La penúltima etapa del Camino amaneció con un cielo gris plomizo. Tras un reconfortante desayuno en el restaurante donde habíamos cenado, retomamos la N-634, bordeando Villalba, en dirección a Baamonde, a unos 20 kilómetros de distancia. Aün antes de llegar al pequeño pueblo, la lluvia hizo su aparición en escena.
Hicimos un pequeño descanso, esperando a que escampara, junto a la iglesia románica de Baamonde y al enorme roble que se alza junto a ella.
Esperamos un rato junto a un bar, aún cerrado debido a la temprana hora de la mañana. Esperamos futilmente a que abrieran, para poder guarecernos mejor de la lluvia pero, al no acontecer lo primero, y no acabar de escampar, decidimos continuar con la etapa, rodando bajo la lluvia. Abandonamos Baamonde por la antigua N-VI, por la que continuaríamos hasta llegar hasta Guitiriz, población famosa por sus balnearios. Esto supuso una nueva variación sobre el recorrido previsto en el Camino, ya que las complicadas condiciones meteorológicas desaconsejaban ceñirse al recorrido previsto, por caminos y bosque cerrado.
Por la carretera compartimos durante unos kilómetros recorrido con una pareja de ciclistas que también estaban realizando el Camino. Tenían como objetivo llegar a Santiago ese mismo día. Teniendo en cuenta que no llevaban equipaje, no es descabellado pensar que lo consiguieran, ya que pensaban retomar la N-634, evitando el paso por el Sobrado.
En la entrada de Guitiriz, en un bar, nos volvimos a encontrar con los tres ciclistas suizos con los que ya nos habíamos encontrado en días anteriores. Volvía a cumplirse la máxima: siempre que nos los encontrábamos lo hacíamos bajo la lluvia. Apenas llegar al bar, donde disfrutamos de un reconfortante segundo desayuno, los suizos continuaron con la etapa. En el bar consultamos a los parroquianos el mejor camino para llegar al Sobrado; nos recomendaron tomar la carretera LU-2302, que pasaba junto al campo de fútbol, ya que era la que nos llevaba más directamente al Sobrado. Dicho y hecho, ya teníamos recorrido. Tras acabar con el desayuno, continuamos con la etapa.
El recorrido de la LU-2302 nos condujo a una de las zonas menos pobladas que habíamos visto hasta ahora. Lo normal en el agro gallego es encontrar una zona más o menos contínua de población dispersa. Sin embargo, apenas abandonamos Guitiriz nos encontramos en un terreno prácticamente sin otra presencia humana que la propia carretera. Al principio ésta era casi completamente plana, pero poco a poco, a medida que nos íbamos aproximando a la provincia de La Coruña, empezaba a picar en ascenso. Y, poco a poco, la temperatura iba descendiendo y el tiempo empeorando.
A la altura de la población de Negradas la carretera se convirtió en un verdadero ascenso, con algunas rampas muy duras, como bien nos advirtió un anciano que, desde su casa, nos contempló pasar. “Ahí hai unha boa costa”, nos dijo con una sonrisa. No le faltaba razón, al buen hombre. Que vino aderezada, por cierto, con lluvia. Y claro, como no podía ser menos, dimos alcance a los tres suizos, con los que coronamos el ascenso, que hice en primer lugar. Una vez nos reagrupamos, sacamos tiempo para echarnos unas fotos, pese al frío y la lluvia:
Apenas eran las doce del mediodía, y estábamos a 15ºC.
Una vez superado el alto, afrontamos un suave descenso en dirección a Sobrado. No pasaría mucho tiempo antes de que abandonáramos, de manera definitiva, la provincia de Lugo. Casi como si anunciara que entrábamos en una nueva provincia, nos encontramos con un crucero a la vera del camino. La lluvia, el viento y el frío, sin embargo, seguían arreciando.
Tras finalizar el descenso, volvimos a afrontar un camino con contínuas subidas y bajadas, que no dejaban adoptar un ritmo cómodo. Esta constante se mantuvo hasta que llegamos a la aldea de Cruces, donde la carretera que llevábamos se incorporó a otra de orden superior que, al cabo de unos pocos kilómetros, nos llevarían hasta el Sobrado dos Monxes, nuestro final de etapa. Una vez nos despedimos, de manera definitiva, de los suizos, entramos en el monasterio.
El monasterio de Santa María de Sobrado es una joya desconocida del barroco gallego. Sufrió, como tantos otros bienes de la iglesia, la desamortización del Mendizábal, y, sobre todo, su venta a un desaprensivo que lo utilizó como cantera. Estuvo a punto de quedar destruido, en 1954 fue recuperado para la vida monástica. Hoy en día acoge a un grupo de monjes cistercienses, y es lugar de albergue para peregrinos, así como hotel de reposo.
La sala donde se acoge a los peregrinos corresponde a las antiguas caballerizas del monasterio. Proporciona acceso al Claustro de Peregrinos, y a los jardines y huertas del monasterio.
La tarde la empleamos visitando el monasterio, con sus dependencias, entre las que destaca la espectacular iglesia, donde se encuentra una magnífica maqueta de la catedral de Santiago.
Posteriormente planificamos la etapa del día siguiente, Santiago. Decidimos realizar una nueva variación, yendo a Santiago pasando por Boimorto, para enlazar posteriormente con la N-634. Necesitábamos recortar la etapa, ya que, pese a que mi rodilla no me estaba molestando demasiado, mi padre estaba empezando a resfriarse, a resultas de la dura etapa que habíamos pasado desde el punto de vista meteorológico. A última hora de la tarde, antes de recogernos, tuvimos la oportunidad de asistir a Completas. Teníamos ante nosotros los últimos 60 kilómetros del Camino. Lo que no sabíamos es que no iban a ser precisamente fáciles.
Datos de la etapa: