El domingo 3 de marzo realicé una nueva etapa en Córdoba, con mis colegas del Club Bartocalvos. Fue una etapa que empezó esquinada. A primera hora de la mañana recibía un mensaje de Mané, comentando que aún estaba de empalmada y que no iba a salir a rodar. Bueno, esa clasde cosas pasan de cuando en cuando. Pero el principal problema vino a la hora de empezar a rodar sobre la Fuji, que para la ocasión había llevado a Córdoba. La tarde anterior había reemplazado la cadena, que estaba más que trillada, por una nueva. La había estado probando, y sin problemas. Pero al rodar un poco, camino de casa de Ángel, el punto de partida, ésta empezó a saltar en todos los piñones. El diagnóstico estaba claro: me había cargado la corona de piñones por no reemplazar la cadena a tiempo. No me quedaba más remedio que volver a casa y coger la Ghost. Sólo que, al hacerlo, me cargué el soporte del velocímetro. La mañana, desde luego, estaba empezando de fábula.
Retorné al punto de partida. Allí habíamos quedado Ángel, Kike, Marcos, Jose y yo. Habíamos quedado a las 8:30h con la idea de encontrarnos con Antonio a las 9:15h en la entrada de Medina Azahara, y realizar la subida a La Canchuela. Pues con tanto percance, no pudimos salir hasta las 8:50h. Kike y Jose se habían adelantado, así Ángel y Marcos me llevaron a toda velocidad por el Canal hasta llegar al punto de encuento, si bien dimos un extraño rodeo por el Patriarca Bajo, por aquello de pisar poco asfalto.
Una vez en el punto de encuentro, sacamos por primera vez a la luz las equipaciones del club: nos deshicimos de chaquetillas (o en mi caso, me puse el maillot por encima de ésta), para realizar la primera salida oficial del club con todos los participantes equipado con la equipación. Había costado meses conseguirlo, pero al fin lo habíamos hecho.
Retomamos la marcha a las 9:15h, canal adelante, camino de la Vereda de La Canchuela. Era una incógnita el saber cómo nos íbamos a encontrar la Canchuela, después de las lluvias. Incógnita que quedó pronto resuelta. Los primeros tramos de la subida se encontraban perfectamente aposentados, por lo que pudimos hacer una subida bastante buena. Marcos y Ángel iban en cabeza, y yo no me quedaba haciendo un mal papel. Sin embargo, otro nuevo inconveniente hizo acto de presencia: se me soltaron las bridas del sensor ANT+, lo que me obligó a hacer una parada para remendarlo. El resto de la etapa me daría guerra, aflojándose y moviéndose de sitio cada dos por tres.
Una vez reanudada la marcha, llegamos hasta la primera cancela, y el desvío por el nuevo trazado de la vereda. A partir de ahí la subida se complicó un tanto por la abundante presencia de barro; por suerte barro no arcilloso, por lo que no se quedaba pegado a las ruedas. A partir de ese punto empezamos a encontrarnos con abudantes ciclistas, lo que hizo el rodar algo más entretenido.
Pasamos el Valdío de Pedrajas, y nos dirigimos hacia el Rosal de las Escuelas. Pasamos la segunda cancela, y tras un rodar bastante alegre, decidimos dirigirnos a Trassierra atravesando Bosque de Fangorn. Para ello, dejamos La Canchuela y tomamos la carretera hasta el cruce de Trassierra, en cuya gasolinera hicimos una breve parada de avituallamiento.Eran las 10:50h, y llevábamos ya 22 kms. de etapa.
Tras la parada, entramos en Bosque de Fangorn. Contra lo que me esperaba, no se encontraba especialmente embarrado, por lo que las bajadas las pudimos hacer bastante bien. Una vez pasado el puentecillo, intentamos realizar la subida de la piedra; todos sin éxito, salvo Ángel, que lo consiguió al segundo intento, subiendo con la BigHit. Luego de pasar el mirador, iniciamos un divertido descenso hacia el Pinar de Torrehoria. Esta parte del Bosque estaba algo más embarrada, por lo que me tomé el descenso con calma y precaución.
Una vez en el Pinar, tomamos la pista que conduce al Lagar del Caño del Escarabita. Esta parte, como era de esperar, se encontraba plagada de inmensos charcos. Y aunque al principio hicimos por evitarlos, una vez que nos llenamos de barro, empezamos a ser más laxos en esta labor. O en mi caso, directamente pasaba de evitar los charcos y los cruzaba por en medio.
Tras llegar al Caño, tomamos la pista que enlaza con la entrada del Bejarano, esquivando la Fuente del Elefante. En esta parte estábamos ya con las bromas, saltando en charcos para salpicar a los demás, y haciendo pequeños piques. En uno de ellos, Antonio metió le metió el hombro más de la cuenta Ángel, con el resultado de que éste último dio con sus huesos en el suelo. Afortunadamente sin mayores consecuencias.
Pasamos el Bejarano, pletórico de agua, y nos dirigimos a su primer venero, el rebosadero del acueducto romano. Allí fue donde tomamos la foto conmemorativa de la etapa:
Tras esto, continuamos en dirección al Jardinito. Esta parte de las Siete Fincas estaba bastante más embarrada, y además, observamos el efecto de los recientes temporales, que se traducían en árboles desarraigados y partidos, que en parte bloqueaban el camino. Realizamos la subida de El Jardinito, con incluso un pique entre Kike y Marcos, que les hizo subir a toda velocidad. Sumamente divertido
Una vez en las Siete Fincas, optamos por realizar el enlace con las Ermitas a través Los Pajaritos. Dejamos la carretera, y tomamos una pista a mano derecha, que abandonamos, posteriormente, a la altura de un poste de la luz, para tomar un sendero que nos llevó directamente a la carretera de las Ermitas. Sendero que hicimos a toda velocidad, al ir yo en cabeza, Marcos no dejaba de echarme el aliento en la nuca.
Cuando nos reagrupamos, realizamos el descenso de la vereda de las Ermitas (por mal nombre los chorizos) hasta la entrada de las Ermitas. A esas alturas Jose, que acumulaba un gran desgaste tras algunas semanas sin salir a rodar, empezó a manifestar graves problemas con su freno trasero, lo que hizo que en un momento determinado a punto estuviera de cascar un poste de la luz con la cabeza. Ante esto, por precaución, decidió evitar la bajada por Los Pobres, y realizar un descenso algo más convencional por el Reventón, ante lo que me decidí a acompañarle, por si tuviera algún tipo de problema.
Realizamos con calma la bajada del Reventón, que se encontraba tremendamente concurrida, y nos reagrupamos con nuestros compañeros al la entrada de Los Pobres. Bajamos sin más inconveniente hasta el final de la carretera de Las Ermitas, y allí, en vez de bajar pos asfalto, hicimos el descenso de La Milla. Bueno, al menos lo hicieron Marcos, Ángel, Kike y Antonio. Jose no estaba en condiciones técnicas de hacerlo, y yo tenía cosas mejores que hacer que partirme los dientes. Así que en la bajada me despisté y perdí a los cuatro fenómenos de vista. Jose y yo acabamos saliendo a una pista del Patriarca. Posteriormente, nos encaminamos a la cantera mozárabe, donde nos reencontamos con nuestros amigos, ya que La Milla baja por la cantera.
Por último, salimos del Patriarca bajando por el salto de la meseta, donde Antonio estuvo en un tris de dar con sus huesos en el suelo, y de perder el carnet de padre al rebotar en el sillín. Tras las risas de rigor, enlazamos con la carretera de la Albaida a la altura del chuletero El Rancho Grande, donde hicimos una parada de homenaje.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: La Canchuela – Fangorn – Bejarano – Las Ermitas – Reventón
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El domingo 10 de junio volví a salir a rodar por Córdoba con Javi Aljama. Hacía al menos un par de meses que no salía a dar pedales con él -es más, que el propio Javi no salía a rodar-, por lo que agradecí bastante dar de nuevo pedales en tan buena compañía. Lamentablemente -como en las últimas jornadas- fue tan sólo una etapa de dos participantes, pero aun así, fue una gran jornada.
Empezamos a dar pedales a las 8:45h desde mi casa, y nos dirigimos hacia Los Morales para realizar de esta manera el primer ascenso del día. Pronto me di cuenta de que estaba volviendo a rodar -como suele pasarme- demasiado fuerte al inicio, por lo que tuve que bajar el ritmo, so pena de que Los Morales -como también acostumbra- me pase factura a las primeras de cambio. Además, esa jornada el calor se dejaba notar desde primera hora de la mañana, a diferencia del sábado anterior, que el día estuvo bastante fresco hasta bien entrada la tarde. Estaba claro que cuando algo puede salir mal, saldrá mal.
Realizamos la subida de Los Morales en unos aceptables 66 minutos. Íbamos con idea de parar a tomar algo en el Lagar, pero nos encontramos con el establecimiento cerrado. Y es que no en balde apenas eran las 9:55h, y aún no habían abierto. Por ello, no nos quedó más remedio que dirigirnos directamente hacia la siguiente escala de nuestra etapa: Los Villares. Bordeamos el cerro donde se yerguen las torres de telecomunicaciones, y no tardamos excesivo tiempo en llegar hasta el área de recepción de visitantes. Esto fue una pequeña variación con respecto a lo acostumbrado, ya que por lo general solemos tomar un desvío que lleva hasta el cruce del 14%. En esta ocasión, llegamos directamente al centro de visitantes. Ya que estábamos allí, entramos con la esperanza de poder encontrar algún bar o máquina donde comprar bebida isotónica, pero nos quedamos con las ganas.
Así pues, continuamos avanzando hacia el Club de Golf, ya que para ese día íbamos a realizar el descenso de la Vereda de la Pasada del Pino. Entramos en el club de golf por carretera, y pensamos en probar suerte en el edificio de recepción. Pero una vez allí, vimos que no había máquina o cafetería a la vista, y que nuestro atuendo no era demasiado adecuado como para que no nos echaran de allí a patadas. Así que nos dejamos de bebidas isotónicas, y atacamos directamente la Vereda. Bordeamos el club de golf por el norte, y realizamos el trepidante descenso por pista que antecede al enlace con la vereda. Desde allí observamos algo bastante llamativo: la torre de Gemasolar de Fuentes de Andalucía era perfectamente visible. No pudimos menos que detenernos a echar unas fotos:
…como bien señala Javi:
Sin embargo, nos vimos forzados a detenernos una segunda vez: otro grupo de ciclistas había sufrido un pinchazo, y al pararnos a ofrecer ayuda, nos hicieron ver que yo llevaba mi rueda delantera floja. En efecto, había sufrido un pinchazo. Así que nos encontramos ambos grupos solucionando idéntico problema. Acabamos simultáneamente, y reanudamos nuestra marcha en conjunto. Sin embargo, no tardamos mucho en separarnos, ya que Javi y yo seguimos fielmente la trazada de la Vereda, mientras el otro grupo tomó el desvío de la casa en ruinas.
De nuevo en solitario, Javi y yo realizamos rápidamente el descenso de la vereda. Una bajada ciertamente interesante, pero que se torna algo arriesgada al llegar al tramo del granito vivo, ya que hay arena de granito sobre la piedra, lo que lo hace tremendamente resbaladizo. Aun así, es una gran bajada, que hay que incorporar al catálogo.
Llegamos a Las Jaras a las 11:00h. Nos paramos a tomar un refrigerio en el bar, y aprovechamos para avisar a Carlos de que íbamos a pasar por su casa, ya que ninguno de los dos la había visto. Media hora después reemprendimos la marcha, camino por segunda vez en el día del Lagar de la Cruz. Esta vez subimos por el GR-48, bordeando la carretera, y cruzándola en un par de ocasiones. Una vez en el Lagar, cruzamos las Siete Fincas hasta casa de Carlos, quien nos recibió amablemente con unas cervezas bien frescas. Posteriormente Mané haría acto de presencia, así como los padres de Carlos.
Javi y yo, por nuestra parte, nos pusimos de nuevo en marcha a las 13:00h. El calor apretaba y tocaba volver a casa rápidamente, a fin de no morir achicharrados en la Sierra. Desandamos nuestros pasos hasta el Lagar de la Cruz, y tomamos la vereda de las Ermitas, que tiene por mal nombre Los Salchichones, donde hicimos un rápido descenso hasta Las Ermitas. Y desde allí, como no podía ser menos, bajamos el Reventón, donde advertí de nuevo los problemas en el freno delantero que ya había sufrido en la etapa del Tubo. Así que, para mi desgracia, no pudimos hacer la bajada de La Milla.
El resto de la etapa fue bastante convencional. Bajamos por la carretera de las Ermitas hasta el Parador, y allí nos desviamos en dirección a la rotonda del Tablero, punto en donde Javi y yo nos separamos. Desde allí volví a casa por El Tablero, dando por finalizada la etapa a las 13:50h.
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Los Morales – Pasada del Pino – Reventón
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El domingo pasado por fin tuve la oportunidad de realizar una etapa con la que llevaba tiempo soñando: realizar una nueva subida al castañar de Valdejetas, esta vez en otoño, cuando los castaños -árboles de hojas caducas- se visten de colores rojizos y dorados, y empiezan a dejar caer sus hojas, anticipo del invierno que, como bien sabe la familia Stark, presto se acerca.
Una etapa especial porque, sin que sirva de precedente, nos habíamos conseguido juntar ocho personas para realizar la etapa: Ángel y un amigo, Marcos, Mané, Enrique, Carlos, Javi Aljama y yo. Algo verdaderamente inusitado. Así que, dado que la ocasión lo merecía, aproveché para hacer una limpieza general en la bici, con desengrasado de cadena y coronas incluido (hecho que me tuvo unas cuantas horas danzando entre gasoil, grasa de litio y herramientas varias). A la postre tuve que cambiar la cadena de la bici, ya que se encontraba en bastante mal estado, pero el resto de la limpieza mereció la pena.
Habíamos quedado a las 9:00h en Cruz de Juárez, pero a las 8:45h ya teníamos noticia de dos bajas: Mané había caído enfermo esa noche, al igual que el hijo de Ángel, lo que obligó a ambos a quedarse en casa -e hizo que el amigo de Ángel se decidiera a salir con otros conocidos-. Así que a las 8:55h, cuando salí de casa y me encontré con Marcos, contaba con que los participantes se habían reducido a cinco. Cuatro, me dijo Marcos poco después. Enrique también había pasado mala noche con su hijo recién nacido, y tampoco acudía. Nos vi subiendo solos a Marcos y a mí, que aunque no era mala perspectiva, resultaba un tanto descorazonador teniendo en cuenta que supuestamente íbamos a salir ocho.
Sin embargo, pronto llegaron Carlos y Javi, con lo que nuestras negras espectativas quedaron en buena parte despejadas. Y poco después llegó un nuevo mensaje de Enrique, diciendo que podíamos contar con él. Cinco al final. Lo que no estaba nada mal.
Empezamos la etapa a las 9:05 en Cruz de Juárez. Allí nos encotnramos con el amigo de Ángel y sus compañeros de etapa. Comentamos un poco lo que esperábamos hacer cada uno, por si hacíamos trayecto común, pero al final partimos cada grupo por nuestro lado, si bien estuvimos en compañía hasta el Tablero. Nuestro recorrido previsto era el siguiente: subir por la carretera de la Albaida hasta el Cruce de Trassierra, desde allí tomar la vereda de la Canchuela y el GR-48 hasta la entrada del Castañar de Valdejetas -la Ruta Azul-, y volver a Santa María de Trassierra por carretera. Desde allí, en función del tiempo que tuviéramos disponible, bajaríamos bien por carretera, bien por el bosque de Fangorn y Montecobre. La razón de que la etapa tuviera ese comienzo de asfalto -tan poco habitual- era que Carlos no disponía aún del doble plato en su bici de descenso, y mover esa monstruosidad de 18 kilos por las subidas habituales (Montecobre, Vereda de la Canchuela o Alto de San Jerónimo) era poco menos que inhumano. Y que a los demás tampoco nos venía mal: Javi llevaba dos meses sin rodar, yo casi un mes, y Enrique hacía tiempo que no realizaba una etapa larga. El único que se salvaba era Marcos.
Así pues, iniciamos con calma el ascenso de la carretera de la Albaida. A las primeras rampas de la subida el grupo se empezó a fragmentar: Javi y Marcos por delante, yo en medio, y Enrique y Carlos detrás. Nos agrupamos en la entrada del castillo, y continuamos subiendo, pero a un ritmo más relajado. La subida desde el castillo tiene 4’8 kms. de longitud, y tres tramos bien diferenciados: una primera pared de un kilómetro largo, con pendientes del 13’6%, casi tres kilómetros de subida más relajada, y un último trozo de unos 700 metros, con algunas rampas del 10%. Se trataba de superar el primer escollo, pillar resuello en el segundo tramo, y acabar la subida de la mejor manera posible.
La primera pared, como era de esperar, se atragantó bastante, si bien la salvamos de una manera bastante decente. Hicimos una pequeña parada en la entrada del camino de la Casa de la Ventana, donde se cruzan la carretera y la subida de Montecobre. En principio era una pequeña parada para permitir recuperar el resuello, pero Carlos había notado un problema con su juego de bielas: bailaba de derecha a izquierda, con bastante holgura. Estaba claro que no era muy buena idea hacer toda la etapa con esa monstruosidad de holgura, porque corría el riesgo de destrozar el buje. Carlos casi parecía dispuesto a dar la vuelta y dar por finalizada la etapa, pero Enrique le dio una alternativa: como él tenía que estar en Córdoba da vuelta a las 12:30h, tampoco iba a realizar la parte de la subida al Castañar, si bien iban a tratar de llegar hasta Trassierra. Así que decidimos hacer una cosa: continuar con la subida hasta el cruce del GR-48 con la Vereda de la Canchuela, y allí decidir.
Continuamos con nuestro ascenso, esta vez por el tramo de subida más relajada. Pronto nos volvimos a quedar en cabeza Marcos, Javi y yo. Seguimos subiendo a un ritmo razonable, pero Javi empezó a notar los dos meses que llevaba sin dar pedales, y poco a poco se fue quedando. Finalmente el último tramo de subida lo hicimos Marcos y yo en solitario, aunque Marcos -tengo que admitirlo- me llevaba con la lengua fuera.
Nos volvimos a agrupar en el cruce de Trassierra, donde nos detuvimos para recuperar algo de fuerzas. Eran las 10:45h, y el tiempo -en especial a Enrique- nos empezaba a apretar. Reanudamos la etapa, y en el Rosal de las Escuelas nos desviamos a la izquierda para tomar la vereda de la Canchuela, siguiendo la Ruta Azul.
Pasamos junto a la Fuente de la Marquesa, e iniciamos un rápido descenso -el primero del día- hasta el embalse de la Jarosa, que nos sorprendió por el bajo nivel que alcanzaban sus aguas, que contrastaba bastante con el nivel que alcanzaban en marzo.
A partir de la Jarosa empezamos, como de costumbre, un tramo de subidas y bajadas antes de alcanzar el cruce con el GR-48. Tramo que no tendría nada de particular, salvo por el hecho de que se encontraba lleno de vacas. Algunas con sus terneritos, y con aviesas intenciones. Más de una vez tuvimos que salirnos de la pista para evitar tener un encuentro desagradable.
Llegamos al cruce a las 11:15h. Tras un rato de palique y de descanso, Enrique y Carlos no se dejaron convencer, y tomaron el GR-48 para dirigirse directamente a Santa María de Trassierra e iniciar la vuelta. Nos quedamos solos para afrontar el resto de la etapa Javi, Marcos y yo. Nos quedaba por delante la cota más alta del día: cinco kilómetros hasta Puerto Artafi, pasando por el Castañar, y cinco más hasta Trassierra. Tres kilómetros de subida por el castañar, con pendientes del 13%. Al menos el paisaje era -o iba a ser- excelente. Esperaba no equivocarme.
Y no me equivoqué. El otoño había empezado a hacer mella en el paraje, y los tonos verdes de finales de verano se entrelazaban con los ocres del invierno, tanto en los árboles como en el suelo. No en balde, cada palmo de terreno estaba cubierto de hojas muertas y erizos de castaña.
La subida por el castañar, pese a lo duro, fue una auténtica delicia. Delicia compartida, por otro lado, ya que había gran cantidad de excursionistas que frecuentaban la zona. Más concurrido que la calle Cruz Conde, como llegué a comentar en una ocasión.
Pasamos junto al cortijo de Valdejetas, que da nombre al castañar. Allí tuvimos la ocasión de saludar a uno de sus habitantes; saludo que nos fue devuelto, y con bastante amabilidad. Hecho que, por desgracia, no es algo que siempre nos encontremos.
Seguimos avanzando, inmersos en esa magnífica paleta de pintor que era el castañar. Encontramos claros de castaños, repletos de hojas caídas, y tramos ganados para el olivar, en perfecta armonía. No lamentaba, ni mucho menos, haber insistido tanto en subir al lugar. Estaba disfrutando como un enano.
Y así, llegamos al otro extremo de la finca, y atravesamos la cerca que corta el paso a los vehículos. Realizamos un breve descenso, antes de afrontar una nueva subida, durísima, que lleva al punto más alto del castañar, antes de descender hasta Puerto Artafi.
Hicimos la vuelta hasta Santa María de Trassierra por carretera. Llegamos a la pedanía a las 12:30h, y la atravesamos sin detenernos. Al igual que Enrique, Marcos tenía que estar de vuelta en Córdoba, en su caso a las 13:30h, por lo que íbamos con el tiempo justo. Salimos de Trassierra por carretera. Íbamos a tener que olvidarnos de atravesar el bosque de Fangorn, dado que el tiempo corría en nuestra contra, y que Javi estaba sufriendo sobremanera con el final de etapa: no en balde llevaba dos meses sin coger la bici. Sólo podía quitarme el sombrero ante su pundonor. Eso, y ponerle las cosas más fáciles. A la entrada del bosque de Fangorn, optamos por una alternativa algo más relajada: tomar la pista que pasa por la urbanización Torrehoria, y que lleva directamente hasta la entrada del Mirador de las Niñas. Desde allí, podríamos bajar a Córdoba bien por Montecobre, por carretera, o bien por la Cuesta del Reventón.
Entramos en la pista. El único que aguantaba el tipo de manera digna era Marcos. De hecho, nos llevaba con la lengua fuera. Las etapas con Los Califas lo han dejado en un excelente estado de forma, y además iba con prisas… En fin. Llegamos a la entrada del mirador al filo de las 13:00h. Allí tomamos la siguiente decisión: Javi optaba por volver las Ermitas y el Reventón (ya que lo dejaba directamente en su casa), y Marcos, para ir más rápido, prefería bajar por la carretera de las Ermitas. Yo por mi parte ¡bajaría por Montecobre! Hubiera sido divertido, pero no. Viendo tan hecho polvo a Javi, preferí acompañarlo en su bajada por el Reventón. Así pues, nos despedimos de Marcos, y nos dirigimos por carretera a las Ermitas.
Ese trayecto por carretera no tuvo mucha más complicación, salvo por el pequeño puerto que hay que salvar por carretera. Fue en ese momento -llevábamos ya cuatro horas largas de etapa- cuando el GPS empezó a dar señales de que la batería se encontraba exhausta. No era la única, porque nosotros no estábamos mucho mejor. Quise entonces conectarle la batería externa de Dealextreme, pero ésta -oh, sorpresa- se había vuelto a estropear. Tuve entonces que activar el GPS del móvil. Javi, que había seguido subiendo, aprovechó para detenerse y recuperar azúcares a base de comer madroños de un arbusto que había encontrado. No era mala manera de hacerlo, pardiez.
Llegamos al comienzo de la bajada del Reventón a las 13:25h, y empezamos el descenso. Javi esta vez se lo tomó con calma. A mí, por mi parte, también empezaba a apretarme la hora: el GP de Fórmula 1 empezaba a las 14:00h, y no quería perdérmelo. La bajada, como siempre, fue divertida.
Tras 10 minutos de descenso, llegamos a casa de Javi. Decliné una invitación a tomar unas birras -cosa que me apetecía bastante- para volver rápidamente a casa. La hora se me echaba encima, y empezaba yo también a estar hecho polvo. Llegué a las 13:44h, con el tiempo justo para ducharme y ver empezar el GP. Un buen epílogo para una etapa sobresaliente.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí (atención, variación en el modo de publicar artículos) está el enlace al recorrido de la etapa: Carretera de la Albaida – Castañar de Valdejetas – Cuesta del Reventón
Etiquetas: castañar de valdejetas, córdoba, cuesta del reventón, la albaida, mtb, panorámica, trassierra
El pasado domingo volví a dar pedales con algunos amigos en Córdoba. Era la primera salida después de una pausa veraniega en la que el Camino de Santiago y el tostarse vuelva y vuelta en algunas playas gallegas me habían mantenido alejado del maillot, la burra, y el suplicio de montarse a dar pedales en Córdoba (o en Sevilla, tanto da) en pleno verano. Pero como uno es un enfermo de esto, lo primero que hice en cuanto volví a casa tras mis vacaciones fue quedar para empezar a dar guerra por la Sierra.
Todo prometía que iba a ser una etapa de las que hacían época: los ciclotrastornados que salimos así llueve, truene o haga un sol que derrita el plomo, habíamos conseguido repescar para la guerra a viejos compañeros de etapa… e incluso añadir algunos nuevos, equipados incluso con auténticos carros blindados. Parecía incluso que nos íbamos a juntar un grupo de 8 personas para salir a dar pedales. Pero también habíamos tenido que transigir en algunos aspectos. Y uno crucial era el de la hora: quedamos para salir el domingo a las 9:30h. No era algo demasiado grave: al fin y al cabo, en Córdoba el verano estaba siendo bastante suave para lo que es costumbre. Otro de los aspectos fue el recorrido: recortamos las habituales etapas de más de 50 kms. hasta una etapa de menos de 25, y con tramos de carretera, y todo. Esto último no es algo que me viniera -personalmente- mal, después de más de un mes sin rodar, por lo que estaba contento con ello.
Pero poco a poco, la etapa empezó a torcerse. La primera muestra de ello la tuvimos la misma noche del viernes, cuando a las doce y media de la noche las chicharras cantaban en toda una orgía de chirridos más propia de la hora de la siesta que de otra cosa. El fin de semana se adivinaba duro en lo climatológico. Y en los días posteriores no se puede decir que el clima se atemperara, sino más bien todo lo contrario.
En realidad, la culpa es mía por ser optimista, pero no lo puedo evitar. A la hora de la verdad, el domingo a las 9:30h los que estábamos listos para salir nos podíamos contar con los dedos de una mano… e incluso sobraban dos dedos: Javi Aljama, Ángel y yo. Siendo fiel a la verdad, tengo que admitir que es algo que no me sorprendía excesivamente. En realidad, sólo me sorprendía la baja de Mané, pero pronto tuve conocimiento de que estaba librando otras guerras por ahí, ante lo que sólo puedo descubrirme, y darle mi más completo apoyo.
Total, que a las 9:30h Ángel y yo arrancamos a rodar, con un calor bastante considerable, camino de los Morales. Nos encontramos con Javi en la rotonda de la calle Mayoral, y seguimos con el ascenso. Dado que nos habíamos quedado los de la vieja guardia, desechamos subir por asfalto, para hacerlo por Los Morales. Al fin y al cabo, llevábamos bicis de montaña, ¿no?
En estos primeros compases de la etapa me estaba encontrando fantásticamente bien, pero andaba algo preocupado por esa molesta tendencia que tengo a tirar demasiado desde el inicio. Por desgracia, era algo que no mucho tiempo después iba a pasarme factura. Hicimos una pequeña pausa para meter presión a la rueda trasera de Ángel, que estaba algo floja, y seguimos ascendiendo. Rondaban ya las diez de la mañana, y el calor era sencillamente brutal.
Poco después nos metimos en vereda, con la auténtica subida de Los Morales, y pronto empecé a pasarlas canutas, entre el tremendo calor, y el maillot de manga larga que llevaba para evitar quemarme con el sol: había tenido que optar esa mañana entre pasar calor o quemarme. Había optado por lo primero, y no había tardado demasiado en empezar a lamentarlo, en mitad de esas espantosas rampas con hasta el 23% de inclinación, en las que sólo podías respirar vaharadas de aire recalentado. Tuve que echar pie a tierra en unas cuantas ocasiones, antes de alcanzar la Fuente de los Piconeros.
A partir de la fuente, y ante el tremendo calor, marcamos un ritmo tranquilo: plato pequeño y piñón grande, y a subir con calma. Al fin y al cabo, como dijo Ángel más de una vez, se trataba de pasarlo bien, no de echar los higadillos. Con todo, llegamos al Lagar a las 10:42, con un tiempo de subida de 72 minutos, en los que habíamos hecho tres pausas de unos 10 minutos de duración en total. Para lo que estaba cayendo, no estaba mal.
Sin detenernos, iniciamos el descenso por el GR-48 en dirección a Las Jaras. Una divertida bajada, que actuó como un genial bálsamos para olvidar el espanto de la subida anterior. Abandonamos el GR-48 justo antes de que gire hacia el este, en dirección Los Villares, y tomamos una pista -primero- y un sendero -después- que llevan directamente hasta Las Jaras, donde llegamos al filo de las 11:00h… y donde aprovechamos para hacer una bien merecida parada para hincharnos a churros con chocolate. Bueno, con batido de chocolate y cola-cao, que la cosa no estaba como para meterse entre pecho y espalda un chocolatazo caliente.
Tras esta pausa de media hora, reiniciamos nuestra etapa. Sobre el papel, había previsto realizar un tramo de la vereda de la Pasada del Pino hasta las cercanías del Club de Golf, y volver de nuevo casi hasta Las Jaras. Pero vista la hora que era, y teniendo en cuenta que Ángel tenía que estar de vuelta antes de las 13:00h para dirigirse a Málaga, optamos por recortar el recorrido, volviendo directamente al Lagar de la Cruz por carretera, con Ángel en cabeza, marcando un ritmo suave al principio, pero cada vez más intenso, muy a su estilo cuando afronta rampas largas.
Por último, quedaba el enlace desde el Lagar hasta las Ermitas… que no pudimos menos que hacer por campo, bordeando la carretera CV-79.
…y donde tuvimos la segunda bajada divertida del día, hasta las Ermitas, donde me hinché de tragar polvo:
De nuevo sin pausa alguna -ya que no andábamos especialmente sobrados de tiempo- emprendimos el tercer y último descenso de la etapa: la cuesta del Reventón, que no tardamos mucho en ventilarnos, especialmente Ángel, que baja con unas dosis de acarajosacadismo enajenado que para sí quisiera Ari Vatanen en plena subida al Pikes Peak:
Aunque, eso sí, paramos a hacernos una bonita foto:
Finalizamos el descenso a las 12:25h. A Ángel no le quedó más remedio que salir corriendo a su casa, pero Javi y yo dimos por finalizada la etapa en su casa, donde nos esperaban birras, una excelente piscina, y un buen rato de palique.
El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:
Ver 2011/08/07: Los Morales – Las Jaras – El Reventón en un mapa más grande
Los datos de la etapa son los siguientes:
Etiquetas: córdoba, cuesta del reventón, lagar de la cruz, las ermitas, las jaras, los morales, mtb
El pasado 27 de marzo Javi Aljama, Enrique, Mané y yo hicimos una gran etapa por la Sierra de Córdoba. Una etapa que, por segunda vez consecutiva, iba a disputar sin haber dormido prácticamente nada la noche anterior. Y es que había tenido una intervención nocturna en el trabajo por videoconferencia que se alargó hasta las cinco de la mañana, que apenas me permitió dormir una hora y tres cuartos antes del comienzo del Gran Premio de Australia de Fórmula 1, que se alargó hasta las nueve y media de la mañana. Apenas había cruzado Vettel la línea de meta, cuando salía yo por la puerta con las gafas enfundadas y el casco puesto. Y es que se me paraba a pensarlo, caía redondo de sueño.
Empezamos la etapa un poco antes de las 9:45h, y nos dirigimos al canal del Guadalmellato, para enlazar con la vereda de Trassierra. Íbamos a subir por Monte Cobre hasta el cruce de Trassierra. Empezamos la subida suaves; había calculado hora y media de subida hasta el cruce, pero tengo que admitir que era la segunda vez que subía Monte Cobre desde la vereda: salvo en una de las Maratones MTB Sierra Morena, siempre había subido hasta el camino de la Casa de la Ventana por la carretera de la Albaida.
Al llegar a la altura del Cortijo de la Gitana Javi y yo, que íbamos en cabeza de palique, nos desviamos por una dura subida, que pronto tuvimos que desandar, ya que nos habíamos saltado el desvío que da comienzo al primer tramo de Monte Cobre. Empezamos la subida por un camino, seguido de un durísimo sendero que nos acabó llevando, a las 10:40h, junto al guardarraíl que corta el paso de la subida, y que hay que salvar para continuar ascendiendo hasta la Casa de la Ventana, primero, a la Torre de las Siete Esquinas, después, y por último, al Mirador de las Niñas.
Poco después empezamos la subida hacia la Casa de la Ventana, acompañados por un grupo de ciclistas que habían subido por la carretera de la Albaida. Salvamos la cerca que corta el paso cerca de la Casa, y continuamos ascendiendo. Pronto Enrique, lastrado por sus cubiertas de descenso, se fue quedando atrás, mientras Mané y Javi se iban un poco en cabeza. Superamos el olivar que antecede a la Torre, y nos reagrupamos en ésta. Pudimos descansar un poco, mientras contemplábamos una magnífica vista del Valle del Guadalquivir.
Antes de continuar, tuvimos un breve momento de duda sobre si seguir ascendiendo por el camino conocido, o seguirlo haciendo por un sendero que surgía hacia el oeste de la torre. Tentados estuvimos de tomarlo, pero el recuerdo de los acontecimientos de la semana anterior nos hicieron desistir, aunque dudamos bastante. Seguimos el ascenso hacia el Mirador de las Niñas, donde de nuevo volvimos a separarnos. Tuve algunos problemas de cambio con la Ghost, y perdí comba con Mané y Javi, que consiguieron subir del tirón hasta el Mirador.
Desde allí continuamos hasta la primera parada del día, la gasolinera del Cruce de Trassierra. Eran las 11:30h de la mañana. Habíamos tardado algo menos de dos horas en subir. Allí Enrique decidió no continuar con la etapa: tenía que estar pronto de vuelta en casa, y la etapa, de la que apenas habíamos hecho un tercio, prometía ser larga. Así que, reducido el grupo a tres integrantes, tomamos la decisión de ir hasta el punto más lejano propuesto: el castañas de Valdejetas. Eso suponía que íbamos a subir tres puertos de montaña, y que ya habíamos superado el primero de ellos.
Al filo del mediodía reemprendimos la marcha. Tomamos la carretera de Trassierra, para abandonarla poco después, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi. Tomanos la vereda del Llano de Mesoneros, que nos hizo pasar junto a la fuente de la Marquesa, para llevarnos en un divertido descenso hasta el embalse de la Jarosa. Era ya terreno conocido para nosotros. Seguimos avanzando, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi, hasta que llegamos al cruce del GR-48 que, semanas atrás, Mané y yo habíamos seguido para ir a Santa María de Trassierra. En este caso, continuamos de frente.
Otro grupo de ciclistas, con bicis rígidas, nos preguntaron a dónde iba el camino. Les respondimos que se trataba del GR-48, y que nosotros íbamos siguiendo las indicaciones del Sendero Azul hasta el castañar. Era fácil: sólo tenían que ir siguiendo las marcas rojas y blancas, hasta encontrar a mano derecha el desvío para el castañar. Decidieron recorrerlo, por lo que nos dieron las gracias y siguieron avanzando.
El GR-48 seguía en dirección noroeste, pasando por un magnífico tramo de dehesa, mezclada con bosque mediterráneo. Desde el embalse habíamos ido en un suave ascenso, marcado por ocasionales subidas y bajadas, que hacían el rodar bastante divertido. Dos kilómetros y medio después, llegamos a una intersección del GR-48 con otro camino. Consultamos el GPS, y vimos que teníamos que abandonar el GR-48, y seguir a mano derecha para emprender la subida al castañar de Valdejetas. Sin embargo, no había rastro de indicación del Sendero Azul. Espero que el trío de las rígidas no hubieran seguido avanzando, esperando encontrarse el cartel azul, porque si no podrían haber acabado en Portugal.
Faltaban diez minutos para la una de la tarde cuando empezamos el ascenso a Puerto Artafi por el castañar de Valdejetas. El entorno era un preciosidad, pese a que el castañar no se encontraba en su mejor época del año. Pasamos junto al Cortijo de Valdejetas que, como bien dijo Mané, más parecía un cortijo de campiña que uno de sierra, y salimos de la finca no mucho tiempo después. Hicimos la segunda parada de la jornada junto a la cancela de entrada a Valdejetas. Era la una y diez de la tarde. Habíamos cruzado el castañar en 20 minutos, a un ritmo bastante tranquilo, y disfrutando del paisaje.
Nubes de tormenta avanzaban sobre nosotros, por lo que tuvimos que decidir cómo finalizar la etapa. Determinamos llegar hasta la carretera de Trassierra, y volver a Trassierra por ella para, posteriormente, bajar a Córdoba por la Cuesta del Reventón. Dicho y hecho. Empezamos un breve descenso, seguido de una dura subida hasta Puerto Artafi, donde tuve que entregar la cuchara. Repuesto del esfuerzo, bajamos hasta la carretera, y volvimos rápidamente a Trassierra y tomamos, sin detenernos, el camino hacia la Fuente del Elefante. A partir de este punto, Mané empezó a experimentar molestias en una de sus rodillas. Estaba claro que íbamos a tener que terminar la etapa por la vía rápida.
Pasamos por la Fuente del Elefante pasadas las dos menos cuarto de la tarde. Seguimos hasta el Cortijo del Caño del Escarabita, y tomamos el camino que lleva hasta la Torre del Beato. Recordaba haber pasado por allí en la II Maratón MTB Sierra Morena, pero me encontraba bastante despistado, especialmente cuando salimos a la carretera. En un momento creí reconocer el entorno como -precisamente- el de la Torre del Beato, pero ni a Javi ni a Mané parecía sonarles. Como luego pude comprobar en Google Earth, lo había reconocido bien.
Desde la Torre tomamos la carretera en dirección a Las Ermitas. Íbamos a afrontar el tercer y último puerto de la jornada. Y el primero por carretera. Aunque a esas alturas del día no era demasiada ventaja. Aun así, disfrutamos del veloz descenso por carretera hasta el comienzo de la cuesta del Reventón. Terminamos la etapa con un trepidante descenso por la Cuesta del Reventón, en el que, para variar, abusé de los frenos de disco.
Dimos por finalizada la etapa al pie de la cuesta del Reventón, cerca de la casa de Javi. Eran las dos y media de la tarde, y en ese momento el GPS, que estaba a punto de quedarse sin batería tras casi cinco horas de etapa, indicaba que habíamos recorrido 40’3 kms. Mané y yo, tras despedirnos de Javi, descendimos hasta el Brillante, y nos encaminamos a casa, a donde llegamos al filo de las tres de la tarde. Habíamos recorrido, en total, 45’56 kms. de etapa larga, divertida, y con un paisaje sumamente hermoso. Y por una vez, no volvíamos cubierto de barro o arañazos.
El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:
Ver 2011/03/27 – Monte Cobre – Puerto Artafi – Cuesta del Reventón en un mapa más grande
En cuanto a los datos de la etapa, por error no puse en marcha el pulsómetro a la salida (me dí cuenta a la altura del Cortijo de la Gitana), y se interrumpió en la Fuente del Elefante, por lo que los datos cardíacos son sólo parciales, correspondientes a ese segmento de la etapa. Los correspondientes al kilometraje sí son correctos:
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