El domingo 25 de septiembre realicé en Manilva una etapa ciclista que había estado preparando todo el verano: una salida estilo gravel por Manilva, con mi vieja bici de acero reconstruida. Y es que al final había hecho algo de lo que no estaba al 100% seguro de que lo iba a hacer, y era llevar de vuelta a Manilva la bici en la que había estado trabajando todo el verano. Pero 5 bicis en casa son demasiadas, así que acabé haciendo lo lógico. Empecé a rodar al filo de las 8:00h, saliendo de La Noria por el paseo marítimo de San Luis de Sabinillas, para cruzar la carretera y subir hacia los Baños de la Hedionda. La subida junto al río Manilva no fue mal, al contrario, la bici se mostraba suave en el rodar, precisa en los cambios y contundente en las frenadas. Todo lo que ya había experimentando en la primera salida con ella por Santiponce. Pero también mostraba el otro defecto que le había notado, el que el plato de 32 dientes se quedaba corto en ese recorrido. Sin embargo, ese problema desapareció al llegar al tramo de grava que precede a la zona de los baños. A partir de ahí, esa relación de desarrollo empezó a dar todo su potencial.
Hice una primera parada en los Baños, donde a esa hora de la mañana ya había gente. El agua de los baños daba sensación de calidez a esa hora, y la verdad es que apetecía un baño, pero se me hacía pronto para el recorrido, así que volví sobre mis pasos, y desanduve el camino hasta llegar de nuevo a la carretera, justo debajo de los puentes de la autopista. Desde allí, tomé la carretera de la Cantera, con la idea de tomar la carretera de Casares lo antes posible. Se trata de una subida muy dura, apenas un kilómetro, pero con rampas de 18% en cemento rayado, ya que hay tramos en los que el asfalto no agarra. En algunos momentos, pese a las cubiertas lisas y el cassette de 34 dientes, no me quedó otra que tirar del plato pequeño. Ya en la rotonda de la autopista, seguí subiendo por la A-377, que en ese primer tramo también constituye un desafío interesante, con sus 2 kilómetros, rampas del 14% y una pendiente media del 6%. Pero después de lo anterior, se hacía casi sencillo. Una vez arriba, seguí llaneando un poco hasta llegar al desvío del Canuto de la Utrera, al que no me pude resistir a bajar. Descendí hasta la entrada del mismo por una pista terriza, a tramos con grava, hasta llegar al lugar de las prospecciones petrolíferas.
Tras un rato de solaz, volví de nuevo sobre mis pasos, para retornar a la carretera. Era más sencillo que hacerlo, porque -fiel a mis costumbres- había llevado el concepto de gravel a su límite, y unos pasos más allá. Tuve una subida divertida por sendero, grava al 12% de desnivel y finalmente pista, hasta poder volver a la carretera.
De nuevo en la carretera, crucé al otro lado de la misma, para emprender el descenso del cortijo de la Zarabanda. Es un descenso de casi 5 kilómetros, por buena pista casi todo el rato, entre bosque mediterráneo y fincas de labor, con rampas máximas del 15%. Divertido, salvo que aún te estés acostumbrando a un nuevo manillar de cabra y unos nuevos frenos.
Tengo que admitir que lo pasé mal en algunos tramos, ya que me hacía polvo las manos, en especial entre el dedo gordo y el resto de la mano. Pero supongo que es cosa de acostumbrarse. Una vez finalizado el descenso, se llega a la Vereda de los Pescadores, que se encuentra asfaltada, y que permite enlazar con El Secadero y San Martín del Tesorillo. En general se va en falso llano, con apenas una pequeña tachuela. Aquí la gravel volvió a quedárseme algo corta de desarrollo, pero era algo que estaba dispuesto a asumir.
Ya en El Tesorillo, giré a mano izquierda, tomé la primera calle que sale a mano izquierda, justo al llegar a la carretera, que al poco se convierte en una estupenda subida por campo, en dirección a los altos del Pinar de Tábanos. Es una subida interesante, zigzagueante, con un firme razonablemente bueno, pero que permite disfrutar de la técnica… y perfecta para una gravel. Tras pasar una cancela, se llega a una vieja casa en ruinas, en la que se puede distinguir un horno de leña.
El camino continúa en ascenso, y al poco se empiezan a ver las indicaciones de un nuevo sendero en señalización, de Honda Cavada a Pinar de Tábanos. Tendré que dedicarle tiempo en otra ocasión. Se sigue ascendiendo de manera cómoda, salvo por la aparición de bancos de arena en algunas ubicaciones, que con la gravel se hacen criminales. Pero el camino recompensa con estupendas vistas, tanto hacia este como oeste.
Superado un cortijo medio abandonado, empieza el descenso. Aquí hay diversas alternativas, pero en mi caso opté por seguir la señalización que comentaba. Esto me llevó a pasar por encima de la autopista por un puente, que me llevó a la zona de los cerros de Alcorrín. Desde allí, llegué a una urbanización, desde la que tomé una calle en fuerte pendiente hasta llegar a la autovía, a la altura de la Playa del Negro. Crucé la carretera, y bajé hasta la playa, para tomar la Senda Litoral de Málaga de vuelta hacia Sabinillas.
Desde aquí era todo bastante sencillo: rodar por una pista en buenas condiciones por la playa. Me detuve un momento en el Castillo de la Duquesa, para tomar la foto de rigor.
Y nada más. Llegué a La Noria esquivando el paseo marítimo en obras, donde está prohibido montar en bici, para dar por finalizada la etapa recién pasadas las 11:00h, tras un recorrido de casi 35 kilómetros. Una bonita etapa, en la que la gravel se comportó de manera estupenda.
…y después, tuve mi buen merecido descanso.
Datos de la etapa:
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El 24 de agosto, aprovechando que estaba pasando unos días con mis padres en la provincia de Málaga, me decidí a rodar un poco los aquellos lares. Era algo que llevaba tiempo con ganas de hacer, sobre todo porque la zona en la que tienen su piso (Manilva) es pródiga en zonas montañosas, y presentaba bastantes alicientes para salir a rodar. Así pues, me hice en wikiloc con un recorrido que parecía bastante apañado, y salí de buena mañana a rodar. Dado que no había llevado ninguna bici para Málaga, utilicé mi vieja bici de montaña, que hace años había cedido a mi padre y que él, tras haber recibido como regalo de reyes una nueva bici de doble suspensión, había llevado para Manilva.
Así pues, salí a las 8:20h desde San Luis de Sabinillas en dirección noroeste, hacia los famosos baños sulfurosos de la Hedionda, de origen romano. El penetrante olor a huevos podridos de la zona no dejaba lugar a dudas que de que me encontraba cerca de los baños, como en efecto así era. No tardé mucho en llegar hasta ellos, y quedarme impresionado -además de por el pestilente olor- por el color turquesa de las aguas del manantial. Sería cuestión de repetir la visita en otro día.
Mi idea original, una vez vistos los baños, era volver sobre mis pasos para subir por la carretera de la cantera de La Dehesilla y llegar a los aerogeneradores, para luego bajar en dirección a El Secadero. Sin embargo, camino de los baños me encontré con una sorpresa: un impresionante tajo en la montaña… ¡con indicaciones de sendero local!
Se trataba del sendero del Canuto de la Utrera, que es como se conoce a dicho camino. Se trataba de un sendero de apenas 2 kms. que ascendía directamente hasta los aerogeneradores, pasando por una interesantísima zona kárstica, en vez de por una carretera llena de camiones de cantera. Sería del género tonto no ir por él, ¿verdad?
Pues no. Era del género idiota meterse por él con bici. Aunque el paisaje era espectacular, y el sendero una auténtica preciosidad, apenas era ciclable unos centenares de metros. El resto del trayecto transcurría subiendo por pedregales, el lecho del arroyo del Canuto, y salvando peñascos de varios metros de altura. Y eso cuando no había que hacerlo todo al tiempo.
Tan dura fue la subida que tardé 35 minutos en hacer apenas 900 metros de subida. Y casi todo el tiempo con la bici al hombro. Pero aun así, mereció la pena.
Pasada la zona más complicada acabé llegando a una zona en la que el valle abría considerablemente. En ella se habían realizado prospecciones petrolíferas en los años 70, y quedaban como restos de ellas una especie de piscinas de áridos, además de un camino razonable para salir de la zona. Alcancé la carretera a las 9:40h.
Una vez en la carretera de Gaucín, tan sólo tuve que cruzarla para tomar la pista de descenso del barranco de la Zarabanda. Es una zona que se encuentra perfectamente señalizada por el ayuntamiento de Casares, del que forma parte. Así, pasando por una zona con un sorprendente alcornocal y unas vistas espectaculares, llegué sin demasiados inconvenientes a la Vereda de los Pescadores, asfaltada en esa zona.
Seguí por esa carretera en dirección sur hasta alcanzar la aldea de El Secadero, último punto habitado por el que iba a transcurrir antes de volver a bajar a la costa de Málaga. Pero antes de ello no me quedaba más remedio que volver a ascender los montes que me separaban del mar. Crucé El Secadero en dirección este, por su calle principal, y no tardé mucho en salir de la aldea. En poco tiempo terminó el camino asfaltado y empezó una pista de tierra que poco a poco fue ganando en pendiente. El calor a esa hora había empezado a aumentar, y mis reservas de agua estaban empezando a menguar peligrosamente. Ya me temía lo peor cuando, para mi sorpresa, di con dos manantiales de agua en plena subida. ¡Y con un agua fresca y de sabor excelente!
Era algo tan absolutamente sorprendente que no pude menos que pararme a inmortalizar el momento y a refrescarme en tan sorprendente regalo de la naturaleza. Una vez hecho esto, seguí subiendo, hasta alcanzar un altiplano en las cercanías del Cortijo de los Pinos. El cortijo tenía el nombre excelentemente puesto, ya que pasé a encontrarme en una zona de pinos y dunas que no dejaron de recordarme a los existentes en las cercanías de Aznalcázar, camino de El Rocío. Y como no podía ser menos, la arena era igualmente fastidiosa.
Por suerte para mí, la ruta que estaba siguiendo abandonaba esta pista arenosa poco después del cortijo, para emprender un divertido descenso por una zona trialera bastante divertida, que pronto me acabó llevando a las cercanías de la autopista, bajo la que tuve que pasar. A partir de ahí, el camino volvió a una dinámica de pista ancha, alternando subidas y bajadas en los cerros de El Alcorrín. Finalmente acabé bajando a Martágina bordeando una urbanización llamada Princesa Cristina, y pasando por la zona de la Duquesa Alta, parcialmente urbanizada por una urbanización abortada por la crisis inmobiliaria.
Una vez llegado a la autovía, la crucé para entrar en Martágina. Desde allí el camino no tuvo más interés que el seguir avanzando en paralelo a la costa, cruzando el Puerto de la Duquesa hasta volver a San Luis de Sabinillas, a donde llegué a las 11:35h. Una magnífica etapa que no hizo sino abrirme más el apetito de rodar por la zona.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Sabinillas – Baños de la Hedionda – Canuto de la Utrera – El Secadero – La Duquesa
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