El domingo 10 de febrero, para complementar la interesante etapa de la jornada anterior, salí a rodar con mi amigo Sergio, con el objeto de que hiciera su primer Guillenazo. Y es que Sergio, pese a la experiencia que acumula en etapas, aún no había realizado una de las etapas emblemáticas de los alrededores de Sevilla. Así que nos dispusimos a solucionar esta mancha en su expediente.
Salimos de Guillena a las 9:15h, con abundante acompañamiento ciclista. Y es que resulta increíble ver cómo se ha popularizado esta zona de un tiempo a esta parte. Por tanto, no nos quedó más remedio que empezar fuertes, e irnos abriendo hueco en el pelotón de gente que había decidido empezar a la misma hora que nosotros. Muchedumbre que duró poco tiempo, pues al llegar a la entrada del tramo restringido ya nos habíamos quedado solos. Y es que casi todo el mundo sube a La Cantina por ahí, siendo pocos los que afrontamos la subida al Cordel de la Cruz de la Mujer, y la divertidísima bajada de la Cuesta de La Lenteja.
Subimos a un ritmo más tranquilo, decididos a no reventar, ya que la feria era aún muy larga. Aun así, hicimos un buen tiempo, y para las 10:00h ya habíamos llegado a La Cantina, donde aún no había muestra de aglomeración. Iba a ser un buen día. Paramos poco tiempo, decididos a hacer una pausa después de salvar la Cuesta del Toro. Así que bajamos al embalse, cruzamos al otro lado del río, y con paciencia, afrontamos la subida del Toro. Quizás psicológicamente menos dura que la de la Lenteja, por aquello de que no ves sus horrorosas curvas estilo Alpe d’Huez, pero que también te destroza a conciencia con rampas sostenidas del 19%. Una buena manera de entrar en calor, sin lugar a dudas.
Coronamos la subida de la Cuesta del Toro a las 10:30h, e hicimos una breve parada, donde dimos cuenta de barritas de cereales, y comentamos lo que aún quedaba: un tramo de subida más sostenida y de bajada hasta el pantano, la brutal subida de éste a Castilblanco, con rampas cercanas al 25%, Castilblanco, y el descenso por la Trialera. Unos 30 kilómetros de etapa.
Reanudamos la marcha, y pasamos junto a la finca de toros bravos que da nombre al lugar. Allí salimos a la pista que comunica Castilblanco con los Lagos del Serrano, y giramos a la derecha. Y seguimos avanzando, coronamos la segunda subida de la jornada, y tras pasar el punto de no retorno (“a partir de aquí es más fácil seguir de frente que darse la vuelta”), y bajamos a toda velocidad hasta el embalse de Castilblanco.
Bajar a toda velocidad a un embalse suele implicar que te has metido en el fondo de un valle, y que te toca salir de él. Y salir del embalse de Castilblanco es arduo, lo mires por donde lo mires. Pero hacerlo en dirección a Castilblanco es psicológicamente duro, pues mientras desciendes no dejas de ver al otro lado la pista horrorosa por donde tienes que ascender, y que te recibe con una patada en el pecho en forma de rampas de hasta el 25% de pendiente. Por lo que no te queda otra que tomarlo con calma, poner un ritmo cómodo, y procurar no echar los pulmones. La subida, eso sí, tiene un par de pequeños respiraderos, que te permiten recuperar el resuello en los 7 kilómetros que dura la subida.
Llegamos a la cota máxima de la jornada (316 m.) a las 11:15h. Ahí nos empezamos a encontrar con algo más de gente. Realizamos una breve parada, pues íbamos a volver a Guillena por la vía rápida, y íbamos a evitar entrar en Castilblanco, rodeando el pueblo por el suroeste, y saliendo directamente a la carretera de Burguillos. Reemprendimos la marcha 5 minutos después, y como habíamos previsto, esquivamos Castilblanco, y pronto iniciamos un rápido descenso por carretera camino de la trialera. Ésta se encontraba bastante más seca que en etapas precedentes, y la arena empezaba a hacer acto de presencia. Realizamos un rápido descenso que pronto nos llevó al polígono industrial de El Cerro, y entrábamos en Castilblanco al filo de las 12:30h, dando la etapa por finalizada.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillenazo Express
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El sábado 7 Rafa y yo salimos a rodar con la sana intención de darle un buen estreno a su recién recibida Lupichin. Y qué mejor manera que volver a rodar por uno de los mejores recorridos que existen en el entorno de Sevilla capital: el Guillenazo. Quedamos relativamente temprano, con la idea de que no se nos hiciera demasiado tarde a la hora de terminar esta etapa de casi 55 kms. Quedamos a las 20:00h al inicio del Cordel de la Cruz de la Mujer, en Guillena, pero con el objetivo de tener los coches justo al final de la bajada, al terminar la etapa: íbamos a realizar el recorrido en sentido inverso, subiendo por la trialera del Camino de Santiago, camino de Castilblanco de los Arroyos.
Antes de partir tuvimos que solucionar un pinchazo en la rueda trasera de Rafa, por lo que no iniciamos la etapa hasta pasadas las 20:15h. A esa hora el calor era aún muy intenso, por encima de los 33ºC. Yo llevaba dos litros de agua en el Camelback, y Rafa llevaba dos bidones de agua. Aún no lo sabíamos, pero no nos iba a sobrar el agua, precisamente.
Salimos de Guillena por la carretera de Burguillos, y al llegar al polígono industrial nos desviamos a la izquierda, siguiendo las flechas amarillas del Camino. El calor era sofocante, y el polvo del camino resultaba asfixiante, lo que bastaba para explicar que no encontráramos a nadie en toda la subida. Una subida en la que el calor hizo estragos, aunque esta vez no sufrimos percance alguno en forma de caídas o pinchazos.
Llegamos a Castilblanco tras hora y veinte minutos de asfixiante subida. Entramos en Castilblanco por la parte baja del pueblo, ya que tomamos una pista que bordea la urbanización de La Colina, y permite evitar el tener que ascender a la parte alta del pueblo. Allí lo primero que hicimos fue buscar una fuente en la que reabastecernos de agua. Una búsqueda infructuosa, ya que -según nos enteramos- las fuentes del pueblo estaban cortadas. Por suerte, una vecina se apiadó de nosotros, y nos regaló una botella de 2 litros de agua bien fría, que hizo nuestras delicias.
Reemprendimos la marcha a las 21:50h, saliendo de Castilblanco en dirección al Pantano de Castilblanco. A esas horas el sol se encontraba ya en su ocaso, y la temperatura había bajado por debajo de los 28ºC, por lo que la temperatura era excelente para rodar. Y pronto sería hora de hacer uso de las luces de la bici. En realidad, tuvimos que emplearlas antes de la cuenta, ya que el camino que conducía al pantano tenía un nivel de tráfico inusitado, y formado por todo tipo de vehículos: coches, todoterrenos, camiones e incluso ciclomotores.
No tardamos demasiado tiempo en emprender la bajada hacia el pantano, en la que sufrimos un pequeño susto -mutuo, por otra parte- al encontrarnos en mitad de la bajada con una vaquilla que pastaba a la vera del camino. Vaquilla quee huyó despavorida al vernos bajar, vestidos de astronautas y con más luces que la nave de E.T. Una vez que bajamos hasta el nivel de la presa, aprovechamos para inmortalizar el momento bajo las luces de los focos. Una foto curiosa, para haber sido tomada en noche casi cerrada.
Lo malo de bajar es que luego, como no podría ser menos, toca subir. Casi 4 kilómetros de subida, con 140 metros de desnivel acumulado, que nos hicieron sudar la gota gorda, y que subimos a un ritmo contenido, para no desfondarnos. A esas alturas era ya noche cerrada, y nos convenía rodar agrupados, para evitar el riesgo de cruzarnos con algún vehículo y no resultar lo suficientemente visibles.
Alcanzamos el kilómetro 30 tras 2 horas y 22 minutos de etapa, y con ella, el comienzo de la segunda bajada del día: la Cuesta del Toro. Abandonamos la pista principal, que conduce a los Lagos del Serrano, y nos dirigimos a un ritmo bastante vivo al contraembalse de Guillena. A un ritmo, por parte de Rafa, endiablado, que realizó el descenso de la Cuesta como si el mañana no existiera. Nos volvimos a encontrar con ganado, dos nuevas vaquillas, pero que en esta ocasión pasaron olímpicamente de nosotros.
Llegamos al pantano, y sin dilación alguna nos dirigimos a la Cantina, con la esperanza de encontrarla abierta, pese a que nos encontrábamos ya al filo de las 23:00h. Y por suerte para nosotros, la encontramos abierta, si bien éramos los únicos clientes del local a tan menguada hora. Según nos comentó Paco, el dueño, la noche anterior pasó un grupo de no menos de 60 ciclistas, también en marcha nocturna.
Nosotros, por nuestra parte, dimos buena cuenta de sendos bocadillos, además de hincharnos a bebida isotónica y agua, antes de retomar nuestro camino. Tan sólo nos quedaba ya por delante la Ruta del Agua. Y lo íbamos a disfrutar. La bajada fue una auténtica delicia. Marcamos un ritmo muy vivo, en torno a los 22-24 km/h en todo el trayecto, que nos llevó a realizar el recorrido de 14 kilómetros en menos de 45 minutos. Un recorrido delicioso, fresco, fragante y muy revirado, ideal para recorrer a la luz de los focos. Como más de una vez había pensado, era una etapa ideal para una nocturna.
El resto de la etapa fue un mero trámite, descenso por el Cordel de la Cruz de la Mujer hasta los coches. Dimos por finalizada la etapa a las 00:22h del domingo, tras 54 kilómetros de magnífica etapa nocturna. Aunque en mi caso, la etapa tuvo un curioso epílogo: sufrí un control de tráfico de la Guardia Civil a la salida de Guillena. sin mayor inconveniente que tener que dar algunas explicaciones relativos a la etapa y a llevar un coche matrícula de Córdoba a tan menguada hora por un pueblo de Sevilla.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillenazo Inverso Nocturno
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La semana de puente a la que me referí en mi anterior artículo tuvo un bonito colofón en el último día del puente. Ese día había quedado con mis compañeros de oficina, con los que no rodaba desde la caída que sufrí en la Cañada de la Barca, para hacer una de mis etapas favoritas en Sevilla: el Guillenazo. Y digo que es una de mis etapas favoritas porque es capaz de conjugar algunos de mis elementos predilectos: una subida sostenida de varios kilómetros (la subida por el Cordel de la Cruz de la Mujer), una bajada con muchas curvas enlazadas (la cuesta de la Lenteja), un buen tramo de recorrido cross-country (hasta llegar a Castilblanco), y una bonita bajada trialera por el Camino de Santiago. En realidad, cualquier etapa que cuente con este tramo está automáticamente entre mis predilectas. Pero el Guillenazo sigue siendo algo muy especial.
Estrictamente hablando, la etapa que teníamos planificada no se trataba del Guillenazo, sino de una versión algo más reducida (aunque más intensa), que me ha dado por llamar El Guillenazo Express. La diferencia entre un trazado y otro es que el Guillenazo clásico asciende desde Guillena hasta la Cantina siguiendo la Ruta del Agua, en un recorrido de 18 kilómetros que bordea el pantano de Gérgal, sin excesivas subidas y bajadas, mientras que esta etapa asciende por el cordel de la Cruz de la Mujer, en un trayecto de 11 kilómetros, nueve de los cuales son subida sostenida, con una buena pared de dos kilómetros, y una trepidante bajada de otros dos. Para gustos se hicieron los colores, y en mi caso, prefiero la variante express.
Habíamos quedado, como decía, el domingo a las 9:00h al comienzo del Cordel Rafa, Miguel, Manolo y yo. Manolo era la primera vez que cogía con nosotros su flamante Conor AFX 8500 DH 2012, y no cabía menos que darle un buen estreno. Sin embargo, a las 8:00h de la mañana parecía que nos íbamos a quedar sin etapa: Rafa se caía de la convocatoria, y en toda la zona de la Sierra de Sevilla y el Aljarafe había una niebla que no dejaba ver un burro a tres pasos. Hablé con Manolo, y decidimos esperar a las 8:30h para decidir si se mantenía o no la etapa. A esa hora la niebla -al menos en Santiponce- había levantado bastante, y tras hablar con Miguel y Manolo, decidimos continuar con la etapa. Así que a las 9:00h estábamos los tres en Guillena, con la mosca detrás de la oreja, porque en la entrada de Guillena por la autovía la niebla no había levantado, ni mucho menos. Por suerte, monte arriba la niebla sí había levantado, si bien la mañana seguía estando fría y plomiza.
Empezamos a dar pedales a las 9:10h. Teníamos por delante tres grandes subidas, y unos 46 kilómetros de etapa. Miguel y Manolo, que apenas habían salido a rodar desde el verano, habían expresado sus objeciones a dureza de la etapa en los días previos, por lo que decidimos marcar un ritmo relajado en la subida. Al fin y al cabo, la feria iba a ser larga, y no tenía sentido reventar al personal en las primeras de cambio. Así pues, los nueve kilómetros largos de subida inicial los marcamos a un ritmo medio de unos 10 km/h, por lo que -un sencillo cálculo- llegamos a la cima de la primera subida después de casi una hora de ascensión. Allí arriba el cielo había abierto un poco, pero pudimos observar que el valle del Ribera de Huelva se encontraba bañado por la niebla. Y teníamos que descender por él para llegar a la primera escala de la etapa: la Cantina. Sin duda, iba a ser un descenso sumamente divertido. Por mi parte, desde luego, iba a serlo: los días anteriores había estado ensayando la colocación de mi minicámara MD80 en la tija de la bici, en lugar de llevarla en su habitual lugar en el casco. Y ardía de ganas por comprobar qué tal salían los vídeos así.
El resultado fue mucho mejor de lo que habría podido esperar. Hice una bajada rapidísima, en la que marqué el pico de velocidad de la etapa a 58’5 km/h, tomé mis dos recortes habituales, y llegué a la Cantina con bastante adelanto sobre mis compañeros. Una vez llegaron, hicimos una pequeña parada para recobrar fuerzas antes de afrontar el siguiente reto.
Aproveché el momento para tomar algunas fotografías de la excelente mañana que, pese al día plomizo y la niebla, estábamos teniendo.
Mañana que, allí en junto al pantano, era fría y húmeda, como se podía apreciar en los jirones de niebla que se levantaban por todas las estructuras allí existentes.
Reanudamos la marcha a las 10:30h, camino de nuestro siguiente objetivo: la subida de la cuesta del Toro. Iba a ser la tercera vez que pasara por ella, la segunda en subida, y la recordaba muy exigente: dos kilómetros largos, que comenzaban con unas curvas enlazadas en S desde el pantano de Guillena, que daban paso a dos amplias curvas a derecha e izquierda en los que se alcanzaban inclinaciones superiores al 13%, incluyendo un tramo brutal de 600 metros en el que la pendiente nunca llegaba a bajar del 8%. No quedaba sino batirse, por lo que cruzamos la presa del pantano, pasamos al otro lado del cauce, y nos dirigimos hacia nuestra subida. En los primeros compases del ascenso traté de marcar un ritmo cómodo, pero poco a poco Manolo empezó a descolgarse, lo que era bastante normal teniendo en cuenta lo que teníamos entre manos, por lo que a partir de determinado momento tuve que pensar más en subir a mi ritmo, que en marcar uno asequible. Así pues, alcancé y superé a Miguel -que había ido subiendo algo más adelantado- en las rampas más duras, para llegar en cabeza a la cima de la cuesta. La anterior vez no había tenido más remedio que echar pie a tierra en la subida. Esta vez la había hecho del tirón.
Una vez reagrupados, realizamos un breve descenso hasta un cortijo de toros bravos, y enlazamos con la pista que nos tenía que llevar a Castilblanco. Empezaba el tramo XC de 10’5 kms. hasta Castilblanco. Y empezaba fuerte: con una subida de kilómetro y medio hasta la segunda cota de la etapa. Y es que la cuesta del Toro no era el final de la segunda subida, sino tan sólo su tramo más duro. A partir de ahí nos quedaban unos cuantos kilómetros de subeybaja hasta el descenso hasta el pantano de Castilblanco.
A esas alturas Manolo había empezado a sufrir bastante. La subida de la Cuesta del Toro marcaba el punto de no retorno, allí donde era más fatigoso dar la vuelta que seguir adelante. Y ya lo habíamos superado. Al menos la siguiente escala iba a ser bastante productiva: unas buenas tostadas en Castilblanco. El problema era que por medio teníamos el último hueso duro de roer: la subida del pantano de Castilblanco. Tres kilómetros largos con pendientes máximas del 13’6% y una pendiente media del 5’5%. Una subida en línea prácticamente recta, que además destrozaba psicológicamente. Lo único positivo es que era una subida que permitía dosificar: está formada por cuatro grandes rampas con pendientes del 9-10%, con descansillo entre cada una de ellas que permiten recuperar un poco el resuello. En cualquier caso, una subida muy exigente.
De nuevo marcamos un ritmo tranquilo para superarla. Realizamos el ascenso en 30 minutos, a una velocidad media de 6’5 km/h. No tenía sentido reventarnos a esas alturas, y Castilblanco se veía ya en el horizonte. Tras una breve pausa, recorrimos rápidamente los escasos kilómetros que nos separaban del pueblo, donde entramos al filo de las 12:15h. Llevábamos a esas alturas de etapa 28 kilómetros a nuestras espaldas.
Como lo prometido era deuda, nos tomamos unas buenas tostadas en un bar cercano -como no podía ser menos- a la iglesia del pueblo. Tostadas acompañadas de unos buenos colacaos calentitos, ya que pese a haber rebasado el mediodía, la mañana en Castilblanco era bastante fría, y allí el cielo seguía encapotado.
Retomamos la etapa al filo de las 13:00h. Ascendimos a la parte alta del pueblo -la cota más alta del día, 352m frente a los 12 de Guillena-, y nos encontramos con una nueva sorpresa: la niebla iba a ser nuestra acompañante en el primer tramo de bajada por carretera. Plato que no era muy de nuestro agrado, teniendo en cuenta el intenso tráfico que a esas horas suele tener esa carretera. Pero no nos quedaba otra. Al menos, sólo iban a ser cuatro kilómetros hasta entrar en la pista del Camino de Santiago.
Entramos en la pista del Camino a las 13:05. Y ahí empezaba la diversión para mí. En realidad, con tan sólo ese tramo hubiera merecido la pena, aunque la etapa -pese a la paliza que Manolo llevaba encima- estaba siendo genial. Y encima, iba a ser una bajada entre la niebla. Dispuse de nuevo mi cámara y empecé a grabar:
El primer tramo hasta la cancela fue sumamente divertido. Y contra lo que había temido, se mostraba con un firme excelente: nada de barro, la arena compactada, y la piedra con buen agarre, pese a la humedad. Pude disfrutar como un enano. A partir de ahí el terreno mantuvo las mismas características, lo que hicieron que la bajada fuera una gozada, incluyendo los tramos más comprometidos. Lamentablemente, a esas alturas Manolo había empezado a sufrir calambres, que le obligaban a echar pie a tierra en los ocasionales repechos del trazado. Así que, siguiendo el principio de que no se deja a nadie atrás, optamos por moderar un poco el ritmo de la etapa. Como segundo contratiempo de la bajada, mi minicámara se quedó bloqueada, por lo que tan sólo pude registrar el primer tramo del descenso (aunque no hay mal que por bien no venga, ya que así tengo excusa para volver en breve).
Tras cuarenta minutos de bajada, dejamos atrás el tramo de dehesa de la bajada, y arrancamos el descenso por la campiña. Fueron quince minutos más de bajada entre frutales -primero- y olivares, hasta llegar al polígono industrial de Guillena a las 14:00h. Allí realizamos la última escala de la jornada, en la que adecentamos las bicis en un lavadero de coches. El resto de la etapa fue puro trámite: unos kilómetros de suave asfalto hasta Guillena, y un poco de callejeo por el pueblo hasta llegar a los coches. Terminamos la etapa a las 14:25h, tras casi 46 kms. de vibrante recorrido por la sierre de Sevilla. Una etapa en la que me había encontrado con una forma excelente, que hizo que la realizara completamente eufórico.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillenazo Express
Etiquetas: Camino de Santiago, castilblanco de los arroyos, guillena, guillenazo, la cantina, mtb, Vía de la Plata
En la entrada de hace unos días sobre El Guillenazo no pude poner el recorrido de la etapa, ya que Rafa aún no me lo había proporcionado. Pues bien, ya lo tengo, como (casi) siempre, gracias a Andando:
Ver 2010/10/17 El Guillenazo en un mapa más grande
Por alguna razón, los mapas demasiado grandes creados con esta aplicación salen cortados al insertarlos en Google Maps. Por ello, la mejor manera de ver el recorrido es abrirlo en una ventana más grande (como aparece en el enlace justo debajo del mapa), e ir pasando por las diversas páginas que tiene el recorrido.
Otra manera es referirse al recorrido original, del que tuve conocimiento gracias a Wikiloc, magnífica página para conocer etapas ciclistas (y no ciclistas) mediante recorridos integrados con Google Maps y cartografía convencional:
Etiquetas: google maps, guillenazo, wikiloc
En la pasada etapa del 12 de octubre nos quedamos con una sensación agridulce: la etapa había sido una auténtica gozada, pero se nos había quedado algo corta. Así que para este fin de semana decidimos recuperar una etapa que hacía tiempo que tenía ganas de hacer: El Guillenazo
El Guillenazo es un recorrido circular en los alrededores de Guillena, que ya habíamos realizado -en parte- en etapas anteriores. Comienza saliendo de Guillena por el cordel de la Cruz de la Mujer, hasta tomar la pista que rodea el embarse de Gérgal, y que constituye el tramo principal de la Ruta del Agua. Una vez alcanzada La Cantina, cruza por la presa de Guillena, para enlazar con Castilblanco de los Arroyos por el embalse de Castilblanco, haciendo uso de la pista SE-186. Por último, se desciende de vuelta a Guillena por la Vía de la Plata. Unos 53 kms. sobre el papel, con bonitas subidas, tramos intensos, y bajadas trialeras que hacen las delicias de los ciclistas de montaña más técnicos.
Quedamos, pues, Miguel, Rafa y yo a las 9:00h en la gasolinera de Guillena, para posteriormente dirigirnos al comienzo del Cordel de la Cruz de la Mujer. Ya a esas horas la cantidad de ciclistas que frecuentaban la zona era desmesurada. La cantidad de vehículos aparcados en la zona nos hacía suponer -de manera muy acertada- que nos íbamos a estar precisamente solos en el camino. Comenzamos la etapa al filo de las 9:20h. con el ascenso del cordel. Llegamos rápidamente hasta la pista que bordea el embalse, donde empezamos el largo ascenso que habría de llevarnos hasta la Cantina. Este tramo no presenta especiales dificultades, con la excepción de algunas pequeñas paredes que jalonan el recorrido, aunque Miguel tuvo el primer susto de la jornada al irse a la cuneta en un tramo de bajada con abundante arena, y una curva de derechas peraltada al revés. Salida, por otro lado, sin mayor consecuencia. Rafa, por su parte, empezaba a experimentar los problemas mecánicos que habrían de perseguirle a lo largo de toda la etapa: en este caso, problemas con el cambio del plato y la cadena.
De camino a La Cantina encontramos una importante razón para el desmesurado número de coches que nos habíamos encontrado en Guillena: se disputaba el I Trail Turdetania, carrera de ultrafondo cuyo recorrido, precisamente, coincidía exactamente con nuestra etapa. Su primer punto de avituallamiento, que coincidió con nuestra primera parada importante, estaba precisamente en La Cantina. Allí, precisamente, se nos unieron dos ciclistas, Ángel y Willy, con los que trabamos conversación, y tras conocer nuestro recorrido, se decidieron a acompañarnos.
Una vez reanudada la etapa, descendimos hasta la presa de Guillena, sobre la cruzamos. Poco después, tras rodar un poco junto a las plácidas aguas el embalse, empezamos el ascenso hacia la dehesa del Oreganal. Éste comenzaba con un tramo en S que, a la postre, era menos duro de lo que cabía suponer, pero, una vez pasado éste, el ascenso se hacía más intenso. Ahí poco a poco empezó a írseme Miguel. Rafa, por su parte, seguía con sus problemas de cambio, por lo que se quedó rápidamente descolgado. Nos reagrupamos, poco después, en la cima de la subida, junto a un cercado de cerdos, en el que comentamos la dura subida.
Continuamos camino de la pista SE-186, pasando junto a la Casa del Oreganal. La pista, que inicialmente pensaba que iba a tener firme de grava y alquitrán, era en realidad de tierra, del mismo estilo que habíamos venido trayendo desde la salida. Tenía la pista algunas subidas y bajadas, no demasiado duras, empezamos un vertiginoso descenso hasta el embalse existente a unos 4 kms. de Castilblanco. En ese descenso, como descubriría poco después, se me aflojó el cierre rápido de la rueda delantera. No quiero ni pensar qué podría haber pasado si en él hubiera levantado algo la horquilla delantera por algún bache o pequeño salto. Llevábamos a esas alturas unos 28 kms. de etapa.
Lo malo de descender hasta un pantano es que posteriormente, claro, hay que ascender. Fue una subida intensa, aunque no excesivamente exigente, hasta las cercanías de Castilblanco, en el que rebasamos a varios grupos de corredores del Trail Turdetania. Tras descansar un poco, y aprovechar para ajustar la posición del sillín de Rafa, que le venía dando problemas, completamos un breve descenso hasta Castilblanco de los Arroyos, donde aprovechamos para detenernos un rato en otro de los puntos de avituallamiento del Trail. Por cierto, algunos corredores, amablemente, nos hicieron entrega de algunos tetra-bricks de agua de la prueba ya que empezábamos a estar algo escasos de agua.
Salimos de Castilblanco por el camino de Toledilla, que nos ahorró tener que subir hasta la parte alta de Castilblanco para tomar la carretera de Burguillos. Recorrimos a velocidad de vértigo los 3 kms. que nos separaban de la pista de la Vía de la Plata, y empezamos el descenso por sus tramos trialeros, conmigo en cabeza y Willy a mi estela. Esta vez pude hacer un descenso sumamente rápido, ya que conocía bastante mejor sus entresijos y recovecos, y en esos momentos no había ninguno de los corredores del Trail. Hicimos una parada para reagruparnos una vez pasado el tramo trialero que hay justo debajo de las dos portelas, y retomamos el descenso por los tramos de piedras y de pizarra. Un bonito descenso, hasta la dehesa, donde llegué con Ángel y Willy. Tras un rato de espera, Miguel y Rafa no aparecían, por lo que decidimos dar la vuelta, por si se hubieran despistado o tenido algún problema. En el ascenso, algunos de los corredores me comentaron que habían visto a dos ciclistas que se ajustaban a la descripción de Miguel y Rafa reparando un pinchazo. Subí el tramo de pizarra y el de piedras, sin encontrarlos. ¡Prácticamente subí de nuevo hasta el lugar donde habíamos descansado! Y entonces vi a Miguel y a Rafa bajar: Rafa había pegado un llantazo y reventado la cámara de la rueda trasera en uno de los primeros tramos de piedra.
De nuevo en descenso, vi que uno de los ciclistas de la organización del Trail había sufrido un pinchazo. Le ofrecí ayuda, que gustosamente aceptó, ya que al reemplazar la cámara pinchada, había roto la válvula en el interior de la bomba, por lo que era incapaz de inflar la tercera cámara que llevaba. Una vez solventado el problema, continué el descenso para agruparme con mis compañeros justo antes de la bajada del tramo de pizarra. Habíamos perdido algo más de media hora, pero me había dado el gustazo de bajar los tramos más excitantes de la Vía de la Plata por partida doble.
De nuevo en la dehesa, salvamos la penúltima subida de la etapa, para salir de nuevo a los olivares y al campo de naranjos. Afrontamos la bajada hasta el polígono a una buena velocidad, pero notamos que Rafa había vuelto a quedarse: en este caso, por una salida de cadena que casi le había hecho irse al suelo, y obligado a detenerse derrapando con los pies durante unos 50 m.
La vuelta hasta Guillena tuvo poco misterio. Llegamos a los coches al filo de las dos de la tarde. La etapa había durado algo más de cuatro horas y media. Había sido larga, dura… y magnífica. Una etapa que espero repitamos en más de una ocasión.
Datos de la etapa:
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