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Cinco signos de exclamación. El signo claro de una mente enferma
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14 nov 10 Etapa ciclista: Ruta del Agua (12/11/10)

Una bonita fecha para una bonita etapa. El pasado viernes salimos de nuevo con la bici Manolo, Fran y yo, a realizar de nuevo el recorrido de la Ruta del Agua desde Guillena, pero en sentido inverso, tal como lo realizamos Pedro y yo el pasado 30 de octubre. Una etapa conocida, con un tiempo de recorrido conocido, para realizarla en una tarde en la que no sabíamos si se nos echaría la noche encima. O mejor dicho, en la que sabíamos que la noche se nos iba a echar encima, pero esperábamos que no lo hiciera.

Y es que, en efecto, sabíamos que la etapa nos iba a tomar un par de horas en realizarla, y que salíamos del trabajo los tres a las 15:15h. Vamos, que entre que comes y llegas a Guillena, es difícil estar allí antes de las 16:15h. Y como la puesta de sol ese día estaba anunciada a las 18:15h, íbamos a ir, como poco, justos de tiempo.

Así fue. No llegamos a Guillena hasta las 16:30h, y empezamos en un tiempo récord de 7 minutos tras dejar el coche. Afrontamos rápidamente el ascenso. Quizás demasiado rápidamente, ya que los primeros 3 kilómetros de subida sentaron bastante mal, con las croquetas (en mi caso) y las hamburguesas (en el de Fran y Manolo) aún en el gaznate. Los siguientes 6 kilómetros de ascenso no fueron mucho mejores, aunque los sufrió especialmente Manolo, que llevaba 3 meses sin dar pedales en serio, y empezó a sufrir calambres. Aun así, realizamos esos 9’5 kms. de ascenso en unos 50 minutos.

En la cima de la etapa, justo antes de iniciar el vertiginoso descenso hasta la Cantina, realizamos una pequeña parada, lo justo para que nos recuperáramos un poco, y para colocar la minicámara deportiva en la bici, y poder grabar el descenso de la cuesta del Caracol. Habíamos decidido seguir adelante. Aún no eran las 17:15h, y nos quedaban los dos kilómetros de descenso de la cuesta, y los algo más de 17 kms. desde la Cantina hasta Guillena. Podíamos conseguirlo.

Iniciamos el descenso, que tuve que interrumpir rápidamente. La cámara, con el cierre de plástico algo deteriorado, no había aguantado los traqueteos del camino. Se había ido al suelo.

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Maldiciendo el no haberme acordado de traer gomas elásticas para asegurarla, volví a colocar la cámara en su sitio. En vano, ya que no tardó demasiado tiempo en volver a soltarse. Esta vez pude, por suerte, cogerla al vuelo, y decidí llevarla en un lugar bastante socorrido: en la boca. Cosa que a Fran le hizo bastante gracia.

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No tardé en ponerme en cabeza del descenso, y afrontar a toda velocidad las curvasn enlazadas, tomando todos los recortes posibles para hacerlo aún más emocionante. El descenso, desde luego, valió la pena, aunque como pude ver a posteriori, la grabación no. Al llevarla en la boca iba más inclinada de lo deseable, y prácticamente sólo se grabó suelo. Aunque, no hay mal que por bien no venga, me sirvió para descubrir que el molesto silbido aerodinámico quedaba solucionado, al llevar sellada la tapa trasera de la cámara. La próxima vez lo haré con cinta aislante. ^_^

Justo al llegar a mi altura Manolo y Fran, emprendimos el descenso. Y es que no habíamos tenido en cuenta que al estar encajonados en un valle, para nosotros la puesta de sol se adelantaba. No teníamos tiempo que perder. Fue entonces cuando hizo acto de presencia el segundo inconveniente grave de la etapa para Manolo: el frío. El descenso en una zona de umbría, húmeda y con el sol ya puesto lo estaba helando hasta los huesos, ya que aún llevaba ropa de verano. Teníamos, pues, que descender rápido, pero no demasiado, para no incrementar la sensación de frío.

Afrontamos el descenso con un precario equilibrio entre el rodar rápido, y el no forzar demasiado a Manolo. Aun así, en algunos momentos alternamos breves ataques para disfrutar del sinuoso trazado. Y así, llegamos hasta el final de la Ruta del Agua. El sol se había puesto ya hacía rato, pero aún teníamos suficiente luz, lo que nos permitió realizar un descenso hasta Guillena sin más incidente que el tener que rebasar a un rebaño de cabras que ocupaban toda la pista. Finalmente, llegamos a los coches al filo de las 18:40h, con una luz francamente escasa. Aun así, había merecido la pena.

El mapa de la etapa, muy parecido al de ocasiones anteriores, es el siguiente:


Ver 2010/11/12: Cordel de la Cruz de la Mujer- Ruta del Agua en un mapa más grande

Datos de la etapa:

  • Distancia: 30’2 kms.
  • Tiempo de etapa: 1h 55m 41s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 0m 42s
  • Pulsaciones medias: 145 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 192
  • Consumo medio de calorías: 1080 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1550 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 33m 55s
  • Consumo total de calorías: 2253 kcal
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31 oct 10 Etapa ciclista: Cordel de la Cruz de la Mujer – Ruta del Agua (30/10/2010)

El pasado sábado Pedro y yo volvimos a coger la bici después de un tiempo sin salir juntos. El día escogido, a priori, no era el más adecuado: habían pronosticado lluvia para todo el fin de semana, y la mañana se había levantado bastante desapacible. La etapa escogida era una que ya conocía bastante bien: salida de Guillena para hacer la Ruta del Agua. Sin embargo, esta vez tenía una variación: pretendía que la recorriéramos en sentido inverso, ascendiendo por el cordel de la Cruz de la Mujer, realizar el descenso de la cuesta de la Lenteja hasta la Cantina, y por último, volver a Guillena por la Ruta del Agua. Habíamos quedado en la gasolinera de Guillena a las 9:00h.

A las 8:30h las perspectivas no eran nada buenas, ya que llovía en Santiponce, y el cielo estaba completamente cubierto. Según la predicción meteorológica, la lluvia de verdad no llegaría hasta varias horas después, por lo que se suponía que la mañana estaba en lo mejor que se podía esperar. Así que con unas perspectivas bastante negras, cargué la bici en el coche, y salí hacia Guillena. Durante todo el trayecto en coche estuvo lloviendo, así que me hice a la idea de que nos íbamos a limitar a constatar que no íbamos a tener etapa.

Pedro llegó a la gasolinera apenas pasadas las 9:00h, y venía con la misma sensación que yo. Aun así, nos dirigimos con los coches hasta el comienzo del cordel, por ver qué tal estaba el ambiente. Y dado que no llovía apenas, y por no desperdiciar la mañana, nos decidimos a salir, a ver cuánto tiempo aguantaba antes de que nos tuviéramos que dar la vuelta.

Emprendimos, pues, el ascenso por el cordel de la Cruz de la Mujer. El cielo estaba completamente encapotado, y aunque no llovía, el aire estaba tan húmedo que el agua se condensaba sobre el casco y las gafas, que poco a poco empezaron a gotear agua. Los olores se potenciaban, lo que al principio -cerca de corrales- no era precisamente agradable. Afrontamos las primeras rampas del cordel, con apenas compañía de otros dos ciclistas. Nada que ver con el tropel de gente que me había encontrado en ocasiones anteriores.

A medida que ascendíamos, una neblina cada vez más espesa nos iba hurtando los detalles del paisaje, cada vez más serrano, donde poco a poco alcornoques, encinas y pinos empezaban a imponer su presencia. Parecía una extraña combinación de paisaje cordobés con clima gallego, con un frío bastante acusado -rondando los 12ºC durante casi todo el ascenso- y una humedad que se introducía hasta los huesos. Aunque por suerte -por decirlo de alguna manera- las rampas hacían que entráramos en calor.

La subida era bastante sostenida, prácticamente rectilínea y sin apenas variaciones. Después de unos 6.5 km de ascenso, llegamos a una bajada de casi 1 km. que nos condujo a un pequeño valle, que constituyó el preludio de la subida más intensa del cordel: unos 2 km. de subida con unas rampas iniciales bastante exigentes. Al llegar a la cima habíamos recorrido unos 9.5 km de etapa, con una media de 10.8 km/h. Y sorprendentemente, pese al frío, la bruma y la humedad, aún no nos había llovido.

Tras una breve parada, afrontamos el descenso hasta la Cantina. El camino giró a la derecha, y empezamos el descenso de la cuesta de la Lenteja. Un descenso que prometía ser rápido e intenso. Y frío, muy frío. De hecho, apenas iniciado el descenso, nos detuvimos a que Pedro se pusiera un impermeable, pues apenas llevaba un maillot de verano sobre una camiseta de manga larga de entrenamiento. Sólo con eso corría el riesgo de calarse. Reanudado el descenso, bajamos a toda velocidad las doce curvas de la cuesta, cogiendo incluso algún atajo entre curva y curva, en el que Pedro estuvo a punto de irse por el campo al patinarle una rueda. Un descenso muy emocionante, en el que lamenté no haber cogido la minicámara deportiva para registrarlo.

Paramos brevemente en la Cantina, donde conversamos con los escasos tres ciclistas que allí se encontraban. Fue entonces cuando la lluvia hizo acto de presencia. Decidido a no perder más tiempo, por lo que pudiera pasar, iniciamos el descenso hacia Guillena. Teníamos por delante unos 17 kms. de recorrido junto al pantano de Gérgal.

Si el recorrido de la Ruta del Agua es bello de por sí, realizarlo en descenso, y con las condiciones meteorológicas de aquel día lo hacían francamente espectacular: cerros que rompían con sus cumbres las nubes grises cargadas de agua, que no se decidían a descargar sobre nosotros. Un descenso junto a la cola del embalse, con un gris plomizo que no era sino reflejo de lo que teníamos sobre nosotros. Y sobre el terreno, nos encontramos con una sorpresa. Una pequeña salamandra, negra y ocre, que se camuflaba a la perfección sobre el terreno. Tan a la perfección que Pedro estuvo a punto de pasarle por encima.

Foto0069.jpg

Seguimos con el descenso, aunque para ser precisos, el camino alternaba subidas, bajadas, y tramos de llaneo, a medida que íbamos pasando por la ladera de los montes que rodean el pantano. En uno de los frecuentes miradores que jalonan el camino, nos detuvimos a fotografiar la vista. Y es que la estampa valía la pena:

pano-embalse-gergal-2.jpg

Estuvimos parados un rato, antes de reemprender el descenso en nuestras monturas que, pese a todo, se encontraban razonablemente limpias:

Foto0081

El descenso hasta alcanzar de nuevo el cordel de la Cruz de la Mujer no tuvo mayores novedades: tramos de ascenso, descenso entre bosque mediterráneo, y por último salida a la campiña sevillana junto a eucaliptos, para llegar a Guillena en un rápido descenso.

La etapa había terminado, pero tuvimos un pequeño epílogo, en forma de búsqueda de un lavadero donde adecentar las bicis para no llenar los coches de barro. Dado que no conocía otro, no nos quedó más remedio que ir hasta el polígono de El Cerro, por el trazado que hemos seguido otras veces en la Vía de la Plata. A la vuelta tuve la intención de que nos comiéramos unos cuantos churros con chocolate para meternos algo caliente entre pecho y espalda, pero por desgracia a las doce y media ya habían dejado de venderlos. Fue entonces cuando caí en la cuenta de lo avanzado del día. Por la total ausencia de sol durante toda la jornada, no creía que fuera mucho más tarde de las once de la mañana. Volvimos, pues, frustrados a donde teníamos los coches, y dimos por terminada la etapa. Por suerte Pedro llevaba unos huesitos con los que pude saciar mi apetito goloso. :mrgreen: Y de esta manera concluimos una jornada que tan mal pintaba por la mañana, y que tan divertida fue finalmente.

Foto0082.jpg

El recorrido de la etapa en Google Maps:


Ver 2010/10/30: Cruz de la Mujer – Ruta del Agua en un mapa más grande

Datos de la etapa:

  • Distancia (según mi velocímetro): 34’654 km. (Incluyendo el trayecto hasta el lavadero de coches)
  • Tiempo de etapa: 2h 19m 41s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 49m 48s
  • Pulsaciones medias: 129 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 173
  • Consumo medio de calorías: 920 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1360 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 40m 58s
  • Consumo total de calorías: 2615 kcal
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17 oct 10 Etapa ciclista: El Guillenazo

En la pasada etapa del 12 de octubre nos quedamos con una sensación agridulce: la etapa había sido una auténtica gozada, pero se nos había quedado algo corta. Así que para este fin de semana decidimos recuperar una etapa que hacía tiempo que tenía ganas de hacer: El Guillenazo

El Guillenazo es un recorrido circular en los alrededores de Guillena, que ya habíamos realizado -en parte- en etapas anteriores. Comienza saliendo de Guillena por el cordel de la Cruz de la Mujer, hasta tomar la pista que rodea el embarse de Gérgal, y que constituye el tramo principal de la Ruta del Agua. Una vez alcanzada La Cantina, cruza por la presa de Guillena, para enlazar con Castilblanco de los Arroyos por el embalse de Castilblanco, haciendo uso de la pista SE-186. Por último, se desciende de vuelta a Guillena por la Vía de la Plata. Unos 53 kms. sobre el papel, con bonitas subidas, tramos intensos, y bajadas trialeras que hacen las delicias de los ciclistas de montaña más técnicos.

Quedamos, pues, Miguel, Rafa y yo a las 9:00h en la gasolinera de Guillena, para posteriormente dirigirnos al comienzo del Cordel de la Cruz de la Mujer. Ya a esas horas la cantidad de ciclistas que frecuentaban la zona era desmesurada. La cantidad de vehículos aparcados en la zona nos hacía suponer -de manera muy acertada- que nos íbamos a estar precisamente solos en el camino. Comenzamos la etapa al filo de las 9:20h. con el ascenso del cordel. Llegamos rápidamente hasta la pista que bordea el embalse, donde empezamos el largo ascenso que habría de llevarnos hasta la Cantina. Este tramo no presenta especiales dificultades, con la excepción de algunas pequeñas paredes que jalonan el recorrido, aunque Miguel tuvo el primer susto de la jornada al irse a la cuneta en un tramo de bajada con abundante arena, y una curva de derechas peraltada al revés. Salida, por otro lado, sin mayor consecuencia. Rafa, por su parte, empezaba a experimentar los problemas mecánicos que habrían de perseguirle a lo largo de toda la etapa: en este caso, problemas con el cambio del plato y la cadena.

De camino a La Cantina encontramos una importante razón para el desmesurado número de coches que nos habíamos encontrado en Guillena: se disputaba el I Trail Turdetania, carrera de ultrafondo cuyo recorrido, precisamente, coincidía exactamente con nuestra etapa. Su primer punto de avituallamiento, que coincidió con nuestra primera parada importante, estaba precisamente en La Cantina. Allí, precisamente, se nos unieron dos ciclistas, Ángel y Willy, con los que trabamos conversación, y tras conocer nuestro recorrido, se decidieron a acompañarnos.

Una vez reanudada la etapa, descendimos hasta la presa de Guillena, sobre la cruzamos. Poco después, tras rodar un poco junto a las plácidas aguas el embalse, empezamos el ascenso hacia la dehesa del Oreganal. Éste comenzaba con un tramo en S que, a la postre, era menos duro de lo que cabía suponer, pero, una vez pasado éste, el ascenso se hacía más intenso. Ahí poco a poco empezó a írseme Miguel. Rafa, por su parte, seguía con sus problemas de cambio, por lo que se quedó rápidamente descolgado. Nos reagrupamos, poco después, en la cima de la subida, junto a un cercado de cerdos, en el que comentamos la dura subida.

Continuamos camino de la pista SE-186, pasando junto a la Casa del Oreganal. La pista, que inicialmente pensaba que iba a tener firme de grava y alquitrán, era en realidad de tierra, del mismo estilo que habíamos venido trayendo desde la salida. Tenía la pista algunas subidas y bajadas, no demasiado duras, empezamos un vertiginoso descenso hasta el embalse existente a unos 4 kms. de Castilblanco. En ese descenso, como descubriría poco después, se me aflojó el cierre rápido de la rueda delantera. No quiero ni pensar qué podría haber pasado si en él hubiera levantado algo la horquilla delantera por algún bache o pequeño salto. Llevábamos a esas alturas unos 28 kms. de etapa.

Lo malo de descender hasta un pantano es que posteriormente, claro, hay que ascender. Fue una subida intensa, aunque no excesivamente exigente, hasta las cercanías de Castilblanco, en el que rebasamos a varios grupos de corredores del Trail Turdetania. Tras descansar un poco, y aprovechar para ajustar la posición del sillín de Rafa, que le venía dando problemas, completamos un breve descenso hasta Castilblanco de los Arroyos, donde aprovechamos para detenernos un rato en otro de los puntos de avituallamiento del Trail. Por cierto, algunos corredores, amablemente, nos hicieron entrega de algunos tetra-bricks de agua de la prueba ya que empezábamos a estar algo escasos de agua.

Salimos de Castilblanco por el camino de Toledilla, que nos ahorró tener que subir hasta la parte alta de Castilblanco para tomar la carretera de Burguillos. Recorrimos a velocidad de vértigo los 3 kms. que nos separaban de la pista de la Vía de la Plata, y empezamos el descenso por sus tramos trialeros, conmigo en cabeza y Willy a mi estela. Esta vez pude hacer un descenso sumamente rápido, ya que conocía bastante mejor sus entresijos y recovecos, y en esos momentos no había ninguno de los corredores del Trail. Hicimos una parada para reagruparnos una vez pasado el tramo trialero que hay justo debajo de las dos portelas, y retomamos el descenso por los tramos de piedras y de pizarra. Un bonito descenso, hasta la dehesa, donde llegué con Ángel y Willy. Tras un rato de espera, Miguel y Rafa no aparecían, por lo que decidimos dar la vuelta, por si se hubieran despistado o tenido algún problema. En el ascenso, algunos de los corredores me comentaron que habían visto a dos ciclistas que se ajustaban a la descripción de Miguel y Rafa reparando un pinchazo. Subí el tramo de pizarra y el de piedras, sin encontrarlos. ¡Prácticamente subí de nuevo hasta el lugar donde habíamos descansado! Y entonces vi a Miguel y a Rafa bajar: Rafa había pegado un llantazo y reventado la cámara de la rueda trasera en uno de los primeros tramos de piedra.

De nuevo en descenso, vi que uno de los ciclistas de la organización del Trail había sufrido un pinchazo. Le ofrecí ayuda, que gustosamente aceptó, ya que al reemplazar la cámara pinchada, había roto la válvula en el interior de la bomba, por lo que era incapaz de inflar la tercera cámara que llevaba. Una vez solventado el problema, continué el descenso para agruparme con mis compañeros justo antes de la bajada del tramo de pizarra. Habíamos perdido algo más de media hora, pero me había dado el gustazo de bajar los tramos más excitantes de la Vía de la Plata por partida doble.

De nuevo en la dehesa, salvamos la penúltima subida de la etapa, para salir de nuevo a los olivares y al campo de naranjos. Afrontamos la bajada hasta el polígono a una buena velocidad, pero notamos que Rafa había vuelto a quedarse: en este caso, por una salida de cadena que casi le había hecho irse al suelo, y obligado a detenerse derrapando con los pies durante unos 50 m.

La vuelta hasta Guillena tuvo poco misterio. Llegamos a los coches al filo de las dos de la tarde. La etapa había durado algo más de cuatro horas y media. Había sido larga, dura… y magnífica. Una etapa que espero repitamos en más de una ocasión.

Datos de la etapa:

  • Distancia (según mi velocímetro): 57’055 km. (Hay que tener en cuenta los 3-4 kms. recorridos de más en el ascenso de la Vía de la Plata)
  • Tiempo de etapa: 3h 34m 20s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 34m 56s
  • Pulsaciones medias: 146 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 1860
  • Consumo medio de calorías: 1090 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1490 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 35m 28s
  • Consumo total de calorías: 4969 kcal
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17 jul 10 Entrenamiento ciclista: Ruta del Agua en Guillena

Tengo que admitirlo: se nos fue de las manos. El pasado jueves 15 quedamos Manolo, Rafa y yo para realizar la Ruta del Agua, partiendo de Guillena por el Cordel de la Cruz de la Mujer, para bordear los embalses de Gérgal y Guillena, y volver por el mismo cordel hasta Guillena.

Habíamos quedado a las 19:30h, al salir del trabajo, en la gasolinera de la entrada de Guillena. Un poco antes de lo habitual, pese al calor, debido a que la etapa iba a ser algo más larga de lo común entre las etapas de “entre semana”. Lo afrontamos con el uso de protector solar y una mayor reserva de agua, merced a camelbacks, en el caso de Manolo y Rafa (aunque el de Rafa carecía -al no haberse dado cuenta al comprarlo- de boquilla reguladora). Una vez hubo llegado Manolo, nos dirigimos con los coches al comiendo del Cordel de la Cruz de la Mujer, donde empezamos la etapa a las 19:49h.

El primer tramo de la etapa es en subida continua, aunque la mayor parte del tiempo suave, hasta el desvío a mano derecha -a la altura de unos eucaliptos, donde se toma el comienzo de la Ruta del Agua.

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Este tramo de la Ruta del Agua transcurre junto a los pantanos de Gérgal y Guillena, a través de una vegetación típicamente mediterránea, en la que se puede contemplar gran cantidad de fauna autóctona. De hecho, nos hinchamos a ver conejos y perdices, que no sólo encontrábamos en cantidad, sino que apenas huían ante nuestra presencia.

Estos primeros compases de la etapa los superamos a un ritmo bastante bueno, ya que el camino, si bien en permanente ascenso, está bien acondicionado y apenas tiene algunos repechos serios. Sin embargo, los problemas mecánicos empezaron a hacer mella en el rendimiento de Rafa, por lo que fue necesario hacer el ritmo algo más relajado. No hay mal que por bien no venga, ya que pudimos aprovechar para contemplar el paisaje con algo más de relax.

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E incluso, para hacer un poco el bestia:

334534131.jpg

La tarde avanzaba, y el sol cada vez amenazaba con ocultarse tras las montañas. Así, llegamos hasta las cercanías de la presa de Guillena. Desde aquí teníamos dos alternativas: volver superando la impresionante subida hasta retomar el cordel de la Cruz de la Mujer, o bajar hasta la presa… y volver superando la impresionante subida hasta el cordel de la Cruz de la mujer. :mrgreen: Y tomamos la segunda opción. Ya que habíamos llegado hasta allí, no íbamos a volvernos sin ver la presa. A esas alturas, casi había agotado mi bidón de agua. El calor de la tarde se estaba dejando notar.

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Pasaban las 21:00h cuando llegamos a la presa. Contemplamos la zona, aprovechamos para avituallarnos, y descansar un poco antes de emprender la subida. Había merecido la pena bajar, pero ahora nos tocaba remontar dos pendientes: la que nos había de llevar de nuevo al cruce anterior, y la pared que teníamos por delante. La etapa se nos estaba empezando a ir de las manos.

Emprendimos la primera de las subidas, en la que las dificultades mecánicas hicieron mella en Rafa, imposibilitado de usar su plato pequeño. Rápidamente conseguí abrir hueco en la subida, que aproveché para tomar unas imágenes del embalse:

pano-embalse-guillena-2.jpg

Cuando vi que Manolo y Rafa aparecían por el camino, retomé la marcha a un ritmo suave, con el fin de poder emprender la subida a la pared en las mejores condiciones posibles. De nuevo en el cruce, esperé hasta que Manolo apareció y se veía a Rafa acercarse. Ambos emprendimos, pues, la subida hacia el Cordel.

Dos kilómetros de ascenso para salvar un desnivel de más de 150 metros (más de un 7’5% de pendiente media), con un tramo de un kilómetro con un 10% de media. 12 curvas. Firme de tierra, con zonas muy onduladas. Y con dos “engaños”: dos zonas que parecían el final de la subida, pero que aguardaban dos tramos más de sufrimiento. Se me hizo durísimo. Al final de la subida le había sacado cerca de un minuto a Manolo, apenas subiendo a ritmo, pero supuso un esfuerzo durísimo con el desarrollo más suave del que disponía: un 28×28 de la vieja bicicleta de entrenamiento. El resultado: malísimas sensaciones en el tramo final de la subida, que se vieron confirmadas con sendos tirones casi simultáneos en los gemelos. Por suerte pude bajarme al notar el primero de ellos. Y para colmo, me había quedado sin agua.

Manolo llegó al poco, y estuvimos haciendo algo de tiempo hasta que dio la vuelta para ir a buscar a Rafa. Éste, que había engranado manualmente el plato pequeño al inicio de la subida, sufrió lo indecible cuando se le volvió a engranar el plato medio en lo más duro de la pendiente. Con un heroico esfuerzo, consiguió terminar la subida. Y aprovechó para fotografiar una bandada de perdices que, cual si le hicieran la burla, caminaban delante de él, pero sin permitirle alcanzarlas, incrementando poco a poco su ritmo de carrera.

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Pasaban de las diez menos cuarto de la noche, habíamos empleado casi media hora en apenas tres kilómetros de subida -durísima, eso sí, no había tenido peores sensaciones desde que corrí la I Maratón MTB Sierra Morena-, y nos estábamos quedando sin luz. Y tenía una sed de muerte.

Emprendimos la vuelta a Guillena. Teníamos que darnos prisa, ya que aún teníamos por delante casi 10 kilómetros de recorrido antes de llegar al punto de partida. La ventaja es que era casi todo descenso o falso llano, y casi totalmente recto. En gran cantidad de tramos pude engranar el desarrollo 48×11, y hacer kilómetros a velocidad de vértigo. Pero la sed en mi caso -Manolo tuvo incluso que hacerme de nave nodriza y suministrarme agua de su camelback en marcha- y los problemas mecánicos de Rafa, así como la falta de luz hicieron que tuviéramos que moderar un poco el ritmo. Finalmente llegamos, con Manolo y yo a la par, al punto de partida. Eran más de las diez y veinte de la noche. Habíamos tardado 2:26:36 en recorrer 32’1 kilómetros de etapa. Se nos había ido de las manos, sí, pero… ¡cómo lo disfrutamos!

El recorrido, visto en Google Maps, es el siguiente:


Ver 2010/07/15 – Ruta del Agua en un mapa más grande

Por desgracia, no dispongo apenas de datos de mi pulsómetro, ya que con el traqueteo inicial de la etapa se detuvo el cronómetro, con lo que dejó de recoger valores. Apenas dispongo de datos de los 50 últimos minutos, en los que tuve una media de 140 pulsaciones, un tope de 171, un consumo medio de 1030 kcal/h, un tope de 1340 kcal/h, y un consumo total de 866 kcal. Sí pude ver que en algunos momentos de la subida final alcancé las 184 pulsaciones por minuto.

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17 ene 10 17/I/2010: Primera etapa del año

Hoy he salido, por primera vez en el año (bueno, en realidad, por primera vez desde el verano) a dar pedales. He salido por la Vía Verde de Itálica y he enlazado con la Ruta del Agua. Y como era de esperar, me he puesto de barro hasta las cejas.

Autofoto, con la Vía Verde al fondo

Autofoto, con la Vía Verde al fondo

Para llegar a la vía verde he tenido que vadear un arroyo que hay cerca de casa. Al poco de pasar el arroyo me he metido en un barrizal hasta media rueda de la bici. Era alucinante: el barro estaba tan húmedo que el surco que dejaba la rueda se iba cerrando a su paso, como si nunca hubiera pasado por ahí.

Posteriormente, en la vía verde, había también zonas en las que el barro de los cultivos había invadido la vía, hasta hacerla casi impracticable en un par de puntos. Además, al ser un barro de tipo arcilloso, se queda pegado a las ruedas, y forma pellas en las horquillas y juntas de la bici.

Bici junto al puente del arroyo del Judío

Bici junto al puente del arroyo del Judío

Desde el puente del arroyo del Judío, tomé la Cañada de las Islas, en la parte que forma parte del trazado de la Ruta del Agua. El arroyo llevaba agua (es la primera vez que lo veo así), y tuve que vadearlo, lo que vino bien para quitarme algo de barro. Continué un rato por el camino, pero tras hundirme de nuevo un par de veces hasta media rueda, y partir una de las calas al intentar sacar el pedal del barro, decidí que era hora de volver a casa. Eso sí, con escala técnica en el lavadero de coches.

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