El pasado martes, un día antes de lo previsto, alcanzamos Mérida en nuestro viaje ciclista con alforjas por el Camino Mozárabe, que empezamos el sábado anterior. Cuatro días marcados por el viento, el frío, la lluvia e incidencias mecánicas, para las que no encontramos repuestos en 100 kilómetros de viaje. Pero llegamos.
En breve narraré las incidencias del viaje, que, pese a todo, fue una virguería en la que disfruté cada segundo.
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Este año espero cumplir una de las metas con las que llevo soñando desde hace más años: realizar el Camino de Santiago desde Córdoba, realizando el recorrido del Camino Mozárabe. La primera vez que hice una planificación de este recorrido fue allá por el año 1998, cuando aún tenía 17 años. Una planificación optimista (MUY optimista), pensada para ser ejecutada por carretera, sin alforjas, y ejecutada en apenas una semana. Cosas de la juventud y la inexperiencia. Aún guardo, con cariño, esa planificación.
La correspondiente a este año es un tanto más modesta. De hecho, es una planificación por fases. La primera de ellas corresponde al viaje entre Córdoba y Mérida, que realizaremos -si todo va bien- en cinco jornadas, empezando el Sábado de Pasión y terminando el Miércoles Santo, en la que recorreremos unos 250 kilómetros. La segunda fase, aún sin fecha, nos llevará desde Mérida hasta Zamora, lugar donde comenzamos la Vía de la Plata en 2010. Y en cuanto a la tercera, igualmente sin fecha, nos volverá a llevar a Santiago de Compostela por la Vía de la Plata. Aún está por ver si siguiendo el mismo trazado que en 2010 -cosa que dudo-, tomando una ruta alternativa por el norte de Portugal, por el sur de Orense, o bien enlazando con el Camino Francés por Ponferrada.
En cuanto a la planificación de etapas y kilometraje, se corresponde con el siguiente diseño:
Este año, salvo que haya alguna sorpresa de última hora, seremos mi padre, Mané y yo quienes recorramos este Camino, una muesca más a sumar en la vieira que todos los años me acompaña en este tipo de periplos.
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El domingo 3 de marzo realicé una nueva etapa en Córdoba, con mis colegas del Club Bartocalvos. Fue una etapa que empezó esquinada. A primera hora de la mañana recibía un mensaje de Mané, comentando que aún estaba de empalmada y que no iba a salir a rodar. Bueno, esa clasde cosas pasan de cuando en cuando. Pero el principal problema vino a la hora de empezar a rodar sobre la Fuji, que para la ocasión había llevado a Córdoba. La tarde anterior había reemplazado la cadena, que estaba más que trillada, por una nueva. La había estado probando, y sin problemas. Pero al rodar un poco, camino de casa de Ángel, el punto de partida, ésta empezó a saltar en todos los piñones. El diagnóstico estaba claro: me había cargado la corona de piñones por no reemplazar la cadena a tiempo. No me quedaba más remedio que volver a casa y coger la Ghost. Sólo que, al hacerlo, me cargué el soporte del velocímetro. La mañana, desde luego, estaba empezando de fábula.
Retorné al punto de partida. Allí habíamos quedado Ángel, Kike, Marcos, Jose y yo. Habíamos quedado a las 8:30h con la idea de encontrarnos con Antonio a las 9:15h en la entrada de Medina Azahara, y realizar la subida a La Canchuela. Pues con tanto percance, no pudimos salir hasta las 8:50h. Kike y Jose se habían adelantado, así Ángel y Marcos me llevaron a toda velocidad por el Canal hasta llegar al punto de encuento, si bien dimos un extraño rodeo por el Patriarca Bajo, por aquello de pisar poco asfalto.
Una vez en el punto de encuentro, sacamos por primera vez a la luz las equipaciones del club: nos deshicimos de chaquetillas (o en mi caso, me puse el maillot por encima de ésta), para realizar la primera salida oficial del club con todos los participantes equipado con la equipación. Había costado meses conseguirlo, pero al fin lo habíamos hecho.
Retomamos la marcha a las 9:15h, canal adelante, camino de la Vereda de La Canchuela. Era una incógnita el saber cómo nos íbamos a encontrar la Canchuela, después de las lluvias. Incógnita que quedó pronto resuelta. Los primeros tramos de la subida se encontraban perfectamente aposentados, por lo que pudimos hacer una subida bastante buena. Marcos y Ángel iban en cabeza, y yo no me quedaba haciendo un mal papel. Sin embargo, otro nuevo inconveniente hizo acto de presencia: se me soltaron las bridas del sensor ANT+, lo que me obligó a hacer una parada para remendarlo. El resto de la etapa me daría guerra, aflojándose y moviéndose de sitio cada dos por tres.
Una vez reanudada la marcha, llegamos hasta la primera cancela, y el desvío por el nuevo trazado de la vereda. A partir de ahí la subida se complicó un tanto por la abundante presencia de barro; por suerte barro no arcilloso, por lo que no se quedaba pegado a las ruedas. A partir de ese punto empezamos a encontrarnos con abudantes ciclistas, lo que hizo el rodar algo más entretenido.
Pasamos el Valdío de Pedrajas, y nos dirigimos hacia el Rosal de las Escuelas. Pasamos la segunda cancela, y tras un rodar bastante alegre, decidimos dirigirnos a Trassierra atravesando Bosque de Fangorn. Para ello, dejamos La Canchuela y tomamos la carretera hasta el cruce de Trassierra, en cuya gasolinera hicimos una breve parada de avituallamiento.Eran las 10:50h, y llevábamos ya 22 kms. de etapa.
Tras la parada, entramos en Bosque de Fangorn. Contra lo que me esperaba, no se encontraba especialmente embarrado, por lo que las bajadas las pudimos hacer bastante bien. Una vez pasado el puentecillo, intentamos realizar la subida de la piedra; todos sin éxito, salvo Ángel, que lo consiguió al segundo intento, subiendo con la BigHit. Luego de pasar el mirador, iniciamos un divertido descenso hacia el Pinar de Torrehoria. Esta parte del Bosque estaba algo más embarrada, por lo que me tomé el descenso con calma y precaución.
Una vez en el Pinar, tomamos la pista que conduce al Lagar del Caño del Escarabita. Esta parte, como era de esperar, se encontraba plagada de inmensos charcos. Y aunque al principio hicimos por evitarlos, una vez que nos llenamos de barro, empezamos a ser más laxos en esta labor. O en mi caso, directamente pasaba de evitar los charcos y los cruzaba por en medio.
Tras llegar al Caño, tomamos la pista que enlaza con la entrada del Bejarano, esquivando la Fuente del Elefante. En esta parte estábamos ya con las bromas, saltando en charcos para salpicar a los demás, y haciendo pequeños piques. En uno de ellos, Antonio metió le metió el hombro más de la cuenta Ángel, con el resultado de que éste último dio con sus huesos en el suelo. Afortunadamente sin mayores consecuencias.
Pasamos el Bejarano, pletórico de agua, y nos dirigimos a su primer venero, el rebosadero del acueducto romano. Allí fue donde tomamos la foto conmemorativa de la etapa:
Tras esto, continuamos en dirección al Jardinito. Esta parte de las Siete Fincas estaba bastante más embarrada, y además, observamos el efecto de los recientes temporales, que se traducían en árboles desarraigados y partidos, que en parte bloqueaban el camino. Realizamos la subida de El Jardinito, con incluso un pique entre Kike y Marcos, que les hizo subir a toda velocidad. Sumamente divertido
Una vez en las Siete Fincas, optamos por realizar el enlace con las Ermitas a través Los Pajaritos. Dejamos la carretera, y tomamos una pista a mano derecha, que abandonamos, posteriormente, a la altura de un poste de la luz, para tomar un sendero que nos llevó directamente a la carretera de las Ermitas. Sendero que hicimos a toda velocidad, al ir yo en cabeza, Marcos no dejaba de echarme el aliento en la nuca.
Cuando nos reagrupamos, realizamos el descenso de la vereda de las Ermitas (por mal nombre los chorizos) hasta la entrada de las Ermitas. A esas alturas Jose, que acumulaba un gran desgaste tras algunas semanas sin salir a rodar, empezó a manifestar graves problemas con su freno trasero, lo que hizo que en un momento determinado a punto estuviera de cascar un poste de la luz con la cabeza. Ante esto, por precaución, decidió evitar la bajada por Los Pobres, y realizar un descenso algo más convencional por el Reventón, ante lo que me decidí a acompañarle, por si tuviera algún tipo de problema.
Realizamos con calma la bajada del Reventón, que se encontraba tremendamente concurrida, y nos reagrupamos con nuestros compañeros al la entrada de Los Pobres. Bajamos sin más inconveniente hasta el final de la carretera de Las Ermitas, y allí, en vez de bajar pos asfalto, hicimos el descenso de La Milla. Bueno, al menos lo hicieron Marcos, Ángel, Kike y Antonio. Jose no estaba en condiciones técnicas de hacerlo, y yo tenía cosas mejores que hacer que partirme los dientes. Así que en la bajada me despisté y perdí a los cuatro fenómenos de vista. Jose y yo acabamos saliendo a una pista del Patriarca. Posteriormente, nos encaminamos a la cantera mozárabe, donde nos reencontamos con nuestros amigos, ya que La Milla baja por la cantera.
Por último, salimos del Patriarca bajando por el salto de la meseta, donde Antonio estuvo en un tris de dar con sus huesos en el suelo, y de perder el carnet de padre al rebotar en el sillín. Tras las risas de rigor, enlazamos con la carretera de la Albaida a la altura del chuletero El Rancho Grande, donde hicimos una parada de homenaje.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: La Canchuela – Fangorn – Bejarano – Las Ermitas – Reventón
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El sábado 17 de febrero, tras un periplo de algunas semanas sin ir por Córdoba, volví a salir a rodar con mis compañeros bartocalvos. Aunque en esta ocasión fue una salida multitudinaria, pues además de algunos integrantes del club (Kike, Mané, Javi Balaguer y yo mismo), salieron también con nosotros algunos conocidos (Chicote, Carbonell, Luis y otros), hasta alcanzar la impresionante cifra de diez personas en la salida. Incluso nos acompañó Birra, la perra de Carbonell.
Empezamos la etapa poco después de las 9:00h. Aunque la idea era no efectuar una etapa excesivamente exigente, empezamos con una buena manera de abrir boca: los Morales. Y como suele pasarme cuando vuelvo de Sevilla, empecé cebándome demasiado en la subida. Abrí fuego con algunas de las primeras rampas, lo que no estaba mal, pero tenieno en cuenta que me había abrigado más de la cuenta (tres capas de ropa térmica de invierno, guantes de neopreno, etc…) pronto empecé a sudar la gota gorda. Y en la primera de las paredes exigentes de Los Morales estaba ya con un calentón digno de mejores circunstancias. Lo malo es que había empezado a marearme. Así que opté por bajar un poco el pistón, recuperar el estado de ánimo, y descolgarme un poco para hacer de enlace con los rezagados, para no reventar a las primeras de cambio.
Por otro lado, teníamos una primera hora límite para subir Los Morales: Marcos y Ángel, en su entrenamiento para la Guzmán, llevaban desde las 8:00h dando pedales, y habíamos establecido un punto de encuentro en el Lagar de la Cruz a las 10:00h. Íbamos con algo de retraso. Así que tras superar la primera de las rampas duras de Los Morales, realizamos el resto de la subida a un ritmo razonablemente ágil. Aun así, no llegamos al Lagar hasta el filo de las 10:30h. A esas alturas, Ángel y Marcos ya habían estado allí, nos habían esperado, y se habían ido para no enfriarse.
Nosotros, por nuestra parte, hicimos una parada para comer algo, y a las 10:45h reanudamos la marcha. Tomamos el GR-48 para bajar a Las Jaras. Pero, a diferencia de lo que solíamos realizar, no abandonamos el GR-48 para entrar en Las Jaras pegando al embalse, sino que lo seguimos estrictamente, cruzando por encima de un puente medio derruido, y bajando por un sendero bastante estrecho por la margen derecha de la carretera. Pasamos junto al enlace con la vereda de Linares, y bajamos hasta la entrada de Las Jaras. Allí tomamos la vereda de la Pasada del Pino. Empezamos a ascender en dirección hacia el club de golf. Aunque la presencia del agua se dejaba notar, no se encontraba tan enfangado como cuando pasamos, en dirección contraria, a finales de diciembre. Así pues, llegamos a las inmediaciones del club de golf. Tuvimos que hacer una pequeña parada, pues Birra se había quedado atrapada entre dos cancelas, y no pudo seguirnos.
Una vez resuelto el incidente, terminamos de realizar el ascenso al club. Coronamos la subida al filo del mediodía, y una vez allí, tomamos la decisión de por donde volver. Aunque a priori se había hablado de realizar un descenso por Los Morales, a la hora de la verdad se decidió hacer una bajada por Avionetas Express. Dicho y hecho, hacia allá que nos encaminamos. Sin embargo, realizar esa bajada no era plato de buen gusto para todo el mundo, por lo que el grupo se partió en dos. La parte mayoritaria bajamos por Avionetas Express, y los más prudentes lo hicieros por Avionetas Normal, con la idea de reintegrarnos en la casa derruida que se encuentra a las espaldas de Santo Domingo.
Avionetas Express es una bajada por un cortafuegos brutal y peligrosa, con abundante piedra suelta y bastante traicionera. Y pese a todo, es sumamente divertida, aunque suele propiciar que la gente se pegue unos leñazos fenomenales. Y esta partida no fue una excepción. Carbonell sufrió abundantes percances, lo que, yendo con una rígida no cabe menos que calificar como una proeza, y Chicote sufrió también alguna caída que pudo ser bastante grave. Pero la piña de la jornada, más por aparatosa que por grave, la sufrió Javi Balaguer, que se salió del cortafuegos para acabar deteniéndose contra un pino. Todo ello, por suerte, sin consecuencias relevantes. Por mi parte, y ya habiendo rodado por Avionetas Express con una rígida, me lo tomé con calma con la doble equipada con la Sektor, por lo que no tuve incidentes, aunque realicé a pie más tramos de lo que sería de desear.
Llegamos a la casa derruida a las 12:45h. Nuestros compañeros se reincorporaron, tras haber sufrido también algún leñazo, pocos minutos después, y afrontamos la última parte de nuestra etapa. Vadeamos el arroyo Barrionuevo, y bajamos por la trialera, a toda velocidad, hasta llegar al arroyo Pedroche, primero, y hasta Puente de Hierro, después. Una bajada sin más inconvenientes, salvo el hecho de que al llegar a la fuente de la Palomera varios de los integrantes del grupo quedaron regazados, así que no quedó otra que reencontrarnos en el final de etapa, en el bar Chin, donde nos encontramos con lo más granado del ciclismo de montaña cordobés. Una excelente etapa, con un éxito de asistentes, y un gran final.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Los Morales – GR48 – Pasada del Pino – Avionetas Express
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El domingo 27 de enero realicé con mis colegas Bartocalvos una nueva etapa ciclista en Cordoba. Se trató de una etapa bastante particular: fue una etapa de entrenamiento para la Maratón MTB Sierra Morena, que Ángel y Marcos van a realizar; salimos en compañía de un buen grupo de Califas; y por último, íbamos a realizar una convocatoria “partida”. El grupo A, con salida a las 8:00h, realizaríamos la Vía Verde, carretera hasta Almodóvar, y luego GR-48 hasta Trassierra, y bajada por Montecobre, mientras que el grupo B, formado íntegramente por bartoalcohólicos, quedaría a las 9:30h, y se encontraría con el A en Almodóvar, yendo por el Canal y carretera, y allí realizaría el resto del recorrido conjunto.
Si hubiera sido una persona sensata -sobre todo teniendo en cuenta que la noche anterior había estado levantando cuernos de vino caliente especiado en La Corredera, me había adherido al grupo de bartoalcohólicos. Pero como no lo suelo ser, me apunté a algo que me haría sudar el vino, la morcilla achicharrada, los pinchitos, y todos los disparates que hice la noche anterior. Y es que no hay purgante como el ciclismo.
Salimos, pues, a las 8:00h de casa de Ángel el susodicho y yo. En el puente de San Rafael nos encontramos con Marcos y el resto de Los Califas, que no le hacían ascos a una etapa larga, además de con Antonio de la Rosa. Tras una breve pausa para agruparnos y proceder a los saludos de rigor, empezamos a rodar a las 8:20h, dejando atrás Córdoba por el cordel de Écija. Pasamos junto a la Torrecilla, y allí tomamos la carretera de Guadalcázar. Ya desde el principio el ritmo fue bastante vivo, lo que hacía presagiar lo que me iba a encontrar más adelante.
A la altura de Valchillón tomamos la vía verde, y el ritmo, lejos de descender, seguía en franca progresión por la vía verde, pese a que íbamos en suave ascenso, el firme no era el asfalto que veníamos trayendo, e incluso nos encontábamos frenados por el barro arcilloso que unas recientes lluvias habían hecho aflorar en el entorno. Por suerte había sido previsor y había reemplazado la Hutchinson Toro de 2.1” por una Larsen TT de 1.9”, pero aun así, las estaba pasando canutas.
Lleguamos a Guadalcázar, donde hicimos una parada breve para esperar a algunos Califas que habían quedado descolgados, pero no tardamos en retomar el ritmo. A esas alturas empezaba a notar problemas de espalda, así como un molesto pinchazo en el muslo derecho, en una zona del cuadríceps donde sospecho que tengo un desgarro muscular desde hace meses. Salimos de Guadalcázar a las 9:35h, y alcanzamos La Fuencubierta a las 10:05h. A esas alturas la mañana se encontraba francamente desapacible, y amenazaba tormenta.
En La Fuencubierta tomamos la carretera que comunica La Carlota con Posadas. Allí pudimos rodar a toda velocidad, merced a rodar en grupo, alcanzando picos sostenidos de 37’5 km/h. El salir a rodar a asfalto, contra lo que esperaba, no sólo no me había dado un respiro, sino que me estaba machacando. No estaba mal de piernas, ni de pulmones. Simplemente, me encontraba vacío, sin fuerzas. Y empezaba a acordarme de la noche anterior.
Así pues, llegamos al cruce con la carretera CP-234. En vez de continuar directamente hacia Posadas, que teníamos justo enfrente, optamos por desviarnos por esta carretera, que conduce hasta Almodóvar, si bien dando algunas vueltas por el valle del Guadalquivir. Tengo que decir que, en mi caso, fue un respiro, pues no contaba con poder salvar excesivamente bien algunas de las rampas que sabía que nos esperaban entre Posadas y Almodóvar. Y aun así, hubo momentos en que no pude evitar descolgarme del grupo.
Por suerte, acabamos llegando a Almodóvar, y al filo de las 11:00h, tras casi 59 km. de recorrido, estábamos en el punto de encuentro, un bar de las afueras del pueblo, donde alguna que otra vez hemos degustado una buenas tostadas. Pocos minutos después llegaban los integrantes del grupo B (Javi Aljama, Javi Balaguer, Kike y Mané). Venían cubiertos de barro, por haber venido por el canal, afrontando el resultado de pasadas inclemencias meteorológicas.
Por mi parte, estaba listo de papeles, así que cuando Marcos comentó que él, junto con otro Califa, volvería a Córdoba por carretera, ya que tenía obligaciones laborales, me faltó tiempo para unirme a ellos. La vuelta a Córdoba no fue excesivamente complicada. En realidad, al no ir mal de piernas, sino de fuerzas, no se me hacía complicado seguir un ritmo constante, que en momentos llegó a alcanzar los 33 km/h, sino realizar cambios de ritmo, ya fuera para afrontar repechos o para recuperar velocidad tras un semáforo. Estaba claro que la noche anterior me había pasado factura.
Finalmente, entramos en Córdoba por Periodista Quedasa Chacón. Me despedí de mis compañeros en la plaza de Ibn Zaidun, y subí hasta casa por Avda. América y Tenor Pedro Lavirgen. Llegué a casa a las 12:35h, tras casi 83 kms. de dura etapa.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Vía Verde de la Campiña – La Fuencubierta – Almodóvar
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