Hace algunas semanas realicé algunos cambios en la Super BH L6000 que tengo en Sevilla. En concreto, cambié el manillar tradicional por uno de estilo compacto, más ancho que el que montaba de fábrica. La idea era tener más estabilidad, al disponer de más anchura, pero me estaba encontrando con un problema: estaba notando que el cambio de radio de un manillar a otro hacía que las manetas de freno quedaran más separadas de lo conveniente para poder acceder fácilmente a ellas.
La verdad, aunque desde el punto de vista de la estabilidad estaba notando la diferencia, había perdido bastante en seguridad sobre la bici, sobre todo en descensos acusados. La solución, en principio, parecía sencilla: de los frenos MTB conocía que existen unos tornillos de ajuste que permiten acercar la maneta al manillar. Buscando algo de información al respecto, encontré que los frenos de carretera Shimano disponen de un tornillo de ajuste similar. Pero no estaba encontrando nada relativo a los Campagnolo Mirage que monto en la gravel. Después de volverme loco al respecto (e incluso encontrar información que decía que estos frenos no se podían ajustar), encontré que la solución era extraordinariamente sencilla: las manetas Campagnolo cuentan con un pasador en el mismo freno, que regula entre dos posibles posiciones del freno. A un lado, más cercanas al manillar, y al contrario, más alejadas. Es tan sólo cuestión de variar la posición del pasador. Extraordinariamente sencillo.
En mi caso, las manetas estaban reguladas en la posición más alejada. Ha sido cuestión de cambiarlas a la otra, y notar una tremenda mejora. Una pequeña tontería, pero que espero que a alguien más le ayude el saberlo.
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Recuerdo esta bici desde que era un niño: una espléndida bicicleta BH de carreras de mi tío Manolo. Debía de tener aproximadamente los mismos años que yo, y la recordaba como una verdadera joya: gris acero, con el típico manillar de cuernos de cabra, cubiertas finitas, y platos grandes como soperas. Llegado el dñía, y durante unos cuantos años, mi tío me la prestó, y la tuve en casa. Salí con ella múltiples veces, pero tengo que admitir que, llegado el momento, mi afición iba por otros derroteros. Para ser exacto -bien lo sabe quien me lea en esta página- por el ciclismo de montaña, más que por el ciclismo de carretera. Pero no por ello podía dejar de admirar la agilidad y la silueta esbelta de esta preciosa máquina. Y que, encima, era una verdadera máquina de precisión. En el tiempo que la tuve conmigo sólo tuve que cambiarle las cubiertas, ya cuarteadas después de casi una veintena de años.
Posteriormente devolví a mi tío su bici: muchas se acumulaban ya en la cochera de casa de mis padres, yo pasaba más tiempo fuera de Córdoba que en ella, y no hacía más que coger polvo, sin nadie que le hiciera caso. Así que se la devolví, pero no dejé de acordarme de ella. Quizás más adelante -al fin y al cabo, nunca se sabe- tendríamos otra oportunidad.
Y la oportunidad acabó llegando. Recientemente descubrí las gravel: una variante del ciclismo que consiste en utilizar bicicletas con hechuras de carreras, pero con neumáticos taqueados, algo más gruesos que los de cross-country, y una combinación de marchas más adaptadas para cogerlas por senderos y pistas -de ahí el nombre de gravel- con firme razonablemente bueno. Y con esta idea en la cabeza, mi tía Lourdes me ofreció la bicicleta de mi tío, ya que estaban pensando en deshacerse de ella. Me faltó tiempo para aceptar.
Tan sólo he dicho que se trataba de una BH de carreteras. Siendo precisos, es una Super BH L6000, de primeros de los años 80. Estaba tal y como la recordaba, preciosa, esbelta, algo ajada quizás, con unas cubiertas de nuevo cuarteadas. Necesitando apenas unos leves cuidados para volver a lucir espléndida. Y por fin, tras unas jornadas de mecánica, grasa, ajustes y agua y jabón, la Super BH, ahora transformada en una gravel, vuelve a lucir. No exactamente como la recordaba, pero magnífica igualmente.
Y es que los cambios han sido sutiles, pero importantes:
He conservado original el cuadro, la tija, el sillín de cuero vuelto, el manillar, los frenos de cáliper, las llantas, el desviador del plato, pedales y el juego de platos 52-42. El resultado es excepcional. No sólo desde el punto de vista estético, sino funcional. Rápida, muy rápida, y más cómoda de lo que imaginaba. Sin embargo, hay un par de cambios adicionales que aún puede que haga:
Y ahora, a hacer muchos kilómetros con ella.
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