La tercera etapa de nuestro viaje, con la que ya pasábamos el ecuador del mismo, iba a ser una etapa de fuertes contrastes. Íbamos a empezarla en la montaña, y finalizarla en el mar. Empezar fuera de la vía verde de Ojos Negros, y finalizar en ella. Con una primera parte brutal, la subida de la Sierra de la Espina, y una segunda parte relajada, un continuo descenso hasta Sagunto. Y hablando de Sagunto, con final teórico en él, pero en la práctica, en Puerto de Sagunto (y, en realidad, tampoco). La etapa que más había estado temiendo, por la tremenda subida del Puerto de Arenillas con una bicicleta equipada con un único plato de 48 dientes, pero la que me había impulsado precisamente a traerla, para poder rodar cómodamente el resto del recorrido por la vía verde.
Empezamos a rodar un poco antes de las 8 de la mañana, cómo no, en subida, por el casco urbano de Montanejos. Tomamos la CV-195, que ya no abandonaríamos hasta llegar a Caudiel. Salimos con una altitud de 450 msnm, y unos 20 minutos después estábamos llegando a Montán, distante 5 kilómetros de Montanejos. Nos lo tomamos con relativa calma, pues sabía lo que se me venía encima. En realidad, era difícil no verlo, ya que la única salida era la carretera que teníamos, por un puerto de montaña que nos iba a llevar hasta los 900 msnm, en un sistema montañoso con picos que pasaban de los 1.100 metros. Una delicia.
Pasado Montán, teníamos 7 kilómetros hasta llegar al puerto. Tocaba tomárselo con calma, pues la subida, pese a no ser excesivamente dura en ningún momento, tampoco concedía muchos respiros. Fueron 40 minutos de ascenso duro, atravesado, lastrado por las alforjas y machacado por el 48 dientes. Suerte que había sido previsor y había incluido una corona de montaña en vez de la de carreras que suelo llevar habitualmente en esa bicicleta. Si no hubiera hecho así, dudo que hubiera podido subir. Mi padre, con todo, intentaba darme una rueda cómoda que seguir, gracias a su bicicleta eléctrica, pero semejante subida se me estaba atragantando. El peor momento llegó a 2 kilómetros de la cima, donde nos encontramos con una rampa del 11%, que hizo que mi cadencia de pedaleo bajara hasta las 38 rpm, y una velocidad de 3.8 km/h. Vamos, que un peatón iba más rápido que yo. Pero ahí estábamos para sufrir, y tirando de pundonor aguanté el tipo sin echar pie a tierra, y tras superar la rampa, pude volver a velocidades más normales. Una segunda pared, a 600 metros de la cima, volvió a llevarme a cadencias de 39 rpm, pero igualmente pude aguantar el tipo. Cuando llegamos al Puerto de Arenillas, 900 msnm, había trascurrido una hora cabal desde la salida, sin respiro, pero sin pausa.
Lo peor había pasado. A partir de ahí, todo iba a ser diversión. Tras las fotos de rigor, emprendimos un rápido descenso hasta llegar a Caudiel. Entrábamos en el valle del río Palancia, que ya no abandonaríamos hasta Sagunto. Sin detenernos en Caudiel, nos encontramos con nuestra abandonada vía verde de Ojos Negros. En este tramo se encuentra perfectamente habilitada para circular entre las distintas poblaciones del valle, y en paralelo a la vía férrea aún en explotación. En suave descenso nos dirigimos a la cercana Jérica, donde nos sorprendió la vista de su famosa torre mudéjar de La Alcudia.
Con semejantes credenciales no podíamos dejar de hacer un alto en el camino, sobre todo porque parte de la vía se encuentra perdida, y el recorrido a seguir cruza el casco urbano del pueblo. Paramos en el ayuntamiento a sellar nuestros salvoconductos, y allí conseguimos una nueva chapa. Tras una confusión en el camino, y recobrado el recorrido correcto, nos reincorporamos a la vía verde, y empezamos a rodar a un ritmo muy alegre hacia el mar. Pasamos junto a las poblaciones de Navajas, Altura, Soneja, Algar de Palancia, y Alfara de la Baronía. El trazado de la vía verde poco a poco iba transitando de un bosque de montaña hacia una huerta de frutales, con ocasionales túneles y trincheras de ferrocarril, así como pistas en algunos puntos donde el trazado de la vía férrea se había perdido por obras posteriores.
Fue precisamente a la salida de una de estas trincheras donde tuvimos una especie de incidente: de punta a punta de la vía verde, de casi tres metros de ancho, vimos cruzado lo que en un primer momento parecía una manguera gruesa. Íbamos aprovechando el descenso, a toda velocidad, y cuando ya estábamos casi encima, pudimos ver lo que era: una larguísima serpiente que estaba cruzada a lo ancho de la vía. No hubo tiempo de frenar, y con un tump-tump bastante siniestro le pasamos por encima. Pobre bicho. Pasado el trago, no mucho después llegamos al final de la vía verde, un área de descanso con un pequeño lago artificial, junto a la autovía y el pueblo de Torres-Torres. Allí paramos a descansar un rato, tomar un refrigerio, ya que a lo tonto, a lo tonto, nos habíamos metido entre pecho y espalda 60 kilómetros de pedaleo en algo menos de 3 horas y 3/4.
De nuevo en marcha, nos encamiamos a Torres Torres, y allí tomamos la N-234, carretera que ha quedado como vía de servicio a los pueblos de la zona, ya que la Autovía Mudéjar, trazada en paralelo, absorbe la mayoría del tráfico de la zona. Así, con poco tráfico y con tranquilidad, pasamos por Estivella, y nos dirigmos a Albalat dels Tarongers, donde sellamos, no sin cierta dificultad, los salvoconductos: y es que en el ayuntamiento del pueblo parecían no estar al corriente de la existencia del Camino del Cid y su pertenencia al mismo. La secretaria del ayuntamiento casi me hizo esperar a la alcaldesa para que fuera ella la que determinara si me podían o no estampar un sello del ayuntamiento en las credenciales. Por no liar más la situación, y tras enseñarle otros sellos de distintos puntos por los que habíamos pasado, y asegurarle que en otros sitios me lo habían sellado tanto en el ayuntamiento como en hoteles, se avino a estampillar los salvoconductos. Eso sí, con el sello del ayuntamiento, no parecían tener ninguno específico del Camino. En fin.
Tras esta inesperada pausa, seguimos camino de Sagunto por la CV-314, abandonando la N-234, y pasando por Petrés, para llegar poco después a la milenaria Sagunto, tras 73 kilómetros de etapa. Pero no era este el final de nuestro recorrido. Al no haber conseguido encontrar alojamiento en el que nos dejaran tener las bicis, habíamos optado por buscar un hotel en Puerto de Sagunto, población surgida de la explotación siderúrgica donde se refinaba el metal en bruto procedente de Ojos Negros, y que había motivado la construcción de la vía férrea que habíamos venido transitando. Es esta una historia curiosa: Ojos Negros es una mina de hierro a cielo abierto, que fue explotada por los empresarios vascos Ramón de la Sota y Llano y Eduardo Aznar de la Sota en 1900, cuando crearon la Compañía Minera de Sierra Menera. Además de la explotación de la mina, los empresarios construyeron unos altos hornos y un muelle junto a Sagunto, para controlar el ciclo completo de producción del metal. Sin embargo, se encontraron con un problema inesperado: pese a que la mina se encontraba muy cerca de una vía férrea previamente existente, propiedad de la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón, esta compañía quiso cobrarle unas tarifas ciertamente elevadas para transportal el mineral. Ante ello, los empresarios decidieron construir su propio ferrocarril en paralelo al existente. Este ferrocarril se mantuvo activo hasta 1972, cuando se abandonó para transportar el mineral por el previamente existente, para entonces ya propiedad de RENFE. Posteriormente, ambas compañías, la minera y la siderúrgica, desaparecerían en la posterior crisis mundial de la industria siderúrgica de los años 80. Pero para entonces Puerto de Sagunto, la población donde vivían los trabajadores de ferrocarril, altos hornos y embarcadero, había superado en importancia a Sagunto. A día de hoy vuelven a existir tanto un potente industria en la zona, como la explotación del puerto y el ferrocarril del Mediterráneo, además de una envidiable zona de playas.
Fue allí donde nos dirigimos, ya que nuestro hotel se encontraba a pie de playa. Pero no en Puerto de Sagunto, sino en la cercana Canet. Continuamos rodando hasta dar literalmente con el mar. Allí giramos a la izquierda, y cruzamos por una pista la desembocadura del Palancia, pasando por una pequeña cala junto al puerto deportivo de Canet.
Seguimos por el paseo marítimo, hasta llegar a nuestro hotel, Els Arenals. Estupendo, donde nos habían reservado una habitación en planta baja, con un pequeño patio donde poder guardar las bicis. Habíamos hecho 82,9 km de etapa, en 5h, 20m y 43s.
Almorzamos en el propio hotel, con un menú excelente, para después reposar un poco la comida. Por la tarde bajamos a la playa, y después a la piscina. Por la noche cenamos en La Tagliatella de Puerto de Sagunto. Un estupendo colofón a la etapa más larga de nuestro viaje. Y que nos abría las maravillas del último día de viaje: la milenaria Sagunto (o Murviedro -muros viejos-, tributaria del Cid), y Valencia. Valencia del Cid.
Datos de la etapa
Distancia: 88’797 km
Distancia (según el GPS): 88’79 km
Altitud ascendida: 760 m
Tiempo de etapa: 4:24:36
Tiempo desde el inicio de la etapa: 5:20:40
Calorías consumidas: 3359 kcal
Etiquetas: albalat dels tarongers, algar de palancia, algimia de alfara, altura, canet, caudiel, estivella, jérica, montanejos, montán, navajas, puerto de arenillas, puerto de sagunto, sagunto, sierra de la espina, sierra menera, soneja, torres torres, vía verde de ojos negros
Comenzamos la segunda etapa de nuestro viaje apenas pasadas las 8:00h. Durante la previa habíamos mantenido un debate sobre cómo empezar la etapa. Sabíamos que tenía que ser en subida hasta enlazar con una pista que nos tendría que llevar hasta Valbona, pero teníamos dos maneras de empezar: la primera por una pista de tierra que salía de La Puebla por la puerta de Valencia, y que constituía el camino antiguo, y la segunda, salir por la puerta de Teruel, tomar la N-234, y una vez salvado el repecho, tomar dicho camino. Dado que era temprano por la mañana, y no era cosa de empezar en frío con una cuesta del quince, optamos por lo sencillo, y subimos de manera suave por la carretera.
Como decía, una vez salvado el repecho, y a la altura de un depósito de áridos, hay que tomar un desvío a mano izquierda que, unos 600 metros después, se cruza con el camino mencionado al principio, y en cuyo cruce hay que girar a la derecha para, 750 metros después, volver a girar a la izquierda.
Este camino lleva, durante unos 8 kilómetros, en suave descenso hasta el cauce de un río donde se encuentra un cruce de caminos. En nuestro caso, seguimos las indicaciones del Camino del Cid para llegar hasta Valbona, aún a 5 kilómetros de trayecto.
Éste empieza con una subida constante de algo más de 2 kilómetros por una zona boscosa, hasta llegar a un viejo caserío, junto a la carretera A-232. Desde ahí es preciso superar una pequeña tachuela, ya por carretera, hasta hacer entrada en Valbona, a donde llegamos pasadas las 9:30h.
Desde Valbona, y siempre por una carretera casi perfectamente rectilínea y en suave pero constante ascenso, llegamos a la cercana Mora de Rubielos, distante unos 5’5 kilómetros de Valbona. Mora de Rubielos es primero de los pueblos de la zona que destaca por su monumentalidad. Cuenta con un impresionante castillo, el Castillo Palacio de los Fernández de Heredia, que resalta por su dominio sobre todo el pueblo.
Pero es imposible no fijarse en la espléndida arquitectura tradicional de la villa, y como el sitio lo merecía, decidimos hacer la primera parada seria del día, en la Plaza de la Iglesia, que es en realidad una antigua colegiata del Siglo XV, consagrada en honor de Santa María.
Tomamos café y tostadas en el bar El Escalón, donde fuimos estupendamente atendidos, aconsejados -el dueño es ciclista y ha realizado el Camino del Cid- y donde nos obtuvieron un par de plátanos para el trayecto. Además, nos sellaron los salvoconductos y obtuvimos -por fin- una nueva chapa para la colección. Un lugar imprescindible.
Tras la pausa, retomamos nuestro rodar. Salimos de Mora de Rubielos por la omnipresente A-232, de nuevo en ascenso, hasta llegar a la que -tras la salida de La Puebla de Valverde- sería a la postre la cota máxima de la jornada, con 1118 msnm, junto a la Fuente del Hocino. Poco después decidimos realizar una variación sobre el recorrido previsto. Y es que el Camino del Cid dispone de dos variantes en este punto: la cicloturista por carretera hasta Rubielos de Mora, y una bajada por pista boscosa, pensada para MTB. Como casi todo el día iba a ser carretera, insistí en esta divertida variación.
Divertida al menos al principio, con bajada por pista amplia y buena, pero que poco a poco se fue complicando con roca suelta y camino estrecho. Estupenda para MTB, pero no tanto para cubiertas lisas y alforjas. Para colmo de males, llegamos al fondo de un valle, que posteriormente hubo que remontar por la llamada Subida de los Fantasmas (donde realicé en su momento la 9ª mejor marca de todos los tiempos) hasta llegar de nuevo a la A-232. Una tortura con el monoplato de 48 dientes y las alforjas, pero ya se sabe, sarna con gusto no pica.
De vuelta a la carretera, llegamos en bajada hasta Rubielos de Mora. Es curioso el tema de los topónimos de estos dos pueblos tan cercanos. Y no sólo compiten en el nombre. También lo hacen en belleza, tanto por sus edificios singulares, como por el estupendo estado de conservación del casco urbano en su totalidad.
Sin embargo, no tuvimos tanta suerte en el tema del sellado del salvoconducto. Aunque eran las 11:30h y nos dirigimos al ayuntamiento, no conseguimos encontrar a nadie que nos sellara el mismo. Así que ni sello ni chapa, y como el calor empezaba a apretar, no era plan perder más tiempo de la cuenta en ello. Salimos de Rubielos de Mora en un nuevo ascenso por la A-232 que nos permitió disfrutar, poco después de una estupenda vista de la población, en un cercano alto.
Continuamos, esta vez en un terreno en falso llano, hasta llegar a Fuentes de Rubielos, donde abandonamos la A-232 para dirigirnos, en un espectacular descenso por carretera, hasta Olba, y desde allí a Los Lucas, última población -apenas un puñado de casas- aragonesa antes de entrar en la Comunidad Valenciana, provincia de Castellón, para más señas.
Una vez cruzada la raya provincial, no tardamos en llegar a la Puebla de Arenoso, donde destaca en gran Pantano del Arenoso, que ya no dejaríamos de bordear hasta casi llegar a Montanejos, nuestro destino en esta jornada.
Fuimos todo el rato por una carretera en continuo sube y baja junto al pantano, hasta llegar a la presa. Desde ese punto se inicia la fase final de la etapa, en un bonito descenso hasta la cercana Montanejos, que permite apreciar una espectacular orografía excavada por el río Mijares, en forma de hoces que permiten apreciar un magnífico espectáculo natural…
…pero también artificial, constituido por un túnel carretero con ventanas a las hoces, y el tremendo desaguadero de la presa, que conforma un chorro de agua constante sobre el viejo cauce.
Llegamos a Montanejos -por una vez en bajada- a las 13:30h. No tardamos en encontrar nuestro hotel, el Rosales del Mijares, que cuenta con unas estupendas habitaciones y un mejor servicio. Es Montanejos una población conocida por sus fuentes termales, sus playas fluviales, y su estupendo clima para el verano, y es algo que se nota en la idiosincrasia de la población.
Ya con la cuarta chapa de la jornada, disfrutamos de un opíparo almuerzo en el propio restaurante. La tarde la empleamos en las tareas de mantenimiento habituales, y en pasear por el pueblo. La cena la disfrutamos en un cercano bar regentado por un rumano que prepara unas hamburguesas espectaculares. Una estupenda manera de terminar la jornada. Y que vendría bien para coger fuerzas, de cara a la que se me venía encima a la mañana siguiente.
Datos de la etapa
Etiquetas: fuentes de rubielos, la puebla de valverde, montanejos, mora de rubielos, mtb, olba, puebla del arenoso, rubielos de mora, valbona