Un nuevo escándalo amenaza el mundo del ciclismo profesional. No se trata esta vez de dopaje per se, aunque se le esté dando la cómica denominación de “dopaje mecánico”. Existen fundadas sospechas de que determinados ciclistas están utilizando pequeños motores camuflados en la barra vertical de la bicicleta, para conseguir mejores desempeos en situaciones claves de las etapas, como sprints o fuertes subidas en puertos de montaña.
El mecanismo empleado es un sofisticado motor de unos 22 cm de longitud, equipado con un pequeño juego de baterías que otorgan una autonomía, que junto con un engranaje, va fijado permanentemente al eje del pedalier. Las baterías empleadas permiten otorgar una pequeña autonomía de giro al sistema, y son autorrecargables gracias al propio pedaleo del ciclista. Asimismo, el motor se atornilla al la barra vertical del cuadro para mejorar su eficacia.
El anclaje al eje se realiza mediante un pequeño cabezal de engranaje que se acopla al propio eje, sin necesitar modificaciones a éste. El sistema es capaz de desarrollar un régimen de giro de entre 30 y 90 revoluciones por minuto, más que suficiente para alcanzar velocidades de hasta 50 km/h. Por último, un pequeño botón se dispone en el manillar de la bicicleta, y permite al usuario activar y desactivar el motor a voluntad, así como poder controlar, en función de la duración de la pulsación, el ajuste de revoluciones que aplica el motor al eje. El sistema está pensado para que cuando el motor no está en uso, se desacople del eje del pedalier, para no incrementar la resistencia del juego de platos de la bicicleta.
Las imágenes están extraidas del siguiente vídeo, en el que el ex-ciclista Davide Cassani, actual comentarista deportivo de la RAI, explica cómo se acopla el sistema a una bicicleta convencional, y arroja algunas dudas sobre el reciente rendimiento de Fabian Cancellara:
La UCI ha anunciado, de cara al próximo Tour de Francia, que se van a realizar controles mecánicos por sorpresa de las bicicletas, mediante pesaje y escáner de infrarrojos.
Si obviamos el uso poco ético que suponen este tipo de artilugios en competiciones profesionales, estimo que este sistema puede ser una gran ayuda para el ciclista de montaña amateur, sobre todo de cara a recorridos de muy larga distancia o en condiciones abruptas. La verdad, en 2007, en la subida a Cebreiro, hubiera matado por haber dispuesto de algo por el estilo para poder afrontar determinadas rampas. Aunque bien es verdad que ya no se hubiera tratado de ciclismo de montaña, sino de “ciclomotorismo” de montaña, o algo así.
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