Esta noche la Selección Española de Fútbol ha ganado su cuarta Eurocopa, en una competición en la que ha tenido un pleno de victorias (siete de siete), y en la que ha desplegado un juego espectacular, que no ha dejado opción a sus rivales. ¡Y qué rivales! Croacia, Italia, Alemania, Francia y, en la final, Inglaterra. Todo ello sin desmerecer a Albania y Georgia, que también fueron enormemente competitivas.
En la final los ingleses consiguieron hacer su juego en el primer tiempo, un juego espeso, en el que ninguno de los dos equipos tuvo oportunidades dignas de tal nombre. Pero el segundo tiempo fue una cosa distinta: Nico Williams marcó nada más empezar la segunda parte, y a partir de ahí los ingleses tuvieron que empezar a jugar a algo, y no limitarse a esperar a España. Consiguieron el empate, promediada la segunda parte, y cuando parecía que nos íbamos a la prórroga, Oyarzabal marcó el gol de la victoria en el minuto 86. Exactamente de la misma manera en la que Inglaterra había conseguido ir pasando eliminatoria tras eliminatoria. Un sabor de boca estupendo para ganar una competición que ha sido sin igual.
Y como no podía ser menos, tocaba celebrarlo con la Birra de la Victoria:
Una estupenda final, para una Eurocopa vibrante. ¡Mi felicitación a los campeones!
El domingo 26 de junio de 2022 realicé una etapa ciclista con mis cuñados Slava y Fernando. Fue un día en el que tocó madrugar, porque me tocaba recorrer los casi 100 kilómetros que hay entre Forcarey y Salvatierra, parando a recoger por el camino a Fernando. Pero la etapa lo merecía. Dado que habíamos quedado a las 9:00h, salí de Forcarey a las 7:00h. Recogí a Fernando, y nos encaminamos a Salvatierra por la carretera de Mondariz. Llegamos al filo de las 9:00h a Salvatierra, y tras montar las bicis, empezamos a rodar sobre las 9:10h. La idea era recorrer el viejo recorrido del ferrocarril que va desde Monçao, en Portugal, y que bordea el río Miño, hasta donde tuviéramos ganas. Un recorrido del que Slava me había hablado algunas veces, y que me apetecía recorrer, sobre todo por tener un buen estreno en distancias largas de la Super BH L6000 nº2. Fernando, por su parte, iba en su bici eléctrica Specialized, y Slava con su bicicleta de montaña Mondraker.
Como decía, empezamos a rodar sobre las 9:10h, cruzando el puente internacional para dirigirnos a Monçao. Tuve algunos problemas de roces de la rueda trasera en las vainas del cuadro, que no había experimentado antes. Tras parar e intentar ajustar un par de veces, renuncié a tener un rodar limpio, y seguimos avanzando. Al poco de pasar el puente, y recién llegados a un centro comercial, tomamos el comienzo de la Ecopista, que es como se denomina al viejo trazado del ferrocarril reconvertido en pista de paseo -vendría a ser lo que en España se llaman vías verdes-. Como íbamos en dirección a la desembocadura del río, el trazado tenía un suave descenso como promedio, si bien con sus ocasionales desniveles. En general, se trataba de un trayecto muy agradable, entre arboledas, y siempre con el Miño a nuestra vista. Pasamos por Cortes, Bouças, Lapela y Eirado, antes de llegar a Ermegil. Habíamos hecho unos 11 kilómetros en algo menos de una hora. Por el camino, había descubierto el problema con la rueda trasera: exceso de presión. Para rodar más cómodo por la vía verde, había subido la presión de la rueda a unos 5 bares. A esa presión, el neumático había dilatado bastante, y como va muy justo, empezaba a tocar con las vainas. Apenas con bajar la presión a 4 bares, el problema quedó solucionado.
Desde este punto, optamos por abandonar el trazado principal de la ecopista para tomar una alternativa, a mano derecha, que transcurre por una carretera rural más pegada al río. Avanzamos con tranquilidad, para llegar tras un rato a las cercanías del Puente Internacional de Tuy (o, como lo llaman los portugueses, la Ponte Rodo-Ferroviária de Valença; simple cuestión de perspectiva). No me pude resistir, y no tardé en sacar el móvil para tomar algunas fotos.
Seguimos avanzado, y tras llegar a la base del puente, salvamos el desnivel desde el cauce del río, para subir hasta la plataforma principal del mismo. No pensaba cejar en mi pasión por las fotos, así que cruzamos de vuelta a España, donde nos tomamos algunas fotos en la vieja garita aduanera…
…y una vez más en Portugal, en la de la Guardia Republicana:
…además de haciendo el indio con la vista del puente. A esas alturas eran ya las 10:30h hora española (9:30h hora portuguesa), y nos decantamos por entrar en la Fortaleza de Valença para tomar un café con pastelitos. Recorrimos la fortaleza, hasta encontrar la cafetería que mejor nos acomodaba.
Tras el café, volvimos a la ecopista. Eran ya las 11:15h, y bajamos de Fortaleza hasta el río. Durante la bajada empecé a notar algo extraño. Algo de frío, y un poco de cansancio. De nuevo en la ecopista, continuamos rodando, pero sabiendo que no tendríamos que tardar mucho en volver, porque la idea era estar sobre las 13:00h en Salvatierra, para que no se me hiciera muy tarde antes de llegar a Forcarey. Resolvimos seguir avanzando hasta las 11:45h, y luego dar la vuelta. Teníamos idea de seguir hasta Vila Nova de Cerveira, pero no teníamos claro que fuera posible. En nuestro recorrido combinamos la ecopista, parte del Camino Portugués de Santiago, tramos junto a un ferrocarril operativo, y una antigua calzada romana, de la que un puente romano daba testimonio:
En realidad, nos quedamos a medio camino, en São Pedro da Torre, donde había un curioso mirador al río:
…donde no me pude resistir a dar la nota. Tocaba volver, y como suele ser habitual, hicimos la vuelta a un ritmo bastante más alegre que la ida. Entre otras cosas, porque obviamos pasar por la Fortaleza, y apenas cruzamos la parte moderna de Valença. Además, seguimos el trazado original de la ecopista, en vez de la variante pegada al río, lo que nos hizo ir a un ritmo bastante alegre. Ese tramo tiene unas rectas bastante impresionantes, donde no me pude resistir a probar de lo que era capaz con la gravel, en su combinación de 36×11. Un resultado bastante decente, un pico de 45 km/h. Seguimos desandando el camino, y pronto nos encontramos de vuelta en Monçao. Cruzamos de vuelta el puente, y dimos por finalizada la etapa en Salvatierra a las 12:45h, tras un trayecto de 48’5 kilómetros, en un entorno estupendo para disfrutar de un día de ciclismo, y con estupenda compañía.
Lo malo vino después. Notaba un cansancio que no se justificaba por la dureza de la etapa, pese a los kilómetros realizados. Dejé a Fernando en su casa, y llegué a Forcarey, conduciendo con bastante flojera. Esa tarde me hice un test de antígenos, que confirmó lo que me estaba temiendo. Positivo en coronavirus. Los siguientes tres días los pasé con mucha fiebre, escalofríos, temblores, y la garganta en carne viva. Tardé una semana en sentirme restablecido, y 11 días en dejar de dar positivo.
Datos de la etapa:
Etiquetas: ecopista, españa, fortaleza, gravel, monçao, portugal, río miño, salvatierra de miño, super bh l6000, valença do minho
El recordatorio más grande -al menos en tamaño- que teníamos de nuestro periplo irlandés era un Mercedes C180 Sportcoupe de 2002. Fue el coche que nos compramos al año de estar allí, y con el que nos recorrimos la Isla Esmeralda de punta a punta. Desde Tramore a La Calzada del Gigante, y de Dublín a los Acantilados de Moher. Incluso al remoto Condado de Kerry, y la estupenda Killarney, por no olvidar la muy especial Sligo, así como Carlingford.
Volvimos a España con él, cargados hasta los topes, y con un cofre lleno de trastos y de recuerdos. Solía decir que me valía con que el coche llegara a Santiponce, e hiciera un kilómetro más, pero no sólo fue capaz de eso, sino que nos recorrimos también España de punta a punta: Almería, Cuenca, Bilbao, toda la costa Cantábrica hasta Galicia, y por supuesto, Pontevedra, y desde ahí hasta abajo por la Ruta de la Plata. De hecho, tengo la sensación de que le hemos hecho más kilómetros en España que en Irlanda. Por no olvidar toda Francia desde Roscoff a San Juan de Luz, pasando por Burdeos.
Era un coche tremendamente divertido de conducir, con esa estupenda tracción trasera, su motor de 2 litros, y los 130 caballos de pontencia que desarrollaba. Pero toda historia llega a su fin, y tras más de un año sin conducir el Mercedes, y no teniendo sentido -desde el punto de vista económico- rematricularlo en España, y siendo un coche (volante a la derecha) que nadie compraría en España, hoy lo hemos vendido para desguace. Ha sido una pena verlo partir, pero no he podido menos que adecentarlo, para que en su último viaje luciera tan estupendo como en todos estos años en los que nos ha hecho felices.
Adiós, viejo amigo. Ojalá que todos los coches que tengamos nos salgan tan estupendos.
Desde hace tiempo soy seguidor del podcast Memorias de un Tambor, especializado en la Historia de España, y que no puedo menos que recomendar. Esta afición se ha incrementado desde que estoy en Irlanda. Cosas de no tener -ni querer- televisión, que hace que te vuelvas a la radio -viaje atrás en el tiempo- y los podcast -saldo adelante-.
Pues bien, el pasado octubre el autor publicó un excelente artículo sobre la historia en común de España e Irlanda. Las dos horas y dieciocho minutos valen su peso en oro:
La Armada, la toma de Kinsale, los regimientos irlandeses en España (Ultonia, Hibernia, Irlanda), famosos irlandeses en España, golpes de mano contra los ingleses, los colegios irlandeses en España, políticos famosos descendientes de irlandeses (O’Donnell, O’Higgins, O’Farril, Hughes…). Juan del Águila, Francisco de Cuéllar y su escapada por Irlanda y Escocia, junto con el De Cuéllar’s Trail. Un recorrido a lo largo de 300 años de historia en común. Y Sligo.
Escuchadlo. Vale la pena.
Etiquetas: españa, irlanda, memorias de un tambor