen TT algo trillada. Al final, Javi, Marcos y yo acabamos subiendo la última pared antes del mirador tirando un poco de la bici. Pero acabamos llegando. Terminamos la subida un poco pasadas las 18:00h, habiendo recorrido 11’5 kms. en algo más de hora y media.

Sin prácticamente detenernos nos dirigimos hacia el cruce de Trassierra, y giramos a la derecha para entrar directamente en el Bosque de Fangorn. A esas alturas de la tarde (y de la Sierra) la temperatura había bajado bastante, y el meternos a rodar por una zona arbolada era lo mejor que nos podía pasar: fresco y sombra. Perfecto para desarrollar un buen ritmo. Sin embargo, al poco de entrar en el bosque y al empezar a subir, sufrimos dos sustos que pudieron tener consecuencias bastante graves: el primero de ellos estuvo protagonizado por Javi, al perder el equilibrio en una piedra, y no poder sacar las zapatillas de los pedales automáticos. Se fue al suelo, doblándose uno de los tobillos en un ángulo que resultaba escalofriante a la vista. Por suerte, sin consecuencias. El segundo, de muy similar factura, lo sufrió Mané en sus carnes. La diferencia en este caso es que estuvo a punto de caer sobre un tocón astillado, que por suerte pudo evitar… agarrándose a una cerca de alambre de espino, con las consecuencias por todos imaginables. Desde luego, la tarde estaba siendo generosa en incidentes.

Poco después afrontamos la primera de las bajadas del bosque de Fangorn, que nos llevó en un descenso trepidante hasta el puente de madera que antecede a una brutal subida por una pared de piedra hasta un pequeño mirador, y que Ángel fue capaz de subir su primer tramo, partiendo desde el mismo puente. El resto de la subida no nos quedó más remedio que hacerla arrastrando las bicis. Y así llegamos a la segunda cota (la tercer en altitud) de la etapa. Un sitio perfecto para marcarse algunas bajadas… divertidas:

…que antecedieron a la primera gran bajada de la jornada:

Finalizamos el descenso a la entrada de la urbanización de la Virgen de la Cabeza, y no tardamos mucho en dirigirnos, a un excelente ritmo, a la siguiente parada de nuestra etapa: el Lagar del Caño del Escarabita. Aprovechamos que el camino discurría por un falso llano para rodar a un ritmo bastante alegre, que tan sólo se vio interrumpido por una nueva caída de Javi, que estaba claro que ese día no se estaba llevando bien con los pedales automáticos. De nuevo, por suerte, la caída no tuvo consecuencias.

Una vez alcanzado el Lagar, giramos a la derecha para ir, en ascenso suave pero continuo, en dirección a la Torre del Beato, que distaba unos 3’5 kms. del lugar en el que nos encontrábamos. Seguimos mantiendo un ritmo muy vivo, con Javi, Ángel y Marcos en cabeza, que a punto estuvo de costarnos un disgusto cuando los tres se empeñaron en hacer un extraño remedo del Camarote de los Hermanos Marx, sólo que cambiaron la ubicación por un estrecho sendero en subida por el que uno nunca hubiera pensado que entraran tres bicis al mismo tiempo. Al menos, sin aplicar el modo traslúcido de juego en el Colin McRae…

En fin, sin mayores incidentes, llegamos hasta la carretera de las Ermitas, junto a la torre del Beato. Eran las 19:00h y llevábamos entre pecho y espalda 18 kms. de etapa. Sin solución de continuidad, entramos en la carretera y nos dirigimos hacia la última parada de nuestra etapa: las Ermitas. Para ello tuvimos que afrontar la tercera (y más alta) cota de la etapa, en donde Mané marcó un ritmo brutal, que a duras penas y con la lengua fuera fui capaz de seguir, descolgando a Javi, Marcos y Ángel, y llegando destacados hasta el comienzo de la bajada de la Cuesta del Reventón, donde nos volvimos a agrupar para emprender el penúltimo descenso del día:

Un descenso emocionante y enormemente divertido, donde Ángel, Marcos y Mané imprimieron un ritmo endiablado de bajada, tal como si el mañana no existiera. Una vez abajo, decidimos realizar la última bajada por las pistas del Patriarca, donde Ángel se marcó unos saltos espeluznantes, y donde yo pude deleitarme realizando unas derrapadas enlazadas de izquierda a derecha brutales. Y fue ahí, justo al terminar la bajada, donde nuestro sino de toda la etapa volvió a hacer aparición: Ángel pinchó su rueda trasera.

Y así llegamos de nuevo al punto de partida. Reflexionaba sobre los tuertos y sus miradas, mientras veía cómo Ángel se afanaba en cambiar de cámara. Pero tal vez -reflexionaba- la mala suerte no fuera tanta en realidad, ya que habíamos realizado cuatro bajadas espeluznantes, botado por todas las piedras del mundo, y salvo tres caídas sin apenas consecuencias, habíamos vuelto a Córdoba sin más rasguño que el que Mané tenía en su mano provocado por el alambre de espino. Puestos a tener mala suerte, la nuestra había sído excelente.

El final del arreglo me sacó de mis reflexiones, y retomamos por última vez la etapa. Salimos a la carretera de las Ermitas, y bajamos hasta el Parador bordeando La Salle, para dirigirnos al Tablero por el circuito deportivo. Fue allí donde me tuve que separar de mis compañeros de etapa, sin poder disfrutar con ellos de las cervezas que tan a pulso nos habíamos ganado, ya que no podía demorar más mi partida hacia Sevilla. Ya en solitario, me dirigí a casa, a donde llegué a las 19:50h, tras más de 28 kms. de etapa. De una magnífica etapa por la Sierra de Córdoba.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/09/04: Montecobre – Bosque de Fangorn – Reventón en un mapa más grande

Los datos de la etapa, por su parte, son los que siguen:

  • Distancia (según el GPS): 29’3 kms.
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3h 17m 8s

(NOTA: Esta es la segunda vez que tengo que escribir esta entrada. La primera vez, al ir a guardarla una vez finalizada, la perdí al sufrir el navegador una extraña pérdida de sesión con mi sitio, que hizo que la entrada no se guardara adecuadamente, al pedirme de nuevo autenticación. Y para añadir insulto a la injuria, el sistema de guardado de borrador automático había dejado de funcionar tras guardar sólo los tres primeros párrafos. Se ve que algo de gafada sí que estaba la etapa, pese a todo)

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