El viernes 28 de enero realicé una etapa circular por Sevilla. La excusa era probar un nuevo sillín de carbono que hace algunas semanas había comprado por Aliexpress y que acabé instalando en la Fuji urbana, pero la verdad es que me apetecía algo de rodar tranquilo por la ciudad antes de volver a Galicia. En principio mi idea era colocar el sillín en la Super BH L6000 Gravel, pero las guías del sillín son ovaladas en vez de circulares, y no encajan adecuadamente en el adaptador de la tija de la BH, así que tuve que cambiar mis planes.
El recorrido fue bastante convencional. Salí a las 17:15h de Santiponce, y fui a Sevilla por mi recorrido habitual hasta el Estadio Olímpico. Allí, en vez de salir por donde siempre para entrar en La Cartuja, seguí recto por el carril bici que sigue hasta el Puente de Alamillo por debajo de la calzada de la SE-30. Una vez finaliza, bajé hasta el parque del Alamillo, para subir de nuevo hasta el Puente, y llegar a Sevilla en la rotonda de la bandera de España.
Luego seguí por el río, pasando junto a Plaza de Armas, la Torre del Oro y el muelle de Nueva York, hasta llegar a la altura del Parque de María Luisa. Dejé el río, y me encaminé hacia la Plaza de España, donde estuve tomando algunas fotos.
Después de dar una vuelta por la plaza, seguí por el parque hasta llegar a la recientemente restaurada Glorieta de Cervantes, donde tomé algunas fotos con las repuestas esculturas a Don Quijote y Sancho.
Después de esto, tomé un rato la Avenida de La Palmera hasta llegar al Puente de las Delicias. Allí crucé de nuevo el río, para tomar el carril bici que pasa junto a la base de Tablada, y salvar el SE-30 por el paso ciclista. Desde allí, me dirigí al Parque Vega de Triana y a La Cartuja. Crucé el brazo vivo del Río por el viejo puente del ferrocarril de Camas, y seguí por el antiguo trazado del mismo, hasta llegar a la vieja estación de Camas.
Salí de Camas de igual manera siguiendo el viejo trazado del ferrocarril, y al llegar al polígono, lo dejé, para retornar a Santiponce por el carril bici. Acabé llegando a casa a las 18:51, tras haber recorrido 29’1 kilómetros de bonita etapa. En cuanto al sillín, bastante bien. Una buena compra.
Datos de la etapa:
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El domingo 23 de enero realicé una etapa etapa ciclista por Sevilla, que tuvo como característica principal que hice un enlace en tren, en concreto en el cercanías que va de Santa Justa a Cantillana, a fin de poder recorrer una zona de la Sierra Morena sevillana que era desconocida para mí. Empecé la etapa en Santiponce, pasadas las 8:00h. Me encaminé hacia la estación de Santa Justa de Sevilla, haciendo parte de mi recorrido habitual del trabajo, llegando hasta el Estadio Olímpico, para bajar hasta el puente de la Barqueta, y luego tomar la ronda histórica junto a la Macarena. Llegué con tiempo sobrado a la estación, y allí estuve haciendo algo de tiempo mientras llegaba el cercanías.
Una vez llegó el tren, esperé tranquilamente hasta que llegamos a la estación de Cantillana, donde empecé a rodar de nuevo, sobre las 9:25h.
Hice una parada poco después, una vez pasé la presa de Cantillana, una de las que regulan el caudal del Guadalquivir, antes de su llegada a Sevilla.
Pasado el río, llegué poco después a Cantillana, que atravesé rápidamente antes de cruzar sobre el río Viar. Una vez pasado el río, llegué a una rotonda que tomé a mano derecha, junto al restaurante Casa Navio, en la que tomé una pista asfaltada por urbanizaciones. Al cabo de un rato, tomé una pista en ascenso a mano izquierda, que acaba llevando a la pista de mantenimiento del canal del Viar.
Los siguientes 15 kilómetros transcurrieron por la pista de mantenimiento, que en suave ascenso y tras múltiples vueltas y revueltas, acaba llegando hasta las cercanías del embalse de Melonares. La pista no tiene grandes dificultades, salvo un par de acueductos, que uso salvé sobre el mismo, y otro siguiendo la pista, que se desvía en acusado descenso, y luego en ascenso. Aparte de esto, el único punto a salvar es la finalización de la pists: ésta termina de una manera abrupta, ante una cancela cerrada, y con una verja que rodea todo el perímetro. Se puede salir por una abertura que alguien ha practicado en la misma, y que permite salir a un camino que lleva a la carretera C-433.
Una vez en la carretera, comencé un ascenso por la misma en dirección a Castilblanco de los Arroyos. Un ascenso de 4 kilómetros por carretera de montaña recién reasfaltada, con una pendiente bastante constante del 6-7%, y que llegaba en determinados puntos al 9%. Nada especialmente complicado, pero que requería de constancia.
Paré a media subida en una llamativa fuente encalada que se abría a mano izquierda, bajo una higuera, para luego continuar mi ascenso hasta la cumbre. Desde allí me desvié a la izquierda, con la idea de tomar una pista que había visto cartografiada y que me podía llevar hasta Castilblanco, pero a los 1,7 kilómetros, me encontré con una cancela cerrada. Ante la duda de si podía transitar por allí o no, opté por volver sobre mis pasos, y encaminarme hacia Castilblanco por carretera.
Llegué a Castilblanco pasadas las 11:40h, con ya 48 kilómetros de etapa en las piernas. Hice una breve parada junto al abrevadero que hay en la salida del pueblo en dirección a la urbanización de La Colina.
Tras un rato de descanso, y habiendo agotado el agua que llevaba, volví a rodar. Me notaba las piernas flojas, y tenía la sensación de estar pagando por adelantado el exceso de kilómetros. Por suerte, tenía algo de bajada por carretera para recomponerme, y luego la bajada por la trialera del Camino de Santiago. Las sensaciones en ambas bajadas no fueron nada de buenas, si bien luego pude ver que ¡había batido mi mejor marca en la bajada del Camino de Santiago! En realidad, no era algo demasiado sorprendente, porque ya había podido ver la última vez que estuve por allí que se había arreglado bastante el camino, haciéndolo más sencillo para rodar.
Una vez que llegué al polígono industrial que marca el final de la trialera, crucé la carretera, y me encaminé a Guillena por la pista de tierra paralela a la carretera. Crucé el Rivera de Huelva por el vado, y entré en Guillena por su campo de fútbol. Seguía con las piernas flojas y estaba seco, así que a la salida de Guillena, paré en la gasolinera de Repsol a comprar una botella de Aquarius y unas galletas que me dieran algo de azúcar que echar al estómago. Eran ya las 13:00h, llevaba ya más de 70 kilómetros en las piernas.
La parada me vino estupenda. Eché el resto del Aquarius en el camelback, y me dispuse a volver a Santiponce por la pista de mantenimiento de Emasesa. Las sensaciones ya no eran nada malas, y de hecho, estuve rodando de manera bastante consistente. Al llegar al vado del Arroyo de Los Molinos, pude echar una mano a unos moteros que estaban rodando por la pista, y que no veían claro el poder cruzar el vado, ya que siempre se encuentra embarrado y con agua, no siendo para ellos una opción salvarlo por la viga de acero que hay en la arboleda. Tras recomendarles un trayecto, seguí con mi recorrido de vuelta a Santiponce. Acabé llegando a las 13:46, con un total de 85 estupendos kilómetros en las piernas. Y allí, para celebrarlo, me tomé una estupenda Paulaner en la puerta de casa, al solecito.
Datos de la etapa:
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El domingo 25 de abril de 2021 realicé una de las etapas más largas que he hecho hasta ahora en Sevilla en particular, y prácticamente en general. Y todo eso en un día en el que no tenía previsto salir a rodar debido a la amenaza de lluvia. Tenía alguna idea malsana de salir a rodar con agua; de hecho, había preparado algunas cosas en la bici para salir a rodar con lluvia, pero siendo sinceros, no tenía en mente realmente salir lloviendo. Al menos, no mucho. Pero el caso es que la mañana, frente a lo previsto, se levantó sin agua, aunque cubierta, y no me pude resistir. Empecé a rodar unos minutos después de las 8 de la mañana, con una mochila equipada con un impermeable, y los teléfonos protegidos con bolsas herméticas, además de haber cogido unas botas de trabajo cerradas hasta el tobillo. La mañana no estaba muy fría, unos 14ºC, así que pude salir en manga corta.
Me encaminé con la bici de carbono hacia la pista del Camino de Santiago hasta Guillena, que realicé completamente en solitario. Al llegar a la altura de la perrera, giré a la derecha por el trazado antiguo del Camino de Santiago, en vez de hacerlo a la izquierda como realizamos de un tiempo a esta parte. Mi idea era comprobar si se podía vadear adecuadamente el arroyo de la Carrascosa, cercano a Guillena. Resultado negativo: no solamente el arroyo está aún más pestilente que nunca, con las aguas prácticamente de color negro, sino que éste se ha comido la ribera, de tal manera que hay una buena caída hasta el cauce. Es más, tanto se ha comido los márgenes que amenaza con tragarse los eucaliptos centenarios que hay junto al arroyo, y que ya muestran amenazadoramente sus raíces. Al menos no tuve que volver sobre mis pasos, ya que hay una senda que bordea el arroyo hasta llegar a la gasolinera a la entrada de Guillena.
Una vez en Guillena, seguí las marcas del Camino de Santiago, en vez de cruzar el pueblo por su calle principal. Las marcas me llevaron junto a la iglesia, y posteriormente junto al polideportivo, para vadear el Ribera de Huelva, en vez de pasarlo sobre el puente. Por suerte, llevaba poca agua y no fue mayor problema. Ya en la margen izquierda, pude llegar hasta el polígono industrial siguiendo un camino junto a parcelas, en vez de ir por la habitual carretera. Una interesante variación. Llegado al polígono, empecé la subida por la trialera del Camino de Santiago. Fue muy llamativo ver cómo había cambiado la subida, después de algunos años sin circular por allí. Supongo que en parte por la pandemia, el camino se notaba muy poco transitado, de tal manera que la vegetación cerraba mucho más de lo habitual hace unos años el camino, llegando a ser verdaderamente estrecho en algunos puntos.
Más arriba me encontré con otro cambio a peor. Una vez que entras en la zona de olivares, y antes de alcanzar el primer paso canadiense, existía una plantación de frutales a mano derecha, que ha desaparecido completamente. Todos los árboles han sido desarraigados, quedando ahora un campo de rastrojos. Por lo que posteriormente pude ver en Google Earth, el arboricidio sucedió en algún momento entre junio y julio de 2019. Estamos hablando de más de 10 hectáreas de frutales completamente arrasados. Triste, muy triste. Pero con todo, no era eso lo peor. Una vez pasada el primer paso canadiense, se entra en el tramo de dehesa, que sigue siendo espectacularmente hermoso. Poco a poco se empieza a subir, para llegar al primer tramo técnico, el paso de las pizarras. Divertido, pero cada vez más sencillo, debido al paso de múltiples personas. Tras pasar ese tramo, y antes de llegar a El Barracón, existían unos tramos técnicos tremendamente divertidos: cárcavas, zonas pedregosas, trampas de arena… que hacían las delicias de los que nos gustan los terrenos complicados. Ya no existen. Alguien ha pasado con una niveladora, rellenando zanjas, arrancando piedra viva, y vertiendo zahorra para aplanar el camino. Admito que es más sencillo de recorrer, pero donde antes el paso era para personas y para bicis de montaña, ahora puede hacerlo -y doy fe de que lo hacen, por las marcas de rodadas- todoterrenos sin dificultad alguna. Y camino arriba la cosa sigue en el mismo plan. Pasado El Barracón había una zona muy técnica que ha desaparecido completamente.
Tras salir de la ex-trialera, llegué a la pista que comunica con la carretera de Castilblanco, que ha sido también muy mejorada. Solo le falta estar asfaltada. Y no lo digo como algo bueno. Sin mucho trámite, salí a la carretera, y subí hasta Castilblanco, con algo de viento de cara, y amenazando lluvia. Sí me pude fijar que existe una senda en paralelo a la carretera, que no tengo dudas de que tomaré la próxima vez. Por lo menos, proporcionará algo de diversión. Entré en Castilblanco -30 kilómetros de etapa a esas alturas- a las 9:50h, y sin detenerme mucho, salí del pueblo por el camino que lleva a Burguillos, alcanzando la cota máxima de la etapa, 368msnm. Aunque ya lo había recorrido varias veces de Burguillos a Castilblanco, era la primera vez que iba a hacerlo en sentido inverso. Y tal hito merecía ser inmortalizado en vídeo, para lo que aproveché un acople de GoPro ubicado en el sillín, y mirando hacia atrás. Una toma interesante.
Este tramo de la etapa fue bastante divertido, pese a que noté una holgura bastante molesta en la horquilla de la bici, lo que me hizo ir con algo más de cuidado de lo habitual. Sobre todo porque este tramo era bastante pedregoso e irregular. Todo lo que había echado en falta en la trialera del Camino de Santiago.
Las vistas, pese a todo, compensaban el esfuerzo y la paliza.
En un momento dado, y en uno de los múltiples cruces, me equivoqué de camino. No tardé mucho en notarlo, pero valió la pena, ya que llegué a una casa en ruinas bastante interesante.
Recuperado el rumbo, no tardé en salir a la pista que baja hasta un área recreativa cercana a Burguillos, y desde allí, en rápido descenso, a la propia Burguillos. Apagué la cámara, y seguí con mi camino. Salí de Burguillos por la carretera de Guillena, que no tardé en abandonar, para tomar la pista de mantenimiento del canal de riego de El Viar. Esta pista me llevó, ya sin dificultad alguna, hasta La Algaba, pasando previamente por San Ignacio del Viar y las cercanías de Torre de la Reina. Llegado a La Algaba, la vuelta a Santiponce fue por carretera, dando por finalizada la etapa a las 11:40h, tras 68 kilómetros de una etapa tan estupenda como tan improvisada.
Datos de la etapa
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El domingo 28 de marzo, de nuevo en Sevilla, realicé una etapa ciclista con Miguel y Manolo, consistente de bordear el río Guadalquivir a su paso por Sevilla. La idea era hacer kilómetros para ir cogiendo fondo, y a fe que se cumplió. Quedamos temprano, a las 8:30h, en la Isla de la Cartuja. En realidad, fue más temprano de lo previsto, debido a un error al interpretar el cambio horario de esa misma noche. A las dos pasaban a ser las tres, y no al revés. Cosas de organizar la etapa cansado, en mitad de un viaje. El resultado del mismo es que cuando salí de Santiponce aún era de noche, y tuve que acoplar una linterna al manillar de la bici para poder ver algo. Y es que en mi caso, decidí empezar a dar pedales desde casa, a fin del complementar un poco el trayecto.
Como se puede ver, escogí para la etapa la Super BH L6000 Gravel, que entre unas cosas y otras no había utilizado desde el verano anterior. No es necesario decir que representaba un enorme cambio con respecto a la bici que vengo cogiendo últimamente, la Giant de 26” con doble suspensión. Esto viene a ser todo lo contrario: ligera, sin suspensión alguna, manillar de cabra, doble plato con el mayor de 46 dientes, y ruedas bien finas (unas 700×32). Eso sí, una verdadera flecha, tanto por asfalto como por pista. Salí de casa a las 8:15h, y no tardé demasiado en llegar a La Cartuja, donde ya me esperaban Manolo y Miguel. Y es que tardé algo más de lo previsto debido a que las puertas interiores del recinto de La Cartuja estaban cerradas, y tuve que dirigirme hasta la puerta que usan los autobuses. Solventado el problema, rodamos hasta Torre Triana para allí coger el camino de la margen izquierda del Guadalquivir. Ya no abandonaríamos este camino hasta llegar al estribo izquierdo del Puente de Hierro de San Juan. Pasado este, entramos en los terrenos de la Base de Tablada por un sendero, que nos encaminó hasta un nuevo camino, que a mano derecha de nuestro avance, nos llevó hasta la cabecera norte de la pista de aterrizaje. Recorrimos los 1800 metros de pista, hasta salir por la cabecera sur, en un sendero que parte hacia el este, y que bordea el antiguo cauce del Guadaira, y la estación depuradora de aguas.
Salimos del sendero, y llegamos la carretera de la depuradora, jugándome un poco el tipo con la gravel en una zanja en la que sinceramente pensaba que me iba a abrir la crisma. Ya en la carretera, tomamos en sentido sur la carretera de La Esclusa, hasta llegar a las mismas.
Una vez allí, decidimos variar el programa, y en vez de retornar por el mismo camino, bordeamos la cabecera del canal Sevilla-Bonanza, y volvimos a Sevilla por la Avenida de la Raza. Subimos hasta el puente de las Delicias, y allí cruzamos la Dársena, para entrar de nuevo en Tablada. Pasamos junto a la antigua CASA (hoy Airbus) hasta llegar al paso de la SE-30 que permite ganar el Puente de Hierro de San Juan. Cruzamos el río, y ya en la margen derecha, subimos junto al río hasta llegar al Puente de la Señorita, en Camas, para entrar en La Cartuja. Paramos en Torre Triana para tomar un café en el Starbucks (lástima no haber recordado que la cafetería del Museo de Arte Moderno estaría abierta), y finalizamos la etapa junto a nuestra oficina. Y ya desde allí, el trámite de volver a casa, para complementar 50 kilómetros de etapa.
Datos de la etapa
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No puedo cerrar esta historia sin contar nuestra vuelta a Andalucía. Como no podía ser menos, volvimos en coche hasta Córdoba, en un viaje de 5 horitas de coche. De nuevo por la N-330 hasta Utiel, para tomar posteriormente la A-3, la A-43, y por último, la A-4 hasta Córdoba, aunque con una parada bastante especial: Las Navas de Tolosa.
En mi caso, no me demoré mucho en mi ciudad, ya que tenía que volver a Sevilla esa misma tarde en un media distancia que no había conseguido reservar en Valencia, pero cuya reserva -bici incluida- sí pude hacer por Internet.
Ya en Sevilla, en vez de esperar el cercanías para Santiponce, me animé a cruzar la ciudad, y encaminarme a casa desde la Estación de Santa Justa. Lo que tampoco era un gran drama. Algo menos de 11 kilómetros, cruzando por la Ronda Histórica hasta el Puente de la Barqueta, luego la Isla de la Cartuja, y por último mi vuelta a casa habitual desde el trabajo, por el Estadio Olímpico y el Campo de Tiro de Camas. Nada espectacular, después de haber hecho más de 260 kilómetros con alforjas en los días anteriores.
El único aspecto molesto es algo que, en realidad, no he referido en la historia. Y es algo que ya apunté en el prólogo de este relato: el sillín. Cometí el tremendo error de estrenar un sillín ergonómico para este viaje. Un sillín pensado para cicloturismo, en teoría más cómodo que mi Selle de carreras, pero en la práctica, una verdadera tortura. Durante las 4 jornadas de viaje -recordemos, más de 260 kilómetros- me estuvo haciendo rozaduras, y provocando molestias en la ingle, que en determinados momentos llegaron a dormirme las partes nobles, además de hacerme unas muy fastidiosas rozaduras. Así que un consejo: nunca, nunca, nunca se ha de estrenar un sillín para un viaje de alforjas.
Y así, sin más, llegué a casa. Y no tardé mucho en disfrutar de una Irish IPA de Kildare -de cervezas va la cosa- con mi señora esposa, que tan pacientemente había aguantado a su señor marido haciendo el indio por ahí.
Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.
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O casi, porque hay tres pequeños detalles más:
Así quedaron las cubiertas de la bici, la delantera y la trasera. Se nota dónde iba más carga.
Tanto le gustó a Ana lo que le contamos mi padre y yo de nuestro viaje, que ese mismo septiembre ella y yo pasamos unos días de vacaciones en la zona. Camino del Cid, pero de Teruel hacia el norte. La foto sobre este texto es del puente romano de Calamocha.
También ese septiembre Arturo Pérez-Reverte publicó su novela “Sidi, Un Relato de Frontera”, sobre las vivencias de un Rodrigo Díaz de Vivar cuando era un desterrado de Castilla, que tenía que ganarse la vida en la frontera de los reinos cristianos y musulmanes. Hubiera sido estupendo tener la novela en el viaje, pero con el Poema de Mío Cid ya fuimos suficientemente ilustrados.
Y ahora sí, vale.
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