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Una mentira puede dar la vuelta al mundo antes de que la verdad tenga tiempo de calzarse las botas
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09 mar 13 Etapa ciclista: Vía Verde de la Campiña – La Fuencubierta – Almodóvar del Río (27/01/2013)

El domingo 27 de enero realicé con mis colegas Bartocalvos una nueva etapa ciclista en Cordoba. Se trató de una etapa bastante particular: fue una etapa de entrenamiento para la Maratón MTB Sierra Morena, que Ángel y Marcos van a realizar; salimos en compañía de un buen grupo de Califas; y por último, íbamos a realizar una convocatoria “partida”. El grupo A, con salida a las 8:00h, realizaríamos la Vía Verde, carretera hasta Almodóvar, y luego GR-48 hasta Trassierra, y bajada por Montecobre, mientras que el grupo B, formado íntegramente por bartoalcohólicos, quedaría a las 9:30h, y se encontraría con el A en Almodóvar, yendo por el Canal y carretera, y allí realizaría el resto del recorrido conjunto.

Si hubiera sido una persona sensata -sobre todo teniendo en cuenta que la noche anterior había estado levantando cuernos de vino caliente especiado en La Corredera, me había adherido al grupo de bartoalcohólicos. Pero como no lo suelo ser, me apunté a algo que me haría sudar el vino, la morcilla achicharrada, los pinchitos, y todos los disparates que hice la noche anterior. Y es que no hay purgante como el ciclismo.

Salimos, pues, a las 8:00h de casa de Ángel el susodicho y yo. En el puente de San Rafael nos encontramos con Marcos y el resto de Los Califas, que no le hacían ascos a una etapa larga, además de con Antonio de la Rosa. Tras una breve pausa para agruparnos y proceder a los saludos de rigor, empezamos a rodar a las 8:20h, dejando atrás Córdoba por el cordel de Écija. Pasamos junto a la Torrecilla, y allí tomamos la carretera de Guadalcázar. Ya desde el principio el ritmo fue bastante vivo, lo que hacía presagiar lo que me iba a encontrar más adelante.

A la altura de Valchillón tomamos la vía verde, y el ritmo, lejos de descender, seguía en franca progresión por la vía verde, pese a que íbamos en suave ascenso, el firme no era el asfalto que veníamos trayendo, e incluso nos encontábamos frenados por el barro arcilloso que unas recientes lluvias habían hecho aflorar en el entorno. Por suerte había sido previsor y había reemplazado la Hutchinson Toro de 2.1” por una Larsen TT de 1.9”, pero aun así, las estaba pasando canutas.

Lleguamos a Guadalcázar, donde hicimos una parada breve para esperar a algunos Califas que habían quedado descolgados, pero no tardamos en retomar el ritmo. A esas alturas empezaba a notar problemas de espalda, así como un molesto pinchazo en el muslo derecho, en una zona del cuadríceps donde sospecho que tengo un desgarro muscular desde hace meses. Salimos de Guadalcázar a las 9:35h, y alcanzamos La Fuencubierta a las 10:05h. A esas alturas la mañana se encontraba francamente desapacible, y amenazaba tormenta.

En La Fuencubierta tomamos la carretera que comunica La Carlota con Posadas. Allí pudimos rodar a toda velocidad, merced a rodar en grupo, alcanzando picos sostenidos de 37’5 km/h. El salir a rodar a asfalto, contra lo que esperaba, no sólo no me había dado un respiro, sino que me estaba machacando. No estaba mal de piernas, ni de pulmones. Simplemente, me encontraba vacío, sin fuerzas. Y empezaba a acordarme de la noche anterior.

Así pues, llegamos al cruce con la carretera CP-234. En vez de continuar directamente hacia Posadas, que teníamos justo enfrente, optamos por desviarnos por esta carretera, que conduce hasta Almodóvar, si bien dando algunas vueltas por el valle del Guadalquivir. Tengo que decir que, en mi caso, fue un respiro, pues no contaba con poder salvar excesivamente bien algunas de las rampas que sabía que nos esperaban entre Posadas y Almodóvar. Y aun así, hubo momentos en que no pude evitar descolgarme del grupo.

Por suerte, acabamos llegando a Almodóvar, y al filo de las 11:00h, tras casi 59 km. de recorrido, estábamos en el punto de encuentro, un bar de las afueras del pueblo, donde alguna que otra vez hemos degustado una buenas tostadas. Pocos minutos después llegaban los integrantes del grupo B (Javi Aljama, Javi Balaguer, Kike y Mané). Venían cubiertos de barro, por haber venido por el canal, afrontando el resultado de pasadas inclemencias meteorológicas.

Por mi parte, estaba listo de papeles, así que cuando Marcos comentó que él, junto con otro Califa, volvería a Córdoba por carretera, ya que tenía obligaciones laborales, me faltó tiempo para unirme a ellos. La vuelta a Córdoba no fue excesivamente complicada. En realidad, al no ir mal de piernas, sino de fuerzas, no se me hacía complicado seguir un ritmo constante, que en momentos llegó a alcanzar los 33 km/h, sino realizar cambios de ritmo, ya fuera para afrontar repechos o para recuperar velocidad tras un semáforo. Estaba claro que la noche anterior me había pasado factura.

Finalmente, entramos en Córdoba por Periodista Quedasa Chacón. Me despedí de mis compañeros en la plaza de Ibn Zaidun, y subí hasta casa por Avda. América y Tenor Pedro Lavirgen. Llegué a casa a las 12:35h, tras casi 83 kms. de dura etapa.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: S/D
  • Distancia (según el GPS): 82’981 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 54m 07s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 34m 29s
  • Velocidad media: 21’3 km/h
  • Velocidad máxima: 46’5 km/h
  • Pulsaciones medias: S/D
  • Pulsaciones máximas: S/D
  • Consumo medio de calorías: S/D
  • Consumo máximo de calorías: S/D
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: S/D
  • Consumo total de calorías: 3809 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 102B MTB

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Vía Verde de la Campiña – La Fuencubierta – Almodóvar

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03 abr 12 Etapa ciclista: Brutal 3. Los Morales – Ermitas – Cruce de Trassierra – Almodóvar – Guadalcázar – Vía Verde de la Campiña (17/03/2012)

El sábado 17 de marzo Ángel y yo realizamos la que, hasta la fecha, es la etapa más larga que he hecho en Córdoba. Una etapa que, si se cumplía el plan que teníamos previsto, tenía que llevarnos hasta los 80 kilómetros de distancia. Una etapa de la que llevábamos hablando semanas, y a la que nadie más había querido -o en algunos casos podido- apuntarse. Así que allí estábamos. Solos ante el peligro. Peligro que, en realidad, éramos nosotros mismos.

Habíamos quedado a las 8:00h para empezar a rodar. Era una etapa larga y, aunque en invierno es inusual quedar antes de las 9:00h, la etapa lo merecía. De todas maneras, en mi caso no es que fuera a dormir mucho más, de todas maneras, ya que ese fin se semana se disputaba el G.P. de Fórmula 1 de Australia. El caso es que Ángel se presentó en casa a las 7:45h, por lo que pudimos salir incluso 5 minutos antes de lo previsto. La cosa empezaba a dar miedo. La mañana, además, se presentaba fría y gris. La Sierra estaba cubierta de nubes bajas que no dejaban ver su esplendor, lo que para nosotros significaba que íbamos a meternos en una bruma húmeda y sofocante. Sobre todo teniendo en cuenta que el primer plato del día iba a ser Los Morales.

Empecé la etapa fuerte. Demasiado fuerte. Tenía unas sensaciones raras que estaba deseando quitarme de encima de la manera más rápida posible. Un malestar que no presagiaba nada bueno. Ángel, equipado con su flamante Ghost, no tardó en advertírmelo: ten cuidado que vas muy acelerado. Era algo de lo que me daba cuenta, pero que me costaba controlar. Y es que la Fuji con la Larsen TT desgastada atrás seguía rodando muy bien. Pero aun así, esas sensaciones extrañas no desaparecían. Iba a ser un día complicado.

Realizamos la subida hasta el Lagar de la Cruz en 54 minutos. No fue una buena subida, al menos para mí. El primer tramo de la Huerta de Hierro lo realicé sin problemas, pero a un ritmo más elevado de la cuenta. Las primeras rampas de Los Morales no fueron malas, y el frescor de la mañana no agobiaba, pero estaba empezando a marearme. Malas sensaciones. Y encima, la Larsen, que en esos primeros compases se mostraba firme, empezó a dar lo peor de sí misma en los tramos de piedra suelta -y húmeda-, ya iniciada la subida. Y es que si hay algo que lleve mal una Larsen (sobre todo si está fundida) es eso. Bueno, y los bancos de arena. Pero aun así, subimos como unos campeones. En la parte final de la subida aprovechamos un pequeño sendero que abrieron durante la Andalucía Bike Race para evitar bajarse al llegar a la barrera del cable de acero. El terreno estaba aún algo suelto por lo nuevo de esa variante, pero valió la pena. Lo que habrá que ver es cuánto tiempo dura sin ser bloqueado.

Eran las 8:50h cuando llegamos al Lagar, y no estaba en nuestras intenciones el detenernos tan pronto. Teníamos previsto hacer la primera parada del día en la gasolinera del Cruce de Trassierra, y aún quedaba un poco de fiesta antes de llegar allí. Así pues, sin pausa ninguna enlazamos con la bajada hacia las Ermitas, por la vereda del mismo nombre (aunque es conocida como la bajada del Salchichón). De nuevo aquí aprovechamos un camino abierto por la Andalucía Bike Race para evitar el tener que tocar asfalto hasta el final de la bajada. Ángel, como no podía ser menos, dio lo mejor de sí mismo en la bajada. La humedad, que tanto había fastidiado en la subida, nos ayudó en la bajada, ya que el terreno se encontraba con la humedad justa para que la arena fina que tan común es en ese tramo estuviera perfectamente compactada. Una delicia para rodar, vaya. Aunque también la misma humedad hacía que estuviéramos empapados por la condensación. Como le dije a Ángel, el día estaba gallego a más no poder. A Marcos le hubiera encantado.

Tras 14 minutos escasos, llegamos a la entrada de las Ermitas, y enfilamos rápidamente la carretera hacia el cruce de Trassierra. La llanta trasera que amablemente Ángel me había cedido la jornada precedente demostró que se encontraba en un estado perfecto. Qué diferencia con respecto a los problemas que había tenido en mi etapa anterior en esta zona. Y es que así daba gusto. Pero mis sensaciones seguían sin ser buenas. Es más, empeoraban: los riñones empezaban a dolerme cosa mala. Las lumbares, como de costumbre. No iba a quedar más remedio que apretarse los machos. Al menos lo que teníamos por delante era de lo más relajado del día: 6 kilómetros de asfalto hasta el cruce. Algo de sube y baja, pero con un razonable descanso al final. O eso creía yo.

Y es que hicimos un ritmo bueno. Muy bueno. En 20 minutos mal contados nos plantamos en el cruce. Eran las 9:26h y ya estábamos en la que se suponía que iba a ser la primera parada del día. Y en un excelente estado, salvo por lo de los riñones. Ángel, por su parte, se encontraba pletórico. No era plan partirle el ritmo. Así que, valientes al frente, continuamos en un non-stop camino de Almodóvar. Sin pausa alguna rodeamos el Rosal de las Escuelas y bajamos rápidamente hasta el embalse de la Jarosa. Embalse que se encontraba en el nivel más bajo que jamás le había visto, y que estrenaba una nueva cerca que lo aislaba del camino. Cerca que me hizo temer problemas de paso, que afortunadamente no se cumplieron. Pasamos el embalse, y continuamos camino de la última cota digna de tal nombre en lo que quedaba de día: la entrada del Castañar de Valdejetas. El día seguía frío y gris, pero las nubes bajas ya habían levantado, y esa sensación de humedad sofocante había desaparecido. Perfecto para rodar.

20 minutos -de nuevo- fue lo que tardamos en recorrer la distancia entre La Jarosa y el Castañar. Un ritmo bastante bueno, para los 4,5 kilómetros de camino. 13’7 km/h de media. No estaba nada mal, si lo comparamos con los 17 km/h de media del anterior tramo de asfalto. Teníamos por delante el Camino de los Toros, que nos habría de llevar hasta Almodóvar. Casi todo bajada, salvo un último repecho, antes de llegar a la casa de la Porrada. Nada complicado, si no fuera porque los riñones me estaban haciendo trizas. Tanto fue así, que justo antes de llegar a la Porrada, tuve que detenerme a dejar descansar la espalda, y recolocarme la faja lumbar. Algo que me vino de fábula. Una vez de nuevo en marcha, y pasada la Porrada, empezamos la larga bajada. El primer tramo por dehesa fue sencillamente genial. No tardamos mucho tiempo en salir al calvero que forma el cortijo de Villalobillos, y que supuso un pequeño descanso en la bajada. Fue en este punto en el que nos encontramos a los primeros ciclistas del día, si bien es verdad que en el tramo entre la Jarosa y Valdejetas habíamos visto marcas de otros dos ciclistas que llevaban nuestro mismo itinerario.

Una vez pasamos Villalobillos, reanudamos el largo descenso hasta Almodóvar, si bien esta vez por asfalto. Un asfalto viejo, quebrado, muy agresivo y adherente. Un asfalto lleno de baches que me hizo echar mucho de menos mi Ghost de doble suspensión. Una bajada asfalto que me hizo trizas los riñones, y que jamás me hizo alegrarme tanto en mi vida de llegar a un sitio donde hacer una parada. Para mi sorpresa, eran las 10:40h de la mañana cuando llegamos a Almodóvar. En mi mejor previsión no esperaba estar allí antes de las 12:30h. Ángel, que sí era más optimista, contaba con estar a las 10:30h-11:00h. Y la verdad, no había estado demasiado desencaminado. Es más: lo había clavado. Aunque también hay que decir que nos habíamos saltado una de las escalas previstas.

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Hicimos una escala de unos 30 minutos, en la que dimos buena cuenta de unas excelentes tostadas, antes de seguir nuestra marcha. Llevábamos 39 kilómetros de etapa, y habíamos ya superado lo más difícil del día. Lo que teníamos por delante era ya más una lucha contra nosotros y nuestro cansancio que contra el terreno en sí. Estábamos en el valle del Guadalquivir, y la vuelta a Córdoba la íbamos a hacer por vía verde. Cierto es que teníamos por delante otros tantos kilómetros, pero el principal esfuerzo era ya dosificarse de manera adecuada.

Reemprendimos la etapa a las 11:05h. Cruzamos la carretera de Posadas, y tomamos la carretera que une Almodóvar con Guadalcázar. Esta carretera transcurrre en parte sobre el viejo camino de Almodóvar a Guadalcázar, que era en realidad nuestro recorrido. Este camino no tiene ninguna complicación: une casi en línea recta ambos pueblos. Lo único complicado es saber dónde tienes que abandonar la carretera. Algo que el trazado de ésta pone sumamente fácil, ya que es precisamente la carretera la que abandona el trazado del camino en un fuerte giro a izquierdas, que deja surgir el camino justo ante tus ojos. Un camino rodeado de olivos, sin pérdida posible.

Entramos en Guadalcázar a las 11:35h., tras apenas media hora de recorrido desde Almodóvar, para los algo más de 10 kilómetros de distancia. Descartamos afrontar la dura subida que se nos ofrecía hasta el castillo del pueblo, y optamos por entrar al pueblo desde la entrada de la carretera de Córdoba. Como había dicho, se trataba de regular las fuerzas y de no reventar inútilmente. Así pues, cruzamos el pueblo y tomamos la carrerera que lleva a la barriada de San Vicente, surgida en el lugar que ocupaba la desaparecida estación de Guadalcázar. Camino de la barriada, Ángel notó cómo una de sus calas no enganchaba correctamente en el pedal correspondiente. Nos detuvimos a ver lo que pasaba, y descubrimos el origen del problema: uno de los tornillos del anclaje de la bota se había partido, por lo que el anclaje se encontraba desplazado de su posición original. Continuamos hasta la entrada de la vía verde, y allí aprovechamos para hacer una pequeña parada, e intentar arreglar el problema.

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Una vez realizado el breve descanso, y recolocado de manera precaria el anclaje, reemprendimos la marcha. Estábamos al filo del mediodía, e iniciábamos la vuelta a Córdoba. A esas alturas llevábamos ya entre pecho y espalda más de 50 kilómetros de etapa, y casi cuatro horas de marcha. Nos separaban 15 kilómetros de Valchillón, y 19 de Córdoba. Volamos por esos 15 kilómetros, a una media de 23 km/h. Llegamos a Valchillón a las 12:35h, y seguimos sin pausa hasta entrar en la ciudad. El tramo más pesado, como no podía ser menos, fue el que una la Torrecilla con el puente de San Rafael. Un tramo paralelo al río de grava con bastante mala idea. Sobre todo si a esas alturas llevas ya en el cuerpo la paliza que nosotros llevábamos.

Entramos en Vallellano a las 13:00h. Cruzamos el parque de Ciudad Jardín y bordeamos la estación, camino de Arroyo del Moro. ¿Por qué un itinerario tan poco habitual? Porque el fin de etapa estaba marcado en cierto bar de la zona, que los sábados ofrece caña y tapa a un euro. Y es que ese premio de fin de etapa era algo que nos habíamos ganado sobradamente. Llegamos a la meta a las 13:13h, tras 5 horas y 17 minutos de recorrido. Y estos fueron los trofeos que se nos ofrecieron:

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En cuanto a la distancia en sí, mi velocímetro tuvo algunos problemas con el soporte para el móvil que había improvisado, y esa jornada no dio mediciones fiables. Así que nos restaban el GPS y el velocímetro de Ángel. Mi GPS indicaba una distancia de 79’289 km., y el velocímetro de Ángel 84’77:

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¿Cuál era la medida exacta? ¿Habíamos llegado al objetivo de los 80 kilómetros? En cualquier caso, luego nos quedaba volver a casa desde Arroyo del Moro, así que el objetivo de los 80 kilómetros había quedado ampliamente superado, en cualquiera de los dos casos. Y habíamos hecho el recorrido de la etapa en un tiempo excelente, mucho mejor del que yo había calculado. Así que no cabía ninguna duda: la de ese día era una etapa para recordar.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro de Ángel): 84’77 km.
  • Distancia (según el GPS): 79’289 km.
  • Tiempo de etapa: 4h 32m 06s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 5h 16m 54s
  • Velocidad media: 16’58 km/h
  • Velocidad máxima: 47’1 km/h
  • Pulsaciones medias: 146
  • Pulsaciones máximas: 178
  • Consumo medio de calorías: 1060 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1370 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 4h 22m 45s
  • Consumo total de calorías: 5518 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 122BC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Brutal 3. Los Morales – Ermitas – Cruce de Trassierra – Almodóvar – Guadalcázar – Vía Verde de la Campiña

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12 oct 11 Etapa ciclista: Vía Verde de la Campiña – Mirador del Toro (09/10/2011)

El pasado domingo salí a rodar con Mané en Córdoba. Hacía ya casi un mes que no rodaba por allí, y tengo que admitir que estaba loco por coger la bici por la zona. Pero contra nuestra costumbre, escogimos una etapa alejada de nuestro principal teatro de operaciones, y en vez de rodar por la Sierra, pusimos nuestros ojos en la Campiña. Tenía conocimiento, gracias a unas guías editadas por el Ayuntamiento, de la existencia de un mirador sobre la Cuesta del Espino. Y como nos pareció un recorrido interesante, y que a la vez se salía de la norma habitual de nuestras etapas, decidimos recorrerlo.

La etapa fue, en todos los sentidos un tanto atípica. Aparte de por el recorrido en sí, de nuevo nos volvimos a encontrar Mané y yo rodando en solitario. Y para colmo, empezamos la etapa en una hora especialmente tardía (las 10:20h), hecho que vino dado porque yo quería ver la carrera de fórmula 1 en la que Sebastian Vettel acabaría proclamándose campeón del mundo de F1 2011, y Mané había salido de farra la noche anterior. El recorrido era, por otro lado, un tanto peculiar: un enlace bastante largo con el comienzo de la vía verde, un tramo de vía verde, y finalmente un recorrido circular por la campiña, antes de volver por el mismo tramo de enlace. Y que para colmo, prometía subir de los 50 kilómetros.

Así pues, empezamos a rodar a las 10:20h. El día estaba aún algo fresco, por lo que no lamentamos en exceso salir tan tarde. Sin excesivas ceremonias atravesamos Córdoba y pasamos el puente de San Rafael, para tomar el Cordel de Écija, y seguir hasta la Torrecilla en paralelo al río. Al final de la Torrecilla, entramos en la carretera de Guadalcázar hasta llegar a la estación de Valchillón, y en el silo de cereales entramos en la Vía Verde, por donde empezamos a rodar al filo de las once de la mañana. No pude menos que comparar el firme de la vía con el de la vía verde de la Sierra Norte de Sevilla, que había recorrido en mi etapa anterior, y hay que admitir que no había color, pese a que la vía verde de la Campiña cuenta con un ligero asfaltado. Pero también tengo que admitir que disfrutaba más con ese tipo de firme más irregular. Raro que es uno. :mrgreen:

Tras 25 minutos de rodar tranquilamente por la vía verde llegamos hasta el Túnel de las Tablas. Al otro lado de éste era donde empezaba nuestra etapa propiamente dicha. Junto al antiguo apeadero tomamos un camino que nos llevó hasta lo alto de la loma que es atravesada por el túnel. Allí comienza el sendero delimitado por el Ayuntamiento, y que no es otro que una vereda pecuaria que comunica el valle del Guadalquivir con la campiña. La sorpresa vino dada por el nombre de la vereda: Camino de las Tablas, o Vereda de la Canchuela, que para nosotros -aunque en su vertiente más septentrional- es una vieja conocida.

Así pues, empezamos a rodar en dirección al toro de osborne. Estábamos en plena campiña: un paisaje de lomas cerealistas, sin apenas un árbol a la vista, y por supuesto, sin una sola sombra en la que guarecerse de un sol que cada vez empezaba a resultar más mordiente. Y con continuas subidas y bajadas por caminos pedregosos en un paisaje en el que apenas tiene como escasos testigos de la civilización aislados cortijos que pueden medir su edad en centurias. Lo dicho: un magnífico contrapunto. Así pues, recorrimos los casi 8 kilómetros que nos separaban del mirador en este paisaje desolado, pero a la vez de una belleza singular. Llegamos al mirador a las 12:15h, y hay que admitir que la escena -la tierra marrón-dorada, el infinito cielo azul, el negro de la autovía y del Toro, y una solitaria encina- era de una belleza extrema en su estilo.

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Ya que estábamos allí, continuamos hasta alcanzar la autovía. Contemplamos el nudo de comunicaciones en el que nos encontrábamos: la vieja nacional IV, con múltiples trazados abandonados en el difícil tramo de la Cuesta del Espino, la carretera de Málaga, la vereda pecuaria… Todo ello aderezado de un enternecedor pinar que no se sabe bien cómo había resistido en la zona.

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Descansamos un rato, a la sombra de una torre de la luz, y pronto emprendimos la vuelta. Nos decidimos por tomar una variante del recorrido: en vez de desandar nuestros pasos, optamos por tomar la senda Galiana (que es otra manera de llamar a la Vía Augusta, ya que ese es el origen de esa senda), y bajar hasta el valle del Guadajoz, para girar a continuación a la izquierda y retomar la vía verde junto al puente sobre este mismo río. O al menos, eso es lo que pretendía que hiciéramos un recorrido que había encontrado en Wikiloc, pero que me inspiraba algunas dudas, ya que en algunos tramos parecía cruzar campo a través. El caso es que nos decidimos a explorar la zona. Total, ya metidos en vereda, no era cuestión de desaprovechar las ganas. :) Y así, tomamos una última panorámica antes de tomar el camino de vuelta.

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Desandamos nuestros pasos hasta llegar al cortijo de la Navazuela, donde giramos a mano derecha en dirección al valle. Descendimos por las Umbrías del Judigüelo, por la antigua vía romana de la que no quedaba más que el nombre y el trazado. Tras un rápido descenso, llegamos a una intersección con un camino que giraba a la izquierda, en fuerte ascenso. Allí nos encontramos con el primer problema: la ruta de Wikiloc, en efecto, se adentraba campo a través por la campiña, por algo que no cabe más que calificar como presunta senda de tractor. Y es que ni eso estaba claro. Nosotros, visto lo visto, seguimos por la senda Galiana, que pronto nos llevó hasta el camino de servicio de la A-4. Pasamos por la espalda de la gasolinera de Repsol, y seguimos en paralelo a la autovía, hasta llegar hasta un camino de servidumbre de cortijos que surgía a la izquierda, y que era precisamente el que llevaba de nuevo a la vía verde.

Pasamos por algunos cortijos, algunos con aspecto de estar abandonado, y otros en explotación, y nos internamos de nuevo en la campiña. Por suerte esta vez, apenas tuvimos que subir ni bajar, si bien es verdad que bordeamos algunos cerros tremebundos, por los que descendían pistas que prometían emociones fuertes. Emociones que quedarán para posteriores etapas.

A las 13:30h nos reincorporamos, tras 41 kilómetros de etapa, a la vía verde. El calor picaba ya bastante, y empezábamos a estar algo machacados. Cruzamos de nuevo el Guadajoz, y salimos poco después de nuevo a la carretera. La etapa en sí estaba finalizada, pero aún nos restaban 12 kilómetros de enlace con nuestras casas. Un rato de paseo, que nos tomamos como tal.

Rodamos tranquilamente por la carretera, y llegamos a la Torrecilla. Esta vez optamos por atravesar el polígono, en vez de tomar la pista de tierra pararela al río -el Cordel de Écija-, al que nos reincorporamos posteriormente. Una vez en el puente de San Rafael tomamos el carril bici, y ascendimos por la avenida del Corregidor, Conde Vallellano, la Victoria y la Avenida de Cervantes, para volver a casa atravesando el Vial Norte y tomando la Avenida del Tenor Pedro Lavirgen. Por último, cruzamos Escultor Fernández Márquez, y subimos por Escultor Ramón Barba para llegar a la Asomadilla. Finalizamos el recorrido a las 14:25h. Había sido una etapa atípica, una etapa larga, y una etapa de mucho rodar. Pero una etapa que había valido la pena.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/10/09: Mirador del Toro (Cuesta del Espino) en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los que siguen:

  • Distancia (según el velocímetro): 57’93 km.
  • Distancia (según el GPS): 55’4 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 33m 12s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 05m 24s
  • Velocidad media: 16’05 km/h
  • Velocidad máxima: 42 km/h
  • Pulsaciones medias: 139 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 182
  • Consumo medio de calorías: 990 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1410 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 3h 14m 21s
  • Consumo total de calorías: 4811 kcal
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15 jun 10 Entrenamiento ciclista: Vía Verde la Campiña

El pasado domingo, aprovechando que estaba en Córdoba, mi padre y yo salimos a hacer algo de entrenamiento de cara a la preparación del próximo Camino de Santiago que vamos a recorrer: la Vía de la Plata desde Zamora. Optamos por realizar una etapa de rodaje, y escogimos, por sus buenas condiciones para ello, la Vía Verde de la Campiña.

Salimos a las 9:30 de la mañana, y descendimos hasta el puente de San Rafael, para tomar el camino que recorre la margen izquierda del Guadalquivir hasta la presa y el molino de Casillas, desde donde pudimos contemplar el avanzado estado de la construcción del puente de Ibn Firnás:

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El río, a su paso por la central de Casillas, muestra aún un buen nivel de agua. No en balde, en las pasadas crecidas, estuvo a punto de causar un importante destrozo en la obra del puente. Aún hoy ofrece unas llamativas imágenes:

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La obra del puente y de la Ronda que enlaza con la carretera de Palma del Río y la A-4 ha hecho necesario desviar la carretera que comunica el polígono de La Torrecilla con Valchillón y Guadalcázar por la margen izquierda. El recorrido es ahora algo más largo, pero evita la primera parte de la subida de la terraza del río hasta la chatarrería. El resto de la carretera, hasta la estación de Valchillón permanece sin cambios.

La vía verde se toma junto al silo de cereales emplazado junto a la estación de Valchillón, donde, históricamente, se separaban las vías férreas de Málaga y de Marchena. Esta última no perduró como medio de transporte ferroviario, y es lo que hoy en día se conoce como la vía verde de la Campiña. Desde mi última etapa por ella, hace ya casi dos años, la vía verde ha sufrido sutiles pero importantes cambios: existen más áreas de servicio y mejor acondicionadas, y las arboledas a lo largo de la vía empiezan a mostrar lo que algún día pueden llegar a ser, y que supondrán un gran alivio para las solaneras de verano. Solaneras que, por cierto, no hicieron acto de presencia este domingo. Más bien eché de menos, en algunos momentos, un maillot de manga larga. Algo inaudito.

La etapa no tuvo excesiva complicación hasta el túnel de Las Tablas (o de Los Champiñones, para los amigos). Seguía sin luz desde el robo de los paneles solares, si bien esto no representó demasiado problema para cruzarlo. El problema vino después.

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La salida del túnel se hallaba completamente embarrada. Pero hasta decir “basta”. Es algo conocido que la vertiente suroeste (dirección Guadalcázar) del túnel es bastante más húmeda que la noreste, pero no esperaba encontrarme tal cantidad de barro a esas alturas del año. Con gran dificultad pude recorrer los escasos 200 metros que separan la salida del túnel de la estación de Las Tablas, a donde llegué con las ruedas completamente embarradas.

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Mi padre, sin embargo, se quedó clavado a la salida del túnel. Inconvenientes de llevar cubiertas de 26×1.5”. Así que decidimos emprender la vuelta a casa. Por desgracia, no iba a ser tan fácil. Al tratar de volver al túnel, me quedé completamente clavado en el barro. Éste se había acumulado en la horquilla delantera, en torno al eje del pedalier, y alrededor del freno trasero. Se había acabado para mí el dar pedales. Y encima, al echar pie a tierra, me llevé de regalo dos masas de barro arcilloso adherido a mis zapatillas. El túnel de los Champiñones atacaba de nuevo…

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Quitamos como buenamente pudimos (bidón de agua, cañas, y con los dedos) el suficiente barro de las bicis como para que las ruedas volvieran a girar, y nos dirigimos hasta la estación de Valchillón, donde hicimos un pequeño alto. Reemprendimos la etapa hasta la Torrecilla, donde limpiamos las bicis con agua a presión en una gasolinera. Y desde ahí, a casa. 40 kilómetros de etapa que nos ventilamos en algo más de tres horas:


Ver Vía Verde de la Campiña en un mapa más grande

Una bonita manera de pasar un domingo.

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