Hace algunas semanas, durante una noche de insomnio, encendí la radio y empecé a escuchar el programa Milenio 3, de Fríker Jiménez. A diferencia de lo que me ocurre con la versión televisiva del programa, Cuarto Milenio, disfruto bastante de este producto radiofónico, ya que el formato que Jiménez aplica a sus programas, a mi modo de ver, se ajusta mejor a las ondas radiofónicas que al tubo de rayos catódicos: y es que hay que tener en cuenta que, de toda la vida, una historia de miedo se ha transmitido mejor con una voz queda, apoyada como mucho por una buena lumbre, que con toda una parafernalia de imágenes que aturdan y distraigan al espectador del objeto central, que no deja de ser la historia en sí.
Decía, pues, que escuchaba a Jiménez narrar su historia. Y en este caso, la historia se situaba en la verde Irlanda. Y era, misterios y demás morralla efectista de relleno aparte, asaz truculenta. Y tan apasionante que se podía soportar el que quisieran llevar el agua a su molino ocultista.
Pongámonos en situación. 10 de septiembre del año 1580. Irlanda, durante las Rebeliones de Desmond. Un conflicto entre dos familias de ingleses viejos, los Fitzgerald de Desmond y los Butlers de Ormonde, enfrentados por conflictos de tierras e influencia del gobierno británico, acaba convirtiéndose en una guerra de religión en la que España mete la cuchara, con un doble objetivo: extender el ámbito de la Contrarreforma en las Islas Británicas, y hacer la puñeta a base de bien a la reina hereje Isabel I, promoviendo una rebelión en su patio trasero. 600 soldados españoles e italianos desembarcan en Smerwick, cerca de Dingle, donde una primera avanzada de tropas había desembarcado el 18 de julio del año anterior, y habían conseguido prender la llama de la rebelión en los condados de Munster, Cork, Kerry y Leinster, donde se consigue masacrar al ejército inglés en la batalla de Glenmalure. Las tropas, comandadas por el italiano Sebastiano di San Giuseppe, tratan de unirse al ejército insurrecto irlandés, pero fallan en su objetivo y son aisladas, por lo que San Guiseppe ordena batirse en retirada y refugiarse en el castillo de Dún an Óir.
Dún an Óir, o en español Fuerte del Oro, era una fortaleza situada en un viejo promontorio que databa de la Edad del Hierro, situado en las cercanías de la península de Dingle, y separado del resto de Irlanda por el monte Brandon, una de las montañas más altas de la isla. Las tropas españolas se encontraban, pues, aisladas por lo abrupto del terreno, además de por los 4000 hombres comandados por Lord Grey de Wilton, a lo que se añaden los navíos de guerra ingleses que bloqueaban la bahía de Smerwick y que, equipados con artillería pesada, empezaron a bombardear sistemáticamente la fortaleza.
Pese a contar con abundantes víveres, San Giuseppe decide, tras tres días de asedio, rendir el fuerte, en contra de los deseos de sus soldados, entre los que destaca la figura del español Hércules de Pisano, que intentó abortar la rendición intentando deponer y asesina a San Guiseppe. Asimismo, dos sacerdotes, uno irlandés y otro español trataron de sabotear la rendición, alterando la traducción entre ambas partes. Sin embargo, fueron descubiertos y crucificados.
Y es aquí donde termina el asedio y empieza la masacre. El conde de Grey, una vez que los soldados españoles e italianos han depuesto sus armas, ordena a sus hombres decapitar a los prisioneros. Dice la leyenda que durante dos días los soldados ingleses van decapitando, uno a uno, a los 600 soldados, más hombres, mujeres y niños irlandeses que se habían refugiado en el fuerte. Maniatados, unos junto a otro, mientras las cabezas de sus compañeros van siendo apiladas en un lugar que con el correr del tiempo pasaría a ser conocido como Gort na gCeann…el Campo de las Cabezas. El lugar de la masacre, por su parte, se conoce hoy en día como Gort a Ghearradh, el Campo del Corte.
Los cuerpos decapitados, por su parte, fueron arrojados al mar, desde el acantilado cercano a Dún an Óir y cuentan, que semana tras semana, muchos de ellos aparecían flotando en el mar, cerca de la bahía de Smerwick. Los lugareños les fueron dando, poco a poco, sepultura en las dunas que rodeaban la bahía, lo que ha provocado que aún hoy, cuando el temporal es muy fuerte y remueve la arena, salgan a la luz los restos de los desafortunados soldados de la expedición y de los pobres irlandeses que acudieron a buscar refugio bajo sus armas.
Hoy en día un sobrecogedor monolito, azotado por el viento y la lluvia, en el que aparecen doce cabezas cortadas, recuerda aquella infausta expedición:
Séales liviana la tierra a aquellos valientes soldados que murieron tan lejos de su patria. Espero poder, en breve, rendirles homenaje en el lugar en el que descansan, así como poder visitar otros lugares de Irlanda en la que la suerte de las armas nos fue más propicia. Dejo para otra ocasión el escribir un poco sobre Juan del Águila, interesantísimo personaje que también tuvo unas interesantes andanzas -mucho más afortunadas- por tierras irlandesas.
A continuación ofrezco algunos enlaces en los que se puede ahondar un poco en esta historia:
Rebeliones de Desmond
Second Desmond Rebellion
Siege of Smerwick
Ard na Caithne
La matanza de Smerwick
Milenio 3: ‘La costa de las cabezas cortadas’
Enlace al corte de Milenio 3
Etiquetas: ard na caithne, dún an óir, irlanda, smerwick
Enhorabuena por sus letras, doctor. Son un merecido homenaje a los valientes, dignos de eterna memoria. Lástima que en esta olvidadiza e ingrata patria nuestra se aprecien antes las infamias que los actos de coraje.
Ya que le veo amante de la Historia, me permito la libertad de envíarle estas letras con otro más que curioso episodio de nuestras armas. Esta vez con un final feliz. Espero que le guste. Un saludo.
http://misantrolimpia.blogspot.com.es/2013/05/el-milagro-de-empel.html