Escribo esto mientras disfruto, como se ve, de una buena lumbre. Una gozada, pero sigo echando de menos, en un día de invierno tan desapacible como el de hoy, un buen brasero con su mesa camilla. ¡El mejor invento del mundo!
Esta noche va a ser la última que voy a pasar en Galicia en estas tres semanas que llevo de vacaciones. Y en ella, por fin, ha hecho acto de presencia algo que llevaba echando en falta desde que llegué:
En efecto: la niebla. Y es que parece que quiera despedirse de nosotros, ya que en todos los días anteriores hemos tenido un tiempo excelente (demasiado excelente, quizás), con sólo un día de leve llovizna. El resto: sol y calor. Bueno, y viento, claro. Que Pontevedra no es Tarifa, pero viento no es que le falte, precisamente…
En fin. El caso es que la niebla casi llega tarde a la cita, pero al final lo ha conseguido. Y no es algo que lamente, ni mucho menos. Aunque entre la niebla y los anuncios de fascículos en la televisión, aquí parece que empieza a llegar ya el otoño.
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Esta entrada del Laboratorio… se escribre hoy desde la playa. Tras pasar unos cortos días de asueto en Galicia, haciendo el Camino desde Lugo a Santiago (Camino que sigue, prácticamente, el trazado de la Vía Romana que va de Lugo a Iria Flavia), estoy ahora de asueto en un pueblecito de la costa malagueña, como buen cordobés.
Pueblecito que, dicho sea de paso, está lleno de cordobeses. Y no, no es Fuengirola, ni Benalmádena. La lástima es que mañana mismo habrá que volver a la gran ciudad y retomar las obligaciones de diario.
Madrid, Galicia, costa malagueña, a lo que sumamos el mes pasado la sierra de Aracena, Bolonia y Baelo Claudia. La verdad es que para no estar teniendo casi vacaciones, este año no estoy parando…
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