El 24 de agosto, aprovechando que estaba pasando unos días con mis padres en la provincia de Málaga, me decidí a rodar un poco los aquellos lares. Era algo que llevaba tiempo con ganas de hacer, sobre todo porque la zona en la que tienen su piso (Manilva) es pródiga en zonas montañosas, y presentaba bastantes alicientes para salir a rodar. Así pues, me hice en wikiloc con un recorrido que parecía bastante apañado, y salí de buena mañana a rodar. Dado que no había llevado ninguna bici para Málaga, utilicé mi vieja bici de montaña, que hace años había cedido a mi padre y que él, tras haber recibido como regalo de reyes una nueva bici de doble suspensión, había llevado para Manilva.
Así pues, salí a las 8:20h desde San Luis de Sabinillas en dirección noroeste, hacia los famosos baños sulfurosos de la Hedionda, de origen romano. El penetrante olor a huevos podridos de la zona no dejaba lugar a dudas que de que me encontraba cerca de los baños, como en efecto así era. No tardé mucho en llegar hasta ellos, y quedarme impresionado -además de por el pestilente olor- por el color turquesa de las aguas del manantial. Sería cuestión de repetir la visita en otro día.
Mi idea original, una vez vistos los baños, era volver sobre mis pasos para subir por la carretera de la cantera de La Dehesilla y llegar a los aerogeneradores, para luego bajar en dirección a El Secadero. Sin embargo, camino de los baños me encontré con una sorpresa: un impresionante tajo en la montaña… ¡con indicaciones de sendero local!
Se trataba del sendero del Canuto de la Utrera, que es como se conoce a dicho camino. Se trataba de un sendero de apenas 2 kms. que ascendía directamente hasta los aerogeneradores, pasando por una interesantísima zona kárstica, en vez de por una carretera llena de camiones de cantera. Sería del género tonto no ir por él, ¿verdad?
Pues no. Era del género idiota meterse por él con bici. Aunque el paisaje era espectacular, y el sendero una auténtica preciosidad, apenas era ciclable unos centenares de metros. El resto del trayecto transcurría subiendo por pedregales, el lecho del arroyo del Canuto, y salvando peñascos de varios metros de altura. Y eso cuando no había que hacerlo todo al tiempo.
Tan dura fue la subida que tardé 35 minutos en hacer apenas 900 metros de subida. Y casi todo el tiempo con la bici al hombro. Pero aun así, mereció la pena.
Pasada la zona más complicada acabé llegando a una zona en la que el valle abría considerablemente. En ella se habían realizado prospecciones petrolíferas en los años 70, y quedaban como restos de ellas una especie de piscinas de áridos, además de un camino razonable para salir de la zona. Alcancé la carretera a las 9:40h.
Una vez en la carretera de Gaucín, tan sólo tuve que cruzarla para tomar la pista de descenso del barranco de la Zarabanda. Es una zona que se encuentra perfectamente señalizada por el ayuntamiento de Casares, del que forma parte. Así, pasando por una zona con un sorprendente alcornocal y unas vistas espectaculares, llegué sin demasiados inconvenientes a la Vereda de los Pescadores, asfaltada en esa zona.
Seguí por esa carretera en dirección sur hasta alcanzar la aldea de El Secadero, último punto habitado por el que iba a transcurrir antes de volver a bajar a la costa de Málaga. Pero antes de ello no me quedaba más remedio que volver a ascender los montes que me separaban del mar. Crucé El Secadero en dirección este, por su calle principal, y no tardé mucho en salir de la aldea. En poco tiempo terminó el camino asfaltado y empezó una pista de tierra que poco a poco fue ganando en pendiente. El calor a esa hora había empezado a aumentar, y mis reservas de agua estaban empezando a menguar peligrosamente. Ya me temía lo peor cuando, para mi sorpresa, di con dos manantiales de agua en plena subida. ¡Y con un agua fresca y de sabor excelente!
Era algo tan absolutamente sorprendente que no pude menos que pararme a inmortalizar el momento y a refrescarme en tan sorprendente regalo de la naturaleza. Una vez hecho esto, seguí subiendo, hasta alcanzar un altiplano en las cercanías del Cortijo de los Pinos. El cortijo tenía el nombre excelentemente puesto, ya que pasé a encontrarme en una zona de pinos y dunas que no dejaron de recordarme a los existentes en las cercanías de Aznalcázar, camino de El Rocío. Y como no podía ser menos, la arena era igualmente fastidiosa.
Por suerte para mí, la ruta que estaba siguiendo abandonaba esta pista arenosa poco después del cortijo, para emprender un divertido descenso por una zona trialera bastante divertida, que pronto me acabó llevando a las cercanías de la autopista, bajo la que tuve que pasar. A partir de ahí, el camino volvió a una dinámica de pista ancha, alternando subidas y bajadas en los cerros de El Alcorrín. Finalmente acabé bajando a Martágina bordeando una urbanización llamada Princesa Cristina, y pasando por la zona de la Duquesa Alta, parcialmente urbanizada por una urbanización abortada por la crisis inmobiliaria.
Una vez llegado a la autovía, la crucé para entrar en Martágina. Desde allí el camino no tuvo más interés que el seguir avanzando en paralelo a la costa, cruzando el Puerto de la Duquesa hasta volver a San Luis de Sabinillas, a donde llegué a las 11:35h. Una magnífica etapa que no hizo sino abrirme más el apetito de rodar por la zona.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Sabinillas – Baños de la Hedionda – Canuto de la Utrera – El Secadero – La Duquesa
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