El domino 23 de mayo realice una etapa ciclista en la zona de Cotobade. En concreto, recorrí parcialmente el recorrido 1 del Centro de BTT de Carballedo, cercano a Forcarey. Empecé la etapa recién pasadas las 9:00h, saliendo junto al edificio antiguo del Ayuntamiento de Cotobade. El recorrido empieza en subida, dirigiéndose por el pequeño casco urbano desde el ayuntamiento a la capilla de San Roque. Allí el camino gira a mano derecha, y continúa por carretera local.
Apenas 1 km después se llega a la PO-232, que hay que cruzar, y emprender un breve tramo de subida por carretera. En mi caso, tuve que hacer una pequeña parada para ajustar las mordazas de freno, merced al cambio de pastillas que tuve que realizar tras la etapa de la semana pasada. Reanudada la marcha, tras algo menos de 500 metros se abre a la izquierda de la carretera un camino empedrado, que hemos de tomar, en continuo ascenso por la montaña. Se trata éste de un viejo camino romano, que nos acompañará prácticamente en todo nuestro ascenso hasta Monte Coirego. La subida es sinuosa y va ascendiendo poco a poco por una montaña que se encuentra abundantemente explotada en el aspecto maderero, lo que tiene la ventaja de que los caminos se encuentran bastante limpios.
Tras un rato de ascenso, se llega a un pequeño robledal donde el camino se bifurca en dos. A la derecha está señalizado como “Carballeira de D. Elías”, y en sus cercanías se puede encontrar el Molino de la Iglesia. Se trata ésta de una calzada romana que asciende hasta las cercanías del observatorio astronómico. Siguiendo de frente se continúa por otro ramal, también acreditado como romano, que se acaba volviendo a encontrar con el primero.
El ascenso es bastante técnico, a tramos con una cierta pendiente, pero permite disfrutar en todo momento de este gran deporte, además de unas estupendas vistas del entorno.
Tras 1’3 kilómetros de ascenso desde el robledal anterior, se llega a una pequeña turbera, la Braña de las Pozas Secas. Allí realicé un pequeño descanso, donde pude observar varias cosas curiosas: un ciervo que huía en la distancia, el calvero creado por la turbera, y lo que parecían ser emanaciones de gases provenientes de la descomposición de la materia orgánica que genera la turba.
En este punto el camino desaparecía brevemente, pero tras pasar una pequeña corriente de agua, y al fondo de la turbera, junto a un abrevadero, el camino vuelve a aparecer, siempre en ascenso, en una zona en la que se había realizado una tala recientemente. Al poco se llega a una pista forestal, que se ha de tomar a mano derecha, para ascender de una manera bastante cómoda hasta el observatorio astronómico de Cotobade.
Tras dejar atrás el observatorio, se continúa por la misma pista, que describe un giro a la izquierda para alcanzar una pequeña laguna, junto a la que encontré una manada de caballos salvajes, que no pude menos que pararme a grabar.
Tras esta breve parada, reemprendí la marcha con el objetivo de alcanzar la cota máxima de la etapa: el alto de Monte Coirego. Pasada la laguna, se cruza una pista asfaltada, y se sigue de frente por una pista que serpentea el monte, buscando su cima. Al principio empieza suave, pero poco a poco va ganando en dureza, llegando en esta primera parte a alcanzar pendientes del 12%. A los 800 metros, a mano derecha se abre un atajo que permite subir de manera más rápida al monte. Rápida y brutal, con tramos al 17% de desnivel, pero con un firme fiable, aunque algo pedregoso. Tras estos 300 metros de recorte, se vuelve a salir a la misma pista de antes, que permite culminar la subida al alto 300 metros después, a 771 msnm.
Las vistas son estupendas, y en un dia tan despejado como el que tuve, se podía observar fácilmente la ría de Pontevedra, aunque el resto de puntos cardinales dejaban vistas que no desmerecían en nada la anterior, y entre las que destacaban la vista de la laguna y el observatorio, esta vez desde arriba.
Tras un pequeño descanso, emprendí la bajada por el monte, que no pude menos que grabar.
De vuelta a la carretera, tomé ésta en suave descenso hasta O Cádavo, donde destaca la Capilla del Santo Ángel de la Guarda.
Desde allí, se toma una pista que en descenso suave, con algunas subidas y bajadas, se dirige a la población de Vila de Arriba, por una pista forestal en zona explotada por madereras.
Hasta ese momento el recorrido estaba siendo estupendo, pero al llegar a las cercanías de Vila de Arriba se consumó el desastre. La pista que había ido trayendo hasta ese momento, muy clara, llegó a un cierre con alambre de espinos que impedía el paso. Tras consultar el rutero GPX, observé que me había desviado parcialmente del recorrido. Desandé mis pasos para encontrar una nueva senda, que tampoco correspondía exactamente con el recorrido GPX. Volví adelante y atrás, hasta encontrar un camino casi completamente perdido por la maleza.
Camino que volvía a desviarse del recorrido, y que moría en una nueva alambrada. Había otra pista clara, pero se alejaba bastante de Vila de Arriba, y que ni siquiera aparecía en los mapas, lo que podía significar grandes dolores de cabeza. Así que me decidí a cruzar la cerca, e intentar recuperar el camino, que supuestamente cruzaba la torrentera que tenía frente a mí. Mala decisión. No había camino, y pronto me encontré andando entre la maleza, saltando cercas y con la bici al hombro, para llegar a una plantación de la tríada galaica: tojos, zarzas y ortigas. Desesperado, salté otra nueva cerca para emprender el descenso por la torrentera, con agua hasta las rodillas. Avancé unos 50 metros de esta guisa, hasta un punto en el que el torrente estaba bloqueado por un arbol caído. Ahí salí de nuevo a la maleza, menos densa que antes, y pude avanzar entre unos eucaliptos, hasta llegar de nuevo al camino que indicaba el GPX. Cómo no, comido de maleza, aunque no tan cerrada como en espantos anteriores.
Pude avanzar sin demasiadas penurias los 300 metros que me separaban de Vila de Arriba. Tan sólo para descubrir que había pinchado. La verdad, me sorprendía no haberlo hecho antes. Me tocó cambiar de cámara, y por alguna razón que no alcanzo a comprender, la cubierta que había podido sacar sin problemas se resistió enormemente a ser colocada de nuevo. En fin. Solucionado el pinchazo, emprendí el ascenso por carretera hacia Trabazo. Al llegar a la cima me percaté de que iba de nuevo pinchado, aunque con una fuga lenta. Eso supuso la puntilla a la etapa. En vez de girar a mano derecha por una pista forestal que tendría que llevarme hacia Cuspedriños primero, y luego en descenso hasta Paraños antes de volver a Carballedo, opté por seguir por carretera a Trabazo, y luego seguir recto -también por carretera- y dar por finalizada la etapa con un recorte de 5 kilómetros sobre el recorrido previsto. Etapa, que pese a las penurias del final, no puedo menos que calificar de estupenda.
Datos de la etapa
Etiquetas: calzada romana, carballedo, cotobade, monte coirego, mtb, observatorio astronómico
Esta Semana Santa he estado rodando con mi padre entre Mérida y Zamora. Hemos hecho la Vía de la Plata, siguiendo -en líneas generales- el trazado de la antigua vía romana:
Unos días espectaculares, que espero poder contar próximamente.
Etiquetas: béjar, calzada romana, mtb
La sexta etapa del Camino arracó a las 7:35h desde el hotel en el que nos estábamos hospedando, a la entrada de Orense, justo en el trazado de la Vía de la Plata. Como mi padre aún se encontraba bastante débil por su enfermedad, optó por no recorrer la etapa, con lo que fuimos Pablo y yo los que la afrontamos en solitario. La mañana se presentaba fría, con unos 13.5ºC de temperatura, pero no tanto como en días anteriores. Descendimos desde Cumial hasta Orense atravesando Seixalvo. Este tramo de la Vía transcurre por el antiguo trazado de la N-525 (ahora desviada por una variante), salvo algunos tramos en que la abandona para atravesar las aldeas de la entrada de Orense.
Entramos en Orense un poco antes de las 8:00h. Paramos en una cafetería de la entrada de la ciudad a tomar algo de desayunar, y unos minutos después emprendíamos nuestra marcha. Siguiendo las indicaciones del Camino, atravesamos la ciudad, pasando por la Plaza Mayor y el casco histórico. Y cuando aún no habíamos llegado al Puente Romano, afrontamos el primer contratiempo del día: Pablo rompió el tensor metálico de uno de los brazos del freno V-brake de su rueda trasera. Aún fantaban al menos dos horas para que abriera cualquier tienda de bicicletas, y no teníamos manera alguna de repararlo. Por ello, no nos quedó más remedio que romper el otro tensor, ya que habíamos observado que al quedar sólo uno de ellos hacían que el freno se desplazara completamente, tocando con la rueda. De esta manera, al menos, el freno no se quedaba completamente bloqueado, aunque es cierto que bailaba un poco.
Una vez realizada la ñapa del día, continuamos hasta llegar al Puente Romano de Orense, donde nos echamos unas fotos.
Subimos el puente, y poco después llegamos a la bifucarcación de caminos. Hay dos posibles trazados a seguir para salir por la Vía de la Plata desde Orense. El primero de ellos discurre por Amoeiro y Cima da Costa, y es el más fiel al trazado de la antigua vía romana. El segundo, por Tamallancos, sigue por el antiguo Camino Real, volviendo a encontrarse con el primer camino en Casasnovas. Optamos por tomar la primera opción, así que, una vez llegados a la bifurcación, tomamos el camino de la izquierda, pasando frente a la estación de ferrocarril, camino al pueblo de Canedo, siguiendo el viejo trazado de la N-120 durante un rato, para girar posteriormente a la derecha en un polígono industrial. Atravesamos las obras del AVE, y así, tras pasar por un túnel bajo el viejo ferrocarril, afrontamos la primera pared del día: la infernal costiña de Canedo.
Una de las cosas que he aprendido es que hay que desconfiar cuando los gallegos se refieren a algo con un diminutivo. La costiña de Canedo permite salir del valle del Miño, salvando un desnivel de 275m (desde los 125 hasta los 400) es un trayecto de menos de 2 kms., lo que supone una pendiente media del 14%. Y era la primera vez que veía una carretera con bolardos de hormigón. La subida fue dura, durísima, hasta llegar a la aldea con el apropiado nombre de Cima da Costa. Conseguí afrontarla del tirón, con la sola excepción de un instante que paré para apoyarme en un muro, antes de seguir dando pedales.
Al menos al final de la subida teníamos dos buenas noticias esperándonos. La primera era que había una fuente donde saciar nuestra sed. La segunda, como rezaba una inscripción en piedra, era que ya sólo nos quedaban 99 kms. hasta Santiago. La contrapartida es que la fuente estaba llena de los mosquitos más molestos que imaginarse pueda, por lo que tuvimos que abandonar rápidamente el lugar.
Continuamos el camino con un perfil mucho más asequible: prácticamente plano, con sólo subidas y bajadas suaves. Seguimos un rato por una carretera rural, pasando por Liñares y, poco antes de llegar a Alfonsín, continuamos por un camino que poco a poco se iba internando en el clásico bosque gallego en galería, que tan en falta había echado en las jornadas anteriores.
El camino se podia seguir en este tramo muy fácilmente, ya que era ancho y se encontraba bien cuidado, aunque en algunos momentos anunciaba, por su perfil quebrado y algo sinuoso lo que más adelante nos íbamos a encontrar. Y así, a las 10:00h llegamos a la pequeña población de Ponte Mandrás, cuyo nombre viene dado por el puente medieval que cruza sobre el río Barbantiño.
Cruzamos el río y atravesamos Mandrás. Dejamos la carretera rural para tomar de nuevo un camino que nos condujo de manera bastante cómoda por las poblaciones de Pulledo y Pereda, antes de llegar a Casasnovas, al pie de la N-525. Con un suave ascenso, marcado por ocasionales rampas, llegamos a Cea, la primera gran parada del día. Habíamos recorrido aproximadamente dos tercios del camino hasta el Monasterio de Oseira. En Cea, pueblo famoso en toda Galicia por la calidad de su pan, aprovechamos para sellar la credencial en el Ayuntamiento, tomar un tentempié a base de horrorosas barritas de cereales (la mía, incomible, acabó en una papelera) y de unos razonables plátanos, y descansar un rato.
A partir de Cea, el perfil de la etapa se hizo más duro. Salimos del pueblo por un camino que pasaba junto al campo de fútbol de la localidad, y nos internamos poco a poco en el bosque. Pasaban de las 11:15h cuando abandonamos Cea, y el calor se iba dejando notar. El camino, a diferencia del que habíamos venido trayendo, se hizo más complicado, con abundantes tramos de piedra, suelta en ocasiones, que nos hacían avanzar con más dificultad. Cerca de la aldea de Mosteirón salimos a una pista asfaltada, que nos condujo poco a poco hasta un puerto de montaña. Cerca de unas casas que se encontraban antes de subir el puerto nos encontramos con la típica abuela rural gallega: robusta, con botas de campo, traje de faena y un pañuelo en la cabeza. Nos dio ánimos para la subida y nos deseó un buen camino. Se agradecieron sus palabras, porque la subida, por mitad de un cerro pelado y con abundante calor se hicieron de agradecer.
Salvado el alto, seguimos por un suave descenso de unos 3 kms. hasta llegar a Oseira, pueblo formado en torno al famoso Monasterio, donde llegamos recién pasado el mediodía. Habíamos completado los 32 kms. de la etapa más corta que teníamos previsto realizar. Llamamos por teléfono a mi padre y a Ana, que venían de camino. Habíamos estado comentando qué hacer en caso de terminar demasiado pronto esta etapa: bien volver a Orense, y realizar dos etapas más hasta Santiago, o continuar avanzando hasta Lalín, para recortar una etapa y llegar con algo más de margen a Santiago. Si decidíamos continuar, teníamos 24 kms. de etapa aún por realizar, vía Castro Dozón. Nada que no hubiéramos hecho otros días.
Mientras esperábamos, sellamos las credenciales en el Monasterio, y aprovechamos para interrogar al chaval que actuaba como encargado sobre el resto de la etapa hasta Lalín. Si estábamos dispuestos a seguir, nos recomendó evitar el trazado del Camino. Él, decía, lo había efectuado tres días antes y se encontraba bastante embarrado por unas recientes lluvias, y muy complicado. Nos recomendó salir de Oseira por la carretera que comunicaba con Rodeiro, y seguir desde allí hasta Lalín. Maldita fue la hora en la que le hicimos caso.
Ana y mi padre llegaron pasadas las 13:00h. Como ya era tarde para hacer la visita al monasterio, tomamos la decisión de ir a Rodeiro. Según el guía, no tendríamos más de 10 kilómetros hasta allí. Salimos de Oseira por carretera a las 13:30h, mientras Ana y mi padre se adelantaban para buscar dónde comer. Y pronto la cosa empezó a torcerse. La subida por carretera se hacía cada vez más dura, sazonada con un fuerte calor, que nos hacía sudar la gota gorda sobre la bici. Al pasar por la aldea de Aspera le preguntamos a un lugareño la distancia hasta Rodeiro. Su respuesta nos dejó helados: unos 18 kms., subiendo por los cerros. Aquello tenía mala pinta.
En efecto, estábamos subiendo por una carretera de montaña que, por lo que pudimos ver, no hacía sino alejarnos de nuestro recorrido previsto. Al cabo de unos kilómetros nos incorporamos a otra carretera que subía aún más en la montaña. Pasamos junto a las aldeas de Cabana y Povadura, y seguimos ascendiendo a lo alto de un monte coronado de repetidores y de un parque eólico. Al llegar a la cima me percaté de que no sólo estábamos dando un rodeo de unas decenas de kilómetros, sino que el guía nos había hecho subir al monte más alto de los alrededores, con el sugerente nombre de Monte Faro, en la Sierra de Faro. Como es de imaginar, estaba que se me llevaban los demonios.
Llegamos a la cima del monte a las 14:10h. La suerte es que a partir de ahí todo era descenso, que hicimos rápidamente. Poco después de pasar Couso, y en una curva bastante cerrada a izquierdas, nos encontramos con una nueva dificultad, esta vez en forma de rebaño de vacas. Ocupaban toda la carretera, y por lo que pudimos ver, no tenían la menor intención de apartarse de ella. El vaquero que las guiaba nos miraba divertido, y con poca intención -más bien ninguna- de actuar para que pudiéramos pasar. Así que le echamos valor y muy lentamente pasamos junto a aquellas enormes vacas, que nos miraban fijamente. Si una vaca no se aparta a tu paso, malo. Y peor aún si alguna lleva -como era el caso- un ternerillo.
Salvado el trance de las vacas, seguimos nuestro descenso hasta llegar a Rodeiro, pueblo de Pontevedra en el que entramos pasadas las 14:45h. 18 kilómetros de carretera de montaña nos habíamos metido entre pecho y espalda, en una hora y veinte minutos. Y lo que es peor, nos habíamos alejado de nuestro destino, ya que aún nos quedaban 16 kms. hasta Lalín. Estábamos dando un rodeo de 10 kms. por la Sierra. Valiente consejo habíamos ido a seguir. Así que, visto lo visto, y lo tarde que era ya, decidimos dar por concluida la etapa en Rodeiro. Almorzamos en un excelente restaurante, que sirvió para compensar en parte las penurias de la jornada.
Por la tarde volvimos al Monasterior de Oseira, ya que había una visita guiada. Guiada por el chaval que nos había mandado a la quinta puñeta por lo alto de las montañas. La charla, aunque interesante, nos dejó claro cuál era el defecto del guía: ser un charlatán que contaba las cosas de oídas, mezclando churras con merinas. Hubiera sido un digno colaborador de Fríker Jiménez en sus programas. Aún chirrían en mis oídos las perlas filosófico-matemático-esotéricas con las que iba trufando la visita al Monasterio. Pese a todo, la majestuosidad del entorno compensaba semejantes deslices.
Finalizada la visita, volvimos a Orense. Por segundo día consecutivo bajamos a las Termas A Chavasqueira para darnos unos baños termales. Tras la paliza del día, no pude menos que agradecerlo. En esta ocasión Ana no nos acompañó, prefiriendo quedarse en el hotel. Al salir de los baños quisimos cenar en Orense. Misión imposible. Pese a ser un jueves de agosto, nos encontramos cerrados todos los restaurantes, pizzerías o tascas de la zona. Y eso que sólo eran las 23:00h. Cuando creíamos que nos íbamos a tener que ir a la cama sin cenar, nos encontramos una bocatería regentada por latinoamericanos. Nos hicimos con unos deliciosos bocatas, y volvimos al hotel para cenar. Ana se había quedado dormida viendo la tele.
Preparamos el equipaje y lo dejamos todo listo para la jornada siguiente. La última, con final en Santiago. Nuestro Camino estaba llegando a su fin.
A continuación se puede ver el mapa con el recorrido que hicimos en azul. En color rojo se aprecia la variante de Cudeiro, en primer lugar, y en segundo, el recorrido que deberíamos haber efectuado desde Oseira:
Ver Vía de la Plata. Etapa 6: Orense – Estación de Lalín (05/08/2010) en un mapa más grande
En cuanto a los datos de la etapa, son los siguientes. Los he dividido en dos partes: la primera hasta Oseira, y la segunda desde Oseira hasta Rodeiro:
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El pasado domingo volví a salir con la bici por Córdoba con mis viejos amigos. En esta ocasión salimos a dar pedales Marcos, Mané y yo. Había estado planificando la etapa con Mané a lo largo de la semana, en la que habíamos definido tres hitos clave: subida de la Loma de los Escalones, pasar por Villa Alicia y enlazar con la carretera del 14%, y bajar a Córdoba por Los Postres, cortafuegos que coincide en su recorrido con el gasoducto a Badajoz (y cuyas tomas de ventilación son los que dan el nombre a la bajada). No conocíamos el punto de comienzo exacto de Los Postes, ante lo cual decidí echar en la mochila el mapa topográfico de la zona.
El domingo amaneció con una intensa niebla, y con frío, mucho frío. Habiamos quedado a las 9:00h en casa de Mané, y cuando asomé por la puerta, teníamos una temperatura de 7ºC, que prometía bajar cuando saliéramos de la ciudad. Marcos llegó con un poco pasadas las 9:00h, y nos encaminamos a Santa Rosa. Había propuesto tomar la subida de la Loma de los Escalones desde el puente romano del arroyo Pedroche, siguiendo el trazado del Camino Mozárabe, cosa que hicimos. Por suerte conocía bien el trayecto, ya que la intensa niebla apenas nos permitía seguir las flechas amarillas, en especial una vez pasado el puente y el Molino de los Ciegos. Pronto llegamos a la zona de Torreblanca, donde el espanto constructor que ha destrozado la zona hizo mella en nuestro ánimo. La primera dificultad vino porque parte del trazado del Camino se encuentra perdido, vallado por una obra inconclusa. Esto nos obligó a desviarnos por una calle paralela al trazado, si bien pudimos recuperar el Camino poco después, para internarnos en una zona boscosa, donde hicimos la primera parada del recorrido.
Descendimos por el trazado trialero hasta retomar la carretera de la Virgen de Linares justo a su final. Siempre siguiendo las flechas amarillas, nos dispusimos a realizar el ascenso de la Loma de los Escalones. Subimos como buenamente pudimos el primer repecho de sendero quebrado, con una niebla que nos hacía gotear humedad condensada, y con 5.5ºC. Enormemente agradable.
Conseguí pasar las primeras paredes con un razonable éxito, pero a costa de desfondarme completamente, lo que pagaría posteriormente. Seguimos ascendiendo por el trazado de la calzada romana, con sus impresionantes cortados en la roca de la loma. Una vez pasada la primera pared, seguimos ascendiendo por un tramo algo más favorable, antes de llegar a la bifurcación que hay junto a un poste de la luz, donde empecé a pagar el esfuerzo del tramo anterior. A medida que íbamos ascendiendo se veía que la niebla estaba despejando en las partes altas, por lo que no debíamos de tardar mucho tiempo en salir de ella por encima.
Así fue, al llegar a la parte de los escalones de caliza asomamos a un día radiante por encima del banco de niebla. Pasamos los escalones con algún percance y haciendo bastante equilibrismo sobre la caliza mojada, lo que le daba un extra de complejidad a la subida. De esta manera asomamos a la parte superior de la loma, donde se encuentra la parte arrasada por la cantera en explotación.
Desde allí seguimos ascendiendo por el camino de cantera que lleva hasta la curva del Frenazo, en el trazado antiguo de la N-432. Hacía tiempo que no transitaba por allí, y tengo que admitir que no recordaba ese ascenso tan duro como se me hizo. Estaba empezando a arrastrarme sobre la bici. Por suerte, no mucho después llegamos a la Curva, donde hicimos una segunda parada, en la que Mané y yo aprovechamos para reponer algo de fuerzas a base de barritas de cereales.
Una vez descansados, y disfrutando de un agradable sol, continuamos nuestro ascenso, siempre ciñéndonos a las indicaciones del Camino Mozárabe, lo que implicó cruzar el viejo trazado del ferrocarril de Almorchón. Subimos por una parte bastante abrupta donde existe una placa que recuerda a Vicente Mora Benavente, gran impulsor del Camino Mozárabe, ya fallecido:
Durante un rato circulamos en paralelo a la vieja Nacional, hasta que llegamos al comienzo de la cuesta que tiene por mal nombre Arrastraculos, y que forma parte del trazado original de la calzada romana que veníamos siguiendo. Afrontamos razonablemente bien las primeras rampas del ascenso, aunque con gran cansancio por mi parte. Iba necesitando un descanso. Pese a ello, Marcos y Mané no se me fueron tanto como pensaba, y nos reagrupamos en la pared final de subida a la Ermita. Atacamos la pared con desigual éxito: Marcos consiguió subirla al segundo intento, Mané lo hizo a la primera, y por un inoportuno bloqueo de la rueda delantera me quedé en clavado en mitad de la subida. Creo que hubiera podido subirla, porque, como bien comentó Mané, era una cuesta más de pulmones que de piernas, y las piernas me habían respondido bien.
Desde la ermita bajamos hasta Cerro Muriano, pasando junto al comienzo de la vereda de la Posada del Pino, que atraviesa la finca de Villa Alicia. Como nos temíamos, el propietario tenía vallada de manera ilegal el comienzo de la vereda, imposibilitando el acceso a ella. De momento decidimos bajar hasta el Muriano, y allí hacer un descanso. Durante éste, que aderezamos con unas bien merecidas tostadas, nos encontramos con un grupo ciclista de amigos de mis compañeros de etapa. Les comentamos nuestra intención de pasar por Villa Alicia, cosa que nos desaconsejaron debido a los pleitos que desde hace tiempo mantiene el propietario, y las dificultades que pone a los transeúntes.
Aun así, decidimos volver a la vereda. Vimos que estaba completamente cercada por vallas, restos de escombros, que se había cavado una zanja para impedir el paso, y arrasado la cobertura vegetal para intentar hacer desaparecer el camino. Estuvimos dudando un rato, hasta que vimos en el topográfico un posible trazado a seguir, intentando evitar la casa principal. Dicho y hecho. Con la ayuda de mi amiga Roberta salvamos la cerca, y nos adentramos en una antigua cantera. Pronto salimos a un camino que habría de llevarnos hasta una edificación. Viendo que había coches decidimos dar la vuelta para evitar problemas. Volvimos al trazado original de la vereda, y nos encontramos otro coche apostado en ésta. Al oír ladridos de perros, y para evitar males mayores, volvimos sobre nuestros pasos y salimos de la finca. El segundo objetivo del día había quedado frustrado.
Así pues, bajamos de nuevo al Muriano, y tomamos a la izquierda la carretera que comunica con la variante de la N-432. Al llegar a la incorporación, nos detuvimos. Desde allí teníamos dos posibilidades: ir por la N-432 hasta divisar la vereda, que pasa por debajo de la Nacional, salir de ésta, y tomarla hasta su final, en la carretera del 14%; o bien tomar directamente la carretera del 14%. Optamos por la segunda opción, debido a la peligrosidad de la N-432, si bien con la idea de quedarnos con la zona en la que la vereda enlazaba con la carretera.
Afrontamos el ascenso por carretera. Rápidamente Mané empezó a sufrir sus ruedas de 2.35”, así como el llevar una doble suspensión, frente a las rígidas con suspensión que llevábamos Marcos y yo. No tardamos en abrir hueco, ante lo que tuvimos que moderar el ritmo. No era plan de descolgarnos.
Seguimos subiendo hasta llegar a la zona donde teníamos que tomar el desvío para el cortafuegos de Los Postes, entre el campo de tiro olímpico y la entrada al club de golf. Localizamos el desvío justo al final de la rampa existente, y nos dirigimos hacia la estación de control del gasoducto. Empezaba el descenso de Los Postres. Bajamos un primer tramo hasta unos postes eléctricos, donde disfrutamos de una impresionante vista del valle bañado aún en la niebla. Espectacular.
El primer descenso era terrible: con un enorme desnivel, erizado de pinos a nuestra derecha, con un abrupto barranco a la izquierda, y una curva a derechas al final del trazado. Al menos no se veía con tierra suelta. Mané tardó poco tiempo en decidirse a bajar, y lo hizo como un campeón.
Marcos lo afrontó poco después, con razonable éxito. Yo, por mi parte, tenía reciente la caída de hacía dos semanas en Avionetas Express, por lo que decidí bajar este tramo con algo más de tranquilidad. Desde abajo, la verdad, la vista tampoco animaba demasiado a lanzarse por él. Al menos, no con la bici que llevaba.
Teníamos aún más de 2,5 kms. de descenso por el cortafuegos por delante, y llevábamos ya 25 kms. de etapa entre pecho y espalda. El cortafuegos constituía una sucesión de bajadas aderezadas con ocasionales subidas que nos hacían desesperar. Empezábamos a acusar el esfuerzo de toda la jornada, y pasábamos ya de la una de la tarde. Y así, entre subidas y bajadas, llegamos al desvío. Al principio nos costó identificarlo, ya que era un sendero bastante estrecho que surgía a la derecha, pero las inconfundibles marcas de motocicleta, y la vista de la Meseta Blanca a nuestra derecha ayudaron a despejar nuestras dudas.
Afrontamos el cambio de terreno, pasando de descender por un cortafuegos a seguir un sendero de cazadores sobre los riscos de una loma, entre abundantes arbustos, y pasando por zonas embarradas que me hicieron temer por mi integridad física, merced a que mi cubierta trasera se había convertido en un bloque de barro uniforme. Y la caída, por un sendero que hacía equilibrios en una ladera enormemente empinada, no era precisamente moco de pavo.
Poco a poco nos íbamos acercando a nuestro objetivo: la meseta blanca. Pasamos por una zona de cuevas, en donde vimos a una solitaria oveja pastando. No pudimos menos que echarnos unas fotos. Primero en la entrada de la cueva…
…y después con la oveja:
Al fondo del valle pudimos ver una casa, justo a la que llevaba el cortafuegos de Los Postes. Pudimos ver que de la casa surgía un camino que llevaba a la N-432, pero no era plan precisamente de tirarse por esa cuesta abajo. Además, estábamos ya muy cerca de la Meseta. Retomamos nuestro camino, y llegamos hasta la ella. Pasaban de las dos de la tarde. Era la primera vez que estaba en ella, y las vistas eran espectaculares. No pude menos que echar una panorámica en 360º. La vista lo merecía:
A esas alturas me había quedado ya sin agua, y Mané se quejaba de estar hambriento. No era para menos. Llevábamos ya 5 horas de etapa, por lo que decidimos volver a Córdoba por la vía rápida: bajar de la Meseta por el descenso del Alimonao, y seguir por el valle del arroyo Pedroche hasta Puente de Hierro. De nuevo, una bonita bajada, muy técnica, y peligrosa en mi caso, por el abundante barro y la cubierta poco adecuada que llevaba atrás.
Una vez abajo, y un poco antes de llegar al cruce con el camino de la cantera de Santo Domingo, Mané empezó a quejarse de molestias en su rodilla izquierda. Seguimos descendiendo a un ritmo algo más relajado, pero no mucho después notó que la cosa iba realmente mal, con un dolor bastante intenso. Por suerte, nos encontrábamos ya muy cerca de Córdoba, pero esos últimos kilómetros lo pasó bastante mal. Así que a un ritmo bastante tranquilo llegamos hasta Puente de Hierro, y subimos hasta el Barrio Naranjo. Nos dirigimos a casa de Mané, donde lavamos las bicis, y dimos por concluida la etapa, al filo de las tres menos cuarto de la tarde.
El recorrido en Google Maps es el siguiente:
Ver 2011/01/30: Loma de los Escalones – Postes – Meseta Blanca en un mapa más grande
En cuanto a los datos de la etapa, son los siguientes:
Etiquetas: 14%, calzada romana, córdoba, cerro muriano, cortafuegos, gasoducto, loma de los escalones, los postes, los villares, meseta blanca, mtb, puente de hierro, puente romano, vereda de la posada del pino, villa alicia