El pasado 25 de junio Mané y yo por fin conseguimos realizar una etapa nocturna. Llevábamos tiempo preparándola, con ganas de salir a rodar, y con el material preparado, pero entre unas cosas y otras no habíamos podido organizar el recorrido. Pero ese fin de semana iba a ser la definitiva. Y aunque en principio íbamos a ser cuatro los que acometeríamos la etapa nocturna, finalmente nos quedamos en dos. Pero ni eso iba a detenernos.
Empezamos la etapa a las 20:30h, con un calor sofocante, y con algo de aire en contra. Bajamos al Cámping, para coger desde allí el camino del canal del Guadalmellato. Nos encontramos a Ángel y Juan. Ángel no había podido venir a rodar con nosotros, y el pobre se veía que se moría de ganas por venir. Pero no sería en esa ocasión. Una vez entrados en el canal, nos dirigimos hacia Medina Azahara, nuestra primera parada. Fueron casi 8 kms. de llaneo por el canal, antes de empezar la primera de las subidas. La subida hasta Medina Azahara es engañosa. Se hace por carretera, que se dirige en línea recta a la sierra, perpendicularmente a las curvas de nivel. Esto produce la sensación de que apenas vas subiendo, cuando en realidad en algo menos de 2 kms. subes desde 130 m. de altitud hasta los 226 de la entrada del yacimiento, con una rampa máxima del 19.6% al alcanzar una curva a izquierdas, antes de la cuesta de San Jerónimo. Con razón íbamos con la lengua fuera, pese a que habíamos llegado a la zona justo en el momento en el que el sol se ocultaba tras la mole del Alto de San Jerónimo.
Nos detuvimos a la entrada del yacimiento unos minutos, lo justo para recuperar algo el resuello, y que Mané pudiera usar su inhalador para el asma. Teníamos una interesante subida por delante, que no queríamos hacer a oscuras. Y sí, lo de interesante es un eufemismo. Hacía muchos años que no realizaba esa subida, pero la recordaba escalofriante: primero hasta la entrada del Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso, donde cada rampa brutal era sucedida por otra aún peor. Y desde el monasterio, justo cuando creías que no podía ser más horrible, veías aparecer el camino a tu izquierda, con una pendiente que no cabe más que calificar de absurda.
El primer tramo, hasta la entrada del monasterio, fue apenas un kilómetro de pista que me hizo recordar por qué a veces odio este deporte. No en balde subimos 133 metros, lo que da una bonita pendiente media del 12’5%, con rampas del 21’3%. Pero lo hicimos. Llegamos hasta la entrada del monasterio, que no cabía menos que inmortalizar:
Sin detenernos demasiado, afrontamos el espanto que teníamos por delante: la subida al Alto de San Jerónimo. 1300 metros de pista con una pendiente media del 13%, y una máxima del 29’8%. Al menos la pista se encontraba en excelentes condiciones. Pero eso no quitaba que en las rampas más duras teníamos que inclinarnos hacia delante porque la rueda delantera perdía contacto con el suelo. Mané incluso tuvo que reducir el recorrido de su horquilla hasta los 120 mm., cosa que hacía mucho tiempo que no se veía forzado a hacer. Pero lo hicimos. Realizamos todo el ascenso del tirón, salvo un segundo que aprovechamos en un descanso de la cuesta para observar la torre de la iglesia del monasterio desde arriba. Llamaba bastante la atención, sobre todo teniendo en cuenta que apenas 400 metros antes la habíamos visto desde abajo.
Una vez terminamos el ascenso, abandonamos la pista, tomando un sendero que conducía a mano derecha. Ese sendero conduce directamente al vértice geodésico que indica la posición exacta del Alto, y se encuentra cortado desde hace años por una infame trinchera reforzada con barras de hierro, en un vano intento de impedir el paso. Nos limitamos a bordearla, y nos detuvimos para tomar unas fotos.
Ya había caído la noche, y era hora de sacar las luces: Mané su lupichin, y yo mi lupichin casera, realizada con un LED de 1000 lumens y una batería de 10.000 mA. Y aunque el LED que llevábamos era el mismo, en luminosidad tengo que admitir que no había color. la configuración de sus baterías, que proporcionan 7.4 V, y el uso de una buena lente obraban maravillas. La mía, por el contrario, con sus 3.7 V se portaba bien, aunque dispersaba demasiado la luz; pero en esas condiciones necesitabas algo más que “bien“.
Bajamos desde el Alto hasta el cruce de Trassierra, y desde allí nos internamos en el segundo sitio llamativo de la etapa: el bosque de Fangorn. Entramos a las 22:15h, y allí no sólo era noche cerrada, sino que parecía que la luz nunca hubiera alcanzado el lugar… salvo por las luces de club de carretera que llevábamos con nosotros. De hecho, eran demasiado potentes: la luz de Mané empezó a recalentarse, por lo que se vio forzado a bajar el voltaje a los 3.7 V, lo que hacía que nuestras luces estuvieran más parejas. Seguimos con el ascenso, hasta que alcanzamos un pequeño claro en lo más alto del bosque, lugar donde nos detuvimos a cenar a base de bocata.
El lugar era espectacular, y parecía que en cualquier momento un aparecido pudiera hacer acto de presencia…
…aunque seguro que al vernos con esas pintas salía corriendo despavorido.
Tras saciar nuestra hambre, volvimos a la carga, realizando un descenso por el bosque hasta llegar a la entrada de la urbanización de la Virgen de la Cabeza. En el tramo de llaneo junto a la carretera Mané sufrió un pequeño impacto con un árbol, que lo tuvo un rato fastidiado. Sin muchas más ceremonias tomamos la pista que conduce hasta el lagar del Caño del Escarabita, donde giramos a mano izquierda para dirigirnos hasta la fuente del Elefante. Y desde allí, en la oscuridad más absoluta, iniciamos la subida que, a mano derecha, lleva hasta las fuentes del Bejarano. Pasaban ya de las 23:00h, y era la primera vez que Mané realizaba ese recorrido. Y yo, por mi parte, hacía ya muchos años que no lo hacía. Por suerte llevaba mi buen tomtom, dispuesto a indicarnos el camino si la pifiábamos en la oscuridad.
Por suerte, no fue así, y pudimos seguir los carteles indicadores sin mayor inconveniente. A esa hora la temperatura era enormemente agradable. La verdad, costaba comprender cómo no habíamos realizado una etapa nocturna con anterioridad. Terminamos el ascenso, y emprendimos una ligera bajada hasta llegar al arroyo Bejarano. Estábamos a punto de llegar al lugar crucial de toda la etapa: el primer venero del Bejarano.
El primer venero del Bejarano no es más (ni menos) que el rebosadero del acueducto romano Aqua Augusta, o de Valdepuentes, del siglo I d.C. Llegamos hasta él después de cruzar el cauce del arroyo, girando a mano derecha. Y ahí estaba, en toda su belleza. Belleza que tuve la suerte de poder plasmar en una imagen:
Tan sólo por obtener esta imagen ya habría valido la pena realizar todo este recorrido. Era una deliciosa guinda para el pastel. Pero por desgracia no podíamos detenernos demasiado. Pasaban ya de las 23:30h, y aún teníamos que volver a Córdoba. A esas alturas llevábamos 18’6 kms. de etapa, y teníamos al menos otros 12 por delante.
La vuelta, al menos, estaba bastante clara: remontaríamos el Bejarano para dirigirnos a las Siete Fincas, y salir por las Dos Columnas. Y desde allí, bajada a Córdoba por Los Morales. Un buen trayecto, pero que suponía que teníamos que realizar 5 kms. de ascenso casi continuo hasta el Lagar de la Cruz, trufado con unas bonitas rampas del 11%. Pero a esas alturas de la etapa, después de haber sido pasados por la piedra en la subida del Alto de San Jerónimo, eso no nos iba a detener.
En realidad se nos hizo bastante fácil hasta que salimos a asfalto. Subimos a un ritmo excelente, incluso demasiado salvaje por un par de paredes que antecedían al tramo de asfalto. Pero ese esfuerzo lo pagamos posteriormente, justo en las rampas finales antes de llegar al Lagar. Aunque es comprensible: llevábamos ya entre pecho y espalda 25 kms. de dura etapa. Pero aun así, lo hicimos. Llegamos al Lagar justo antes de la medianoche, y emprendimos rápidamente el descenso de Los Morales… deteniéndonos tan sólo a activar la cámara:
Fue una bajada tremendamente divertida, en la que Mané -que se la conoce al dedillo- dejó muestras de gran calidad en el descenso. Yo por mi parte, me contenté con no dejar impresa mi cara en un alcornoque o en una piedra. La bajada nos regaló una preciosa estampa de la ciudad de Córdoba, con todas sus luces extendiéndose por las faldas de la Sierra hasta alcanzar el valle. Una vista inolvidable… que no pude tomar con la cámara de fotos, ya que se quedó sin baterías. Pero es algo inolvidable, y que no veía desde hacía años, cuando a Pablo y a mí nos sorprendió la noche realizando ese mismo descenso.
De Los Morales bajamos hasta la Huerta de Hierro por la pista de los eucaliptos, sin mayor novedad. Y desde allí finalizamos la etapa bajando por Sansueña hasta casa, donde llegamos a las 00:30h, justo a la hora en la que había dicho que volveríamos. Era increíble: por acertar, hasta había acertado con la hora de llegada. Y por supuesto, habíamos acertado de lleno con la etapa.
La etapa en Google Maps es la siguiente:
Ver 2011/06/25: Alto de San Jerónimo – Fangorn – Bejarano – Los Morales (Nocturna) en un mapa más grande
Los datos de la etapa son los siguientes:
Etiquetas: alto de san jerónimo, aqua augusta, bejarano, córdoba, fangorn, lagar de la cruz, los morales, mtb, nocturna
El pasado domingo 13 de febrero Mané y yo volvimos a salir a dar pedales por la Sierra de Córdoba. En esta ocasión variamos un poco el guión: dado que Mané tenía ganas de explorar nuevos caminos por la vertiente más occidental de la sierra, y yo tenía ganas de volver a rodar por aquella zona, decidimos subir por la Vereda de la Canchuela hasta Trassierra y, en la medida de lo posible, enlazar con la zona de El Salado. Dicho y hecho: el plan que tenía en mente era subir por la Canchuela hasta el cortijo de Pedrajas, seguir hasta el embalse de la Jarosa, entrar en la pista de El Salado, para bajar a Trassierra. Desde allí, bajar hasta los baños de Popea, remontar el Bejarano, y enlazar con el Lagar de la Cruz por las Dos Columnas. Y finalmente, bajar a Córdoba por Los Morales. Una auténtica kilometrada, de la que al final solamente haríamos la mitad del plan. Pero no adelantemos acontecimientos.
Salimos a las 9:00h, y bajamos hasta el Camping, para tomar la pista paralela al canal del Guadalmellato. Tuvimos que abandonarla a la altura de los cines de El Tablero, al hallarse la zona en obras. Fuimos por la circunvalación hasta San Rafael de la Albaida, donde tomamos la pista de mantenimiento del canal durante un buen rato. Rato que aprovechamos para hablar de todo un poco, e ir haciendo algo de rodaje para afrontar en las mejores condiciones posibles el reto que teníamos por delante.
Dejamos el canal poco después de pasar junto a Córdoba la Vieja, y justo antes de llegar a la urbanización de la Gorgojuela. Allí arranca la vereda de la Canchuela. Y lo hace bien fuerte, internándose directamente en la sierra, como para marcar un violento contraste con el llano camino que veníamos siguiendo hasta entonces. Las primeras rampas de la Canchuela son sencillamente brutales, y el rato que transcurre desde que sales del valle y entras poco a poco en la dehesa se hace sumamente duro. Al llegar a la primera zona arbolada hicimos una pausa para recuperar algo de fuelle. Una vez se llega a los árboles el camino, si bien en ascenso, se hace algo más relajado. Y así, poco a poco, fuimos subiendo por la vereda hasta alcanzar un poste con una calavera de vaca. No pudimos evitar detenernos para dejar constancia de tan inusual decoración:
Tras pasar la calavera de vaca, seguimos por la vereda. Al principio, de nuevo en subida, interrumpida poco después por una breve bajada hasta un arroyo… que marca el inicio de los 700 metros más duros de toda la subida, hasta el cortijo de Pedrajas. Una auténtica pared interrumpida por una cerca, que hace que, quieras o no, tengas que echar pie a tierra en al menos una ocasión. Alguna más, en mi caso…
Superado el ascenso, y dejado atrás el cortijo, hicimos una pausa para orientarnos. Había llevado mi libro de “Andar por la Sierra de Córdoba“, una excelente guía de los caminos y senderos existentes en la Sierra Morena cordobesa, y que durante años ha sido mi libro de cabecera para estas expediciones. De acuerdo a esta guía, podíamos tomar el camino de la Jarosa para cruzar el arroyo Guadarromán aguas abajo del embalse de la Jarosa, y encontrarnos con el sendero GR48 en las cercanías del cortijo de La Porrada. Sin embargo, habíamos decidido seguir por La Canchuela durante algo más de tiempo, para girar a la izquierda en el enlace con la vereda del Llano de Mesoneros, y llegar al embalse aguas arriba. Algo más corto, pero más fiel al recorrido de la vereda.
Seguimos adelante, siguiendo una amplia curva a la derecha que realiza el camino. Pronto vimos a nuestra izquierda un sendero que dejaba el camino, para internarse poco después en la arboleda, valle abajo. Supusimos que se trataba del comienzo del camino de la Jarosa, y nos lo apuntamos para mejor ocasión. En realidad, como pude ver después en los mapas, es un camino que lleva más directamente al vado del Guadarromán, un poco más abajo del embalse de la Jarosa. Nosotros seguimos, en un suave ascenso, por el camino, para iniciar poco después un rápido descenso hasta que alcanzamos dos grandes portelas. Empezaba a estar algo preocupado, ya que a esas alturas teníamos que haber visto a nuestra izquierda la bifurcación que realiza la vereda de la Canchuela. Sin embargo, ahí no había nada, salvo pequeños senderos y vegetación.
Al pasar la portela nos encontramos con un grupo de ciclistas, y les preguntamos cómo llegar al embalse. Nos dijeron que continuáramos recto, hasta ver al cabo de un rato una puerta a la izquierda con un cartel anunciando una montería. Por allí, subiendo un poco, podríamos encontrar un camino que nos llevaría hasta el embalse. Seguimos, pues, sus indicaciones, y continuamos avanzando en un suace ascenso. Sospechaba que nos estábamos adentrando en la vereda del Llano de Mesoneros. Un rato después llegamos a una zona más llana, y paramos junto a una portela que se abría a la izquierda. Sospechaba que por ahí podríamos llegar hasta el embalse de la Jarosa. Preguntamos a unos caminantes, y si bien nos dijeron que en efecto por ahí saldríamos al embalse, nos recomendaron seguir un poco más adelante, para llegar al sitio que el grupo de ciclistas nos habían indicado. Tras comernos unas barritas de cereales, decidimos hacer caso de las indicaciones, aunque daba la impresión de que estábamos dando un enorme rodeo… como así era en realidad.
Continuamos el camino, en suave ascenso, hasta que llegamos a la cancela indicada que, además, no tenía pérdida, ya que se encontraba indicada de manera múltiple: por un lado, con las indicaciones de la Ruta Azul, de Paseos por la Sierra de Córdoba, hasta Puerto Artafi, y por otro, con indicaciones de Trassierra de la red de caminos de la Junta de Andalucía. Estaba bastante claro. Pasamos la cancela, y afrontamos una dura, aunque breve, subida, para llegar a una bifurcación. Seguimos el camino en descenso a mano derecha, desechando para otra ocasión la subida a mano izquierda. Emprendimos un rápido descenso hasta desembocar en un camino, justo al lado de la fuente de la Marquesa.
La fuente de la Marquesa se trata, en realidad, de una de las tomas del acueducto Aqua Augusta, que abastecía de agua a la Corduba romana, primero, a la Qurtuba musulmana, después, y por último a la Córdoba cristiana. Una larga historia, vaya que sí. No estábamos seguros, pero por el ruido del tráfico calculábamos que debíamos de andar cerca del cruce de Trassierra, como así era.
Desde la fuente emprendimos un rápido y movido descenso entre vegetación muy cerrada hasta alcanzar el embalse de la Jarosa, en un pequeño valle que haría las delicias de los campistas. Nosotros, desde luego, estábamos disfrutando sobremanera de la etapa. Una auténtica delicia, con grandes contrastes entre subidas, bajadas, trayectos por valles, duras subidas y emocionantes descensos, con todo el rango de vegetación con el que obsequia la Sierra. Sencillamente precioso.
Bordeamos el embalse de la Jarosa y, poco después, desechamos un camino que surgía a nuestra derecha, por seguir los postes azules de la ruta de Puerto Artafi y las marcas blancas y amarillas de sendero de pequeño recorrido. Aún no lo sabíamos, pero estábamos descartando un camino directo hasta Trassierra. En su lugar estábamos retomando la vereda de la Canchuela, lo que nos llevaría a dar un rodeo de varios kilómetros. En ese momento nos volvimos a encontrar con el grupo ciclista con el que habíamos conversado en la portela. Sospechoso. O ellos o nosotros estaban andando en círculos. Creo que no necesito aclarar quién.
Así pues, seguimos avanzando por la vereda, primero en subida, y luego en llano, hasta llegar a un cruce. Se trataba del cruce del GR-48 con la vereda de la Canchuela. Podíamos seguir a la derecha hacia Trassierra, por el GR-48, o seguir avanzando hasta Puerto Artafi, por un lado, y por el Camino Viejo de Almodóvar, por otro. Huelgo decir que giramos a la derecha. Llevábamos unos 23 kilómetros, y según la indicación, aún nos faltaban 4’5 kms. hasta Trassierra.
De nuevo en ascenso, nos adentramos en un frondoso bosque mediterráneo, para llegar poco después hasta una de las entradas del cortijo de Lo Vaca, marcada por una vistosa puerta. Seguimos sin problemas las marcas rojas y blancas del sendero GR-48, y con alternancia de subidas y bajadas, fuimos adentrándonos en lo que parecía ser El Salado. Poco después tuvimos confirmación de este extremo, cuando llegamos a la pista asfaltada de El Salado, justo en la zona en la que describe un giro de 90º. Ya no tuvimos más que seguir la pista hasta llegar a Santa María de Trassierra. Llevábamos 27 kilómetros largos de etapa. Más que si hubiéramos seguido el camino propuesto por la guía.
En Trassierra paramos a tomar algo de comer en un pequeño supermercado que se encuentra a la entrada del pueblo. Allí nos encontramos con unos amigos de Mané, que también se encontraban dando pedales por la Sierra. Nos ofrecieron unirnos a ellos, como así hicimos. No tenían muy claro por dónde bajar a Córdoba, pero a esas alturas poco importaba: iba a ser divertido. Al final, en plena marcha, decidieron volver por la Fuente del Elefante y el cortijo del Caño del Escarabita. Estaba encantado: hacía años que no pasaba por allí. Aunque, de esta manera, abandonábamos el plan de etapa que teníamos previsto. No es que importara demasiado, ya que llevábamos una interesante paliza en lo alto.
Pasamos por la fuente del Elefante en un rodar bastante agradable, y sin mayor novedad llegamos hasta el cortijo del Caño, donde giramos a mano derecha para enfilar, por el Camino del Caño, hasta las casas del Rosal de las Escuelas. Y desde allí, una nueva sorpresa: íbamos a atravesar el bosque de Fangorn hasta el cruce de Trassierra. Eso sí que era nuevo para mí. Había oído hablar a Mané de ese trayecto, pero no lo conocía. Y tengo que reconocer que tiene el nombre bien puesto: una subida (desde ese lado) por bosque tupido, por un sendero muy cerrado, con abundantes curvas y contracurvas, con breves pero duras subidas, algunas de ellas apuntaladas por postes de madera, para evitar su derrumbe. Y a todo esto le seguían vertiginosos descensos por bosque cerrado en tramos trialeros a más no poder. Magnífico.
Así, llegamos a la gasolinera del cruce de Trassierra pasada la una de la tarde. Y amenazando lluvia. El grupo al que acompañábamos había decidido bajar por la cuesta de Media Ladera, que desemboca en el cortijo La Gitana. Unas semanas antes le había propuesto a Mané subir por ahí, pero lo habíamos descartado ya que tenía noticias de que las lluvias de los dos últimos años habían arrasado el camino. Esto no disuadió a los amigos de Mané, que se equiparon con sus grebas de descenso. Viendo lo que se veía encima, me preparé para lo peor.
Me quedé corto. La cuesta de la Media Ladera es un camino árabe que se abre paso por el estrecho valle que se encuentra encajonado entre la carretera de la Albaida y la de San Jerónimo. El comienzo de la bajada era una sucesión de piedra triturada y arrastrada por el agua. Enormemente divertido con una bicicleta de doble suspensión, pero un poco más complicado para una simple. Aun así, le eché valor y realicé el descenso. Hasta el punto en el que el arroyo ha arrasado el camino. Era sencillamente impracticable, con tramos en los que el agua había arrastrado toda la cubierta de tierra, hasta horadar un par de metros de profundidad. No nos quedó más remedio que echar pie a tierra, y bajar por una cárcava encerrada entre matorrales y árboles medio arrancados del terreno. Una vez pasado una enorme roca, el arroyo se desvía a la derecha, por lo que pudimos seguir por el camino. Un camino que aflojaba los empastes, y no hablo de manera metafórica. Uno de nuestros compañeros observó, al llegar al final del descenso, que los anclajes de la suspensión delantera de su bici se habían desprendido de su sitio. Yo, por mi parte, conseguí llegar sin novedad hasta el final del camino. Fue ahí donde mis compañeros se sorprendieron al darse cuenta de que había hecho la bajada con rastrales, en lugar de con pedales automáticos. “¿Y cómo haces para sacar los pies si te vas al suelo?”, me preguntaron. “Sacarlos rápidamente”, fue mi respuestas. Creo que no mejoró la impresión que tenían de mí.
Desde ahí, la etapa estaba prácticamente terminada. Seguimos camino abajo hasta el canal, pasando junto al puente árabe de los Nogales y el matadero. Desde el canal llegamos hasta la carretera de la Albaida, y volvimos a Santa Rosa por la circunvalación. Y desde ahí, a casa. Llegamos a las 14:10h. Una bonita etapa, sin lugar a dudas. Esa tarde, cuando comprobé el recorrido en la cartografía y en Google Earth, ví que, como sospechaba, habíamos estado dando más vueltas que un trompo:
Ver Vereda de la Canchuela – Trassierra – Vereda de la Media Ladera (13/02/2011) en un mapa más grande
Los datos de la etapa son los siguientes:
Etiquetas: aqua augusta, córdoba, el salado, fangorn, fuente del elefante, gr-48, la jarosa, media ladera, mtb, puente de los nogales, sierra morena, trassierra, vereda de la canchuela