El pasado Jueves Santo, aprovechando las vacaciones, el buen tiempo y la visita de Mari, Fernando y Helena, Fernando y yo nos fuimos a rodar un poco por la Sierra Norte de Sevilla. Una ocasión largamente esperada, ya que, hasta el momento, sólo había tenido la oportunidad de rodar con Fernando en Pontevedra, y tenía ganas de que saliéramos a rodar juntos por las tierras de la Andalucía. Y aunque hubiera preferido -la verdad sea dicha- haber tenido la oportunidad de salir por Córdoba, la opción de Guillena no estaba nada mal.
Así pues, cargamos las bicis en el coche -fue una suerte que tuviera las dos bicis buenas, la Fuji y la Ghost, en Sevilla- y nos fuimos hasta el comienzo restringido de la Ruta del Agua. Empezamos a dar pedales a las 17:30h, un tanto tarde, ya que corríamos el riesgo de que se nos echara la noche encima, pero a cambio teníamos una temperatura perfecta. La Ruta estaba sencillamente esplendorosa. Todas las lluvias caídas hacían que el pantano se encontrara lleno hasta los topes (de hecho, la presa de Gérgal estuvo desaguando esos días), y toda la zona resplandecía en todos los tonos posibles de verde. Lo cual hizo que Fernando, con suave sorna, me preguntara por qué siempre decía que en Galicia había mucha agua, cuando aquí brotaba del suelo allá donde miraras:
Y es que en efecto, había torrenteras y cauces de agua allá donde no los había visto en casi 4 años, desde que empecé a rodar por la zona. Era alucinante. Avanzamos por el Tramo Restringido, hasta que me dió por ponerme creativo. Como veía a Fernando en una forma excelente, pensé que podía ser interesante meter alguna variación, como bajar a rodar por el tramo abandonado del Ferrocarril del Cala, e intentar llegar a la estación de Gérgal. Pero como teníamos poco tiempo, ya que la puesta de sol se aproximaba, opté por bajar directamente por la pista que lleva a la vía, en vez de subir a La Cantina, bajar por la vía, y volver a subir.
Sin embargo, me salté la pista, por lo que, de nuevo echándole creatividad al asunto, no tuvimos otra que bajar por una pistas que lleva a unas colmenas, y posteriormente, bordear un pequeño lago formado por la plataforma del ferrocarril, hasta llegar a éste.
En realidad, parece que fue una suerte que me pasara la pista normal. El nivel del pantano era tan alto, que no estoy seguro de que el agua no llegar hasta cubrir la vía en la zona de la estación abandonada. Visto lo visto, recorrimos la vía en dirección hacia La Cantina. Pasamos el túnel, donde no pudimos menos que parar a echar unas fotos:
…así como alguna que otra dentro del túnel. Túnel que no había tenido en cuenta que podía estar inundado, como así era:
El que se encontrara inundado fue algo que me hizo bastante gracia. Sobre todo porque ese era la primera salida en todo el invierno que hacía con zapatillas, en vez de con botas. Y hubo un momento en que no me quedó otra que echar pie a tierra, con el consiguiente disastro de zapatillas caladas y calcetines húmedos. En apenas un instante había pillado más agua en los pies que en cuatro días de Camino Mozárabe con lluvias continuas. Ironías de la vida.
Salimos del túnel y seguimos avanzando hacia La Cantina. En ese tramo de la vía los derrumbes eran abundantes. Entre eso y el andar rodando por la trinchera del ferrocarril, los tramos anegados eran muchos, lo que contribuía a incrementar la hilaridad de Fernando por el tema del agua.
Así pues, acabamos llegando hasta el pie del contraembalse de Guillena. Desde allí subimos a La Cantina, no sin antes tomar unas espectaculares fotos del desembalse que en ese momento se estaba realizando:
Subimos a La Cantina, donde hicimos un breve descanso antes de volver, al filo de las 19:00h. A esas alturas de la tarde, y dado que nos encontrábamos en la umbría de la montaña, el frío se dejaba sentir, además de la humedad, así que tuvimos que tirar de chaquetilla para no helarnos.
La vuelta no tuvo más incidentes que el que la noche se nos echara encima. Llegamos al coche a las 20:15h, tras haber disfrutado de una bonita tarde de bici.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Ruta del Agua – Ferrocarril del Cala – La Cantina
Etiquetas: ferrocarril del cala, la cantina, mtb, ruta del agua, sevilla
El sábado 2 de febrero de 2013 salí a rodar un poco con mis compañeros de trabajo Fran y Sergio. Realizamos una etapa de entrenamiento para que Fran, que llevaba un tiempo sin salir a rodar con nosotros, fuera cogiendo el ritmo. Escogimos para ello una etapa por el Tramo Restringido de la Ruta del Agua. Y dado que habíamos quedado en un horario un tanto anómalo, las 16:00h, contábamos con un plan de etapa flexible: la idea era intentar llegar a La Cantina, pero dado que a sobre las 17:30h tendríamos que estar de vuelta, que no tendríamos luz más allá de las 19:00h, en realidad íbamos a lo que saliera.
Empezamos la etapa con un poco de retraso, a las 16:20h. Dejamos atrás Las Pajanosas por carretera, y pronto entramos en la Ruta del Agua. Avanzamos sin mucha dificultad, si bien acomodando el ritmo para no hacer polvo a Fran, y pronto entramos en el Tramo Restringido. La tarde era agradable, si bien algo ventosa, pero al ir encerrados en el valle del Gérgal no había muchos momentos en lo que sufriéramos. Pese a todo, estaba algo fría, lo que se veía incrementado al rodar gran parte del rato en umbría, y con mucha humedad procedente del pantano.
Pronto observamos cómo las aguas del pantano habían subido bastante de nivel, llegando a ocultar incluso tramos del viejo ferrocarril minero que no hacía mucho tiempo estaban al descubierto:
(Imagen de mediados de 2012)
Seguimos avanzando por el tramo restringido. A las 17:25h alcanzamos la entrada al mirador de Solana Recio. Viendo que estábamos al límite de tiempo para volver, y estando claro que no íbamos a llegar a La Cantina, propuse acercarnos al mirador, que nunca había contemplado. Y la verdad, hay que decir que quedamos gratamente impresionados:
Pero tocaba regresar, así que tras un breve descanso y las fotos de rigor, retomamos la marcha. A esas alturas Fran empezaba a notar el desgaste, por lo que empezó a quedarse rezagado, ante lo que fuimos rebajando el ritmo. Salimos del tramo restringido a las 18:35h, al filo de la puesta de sol. Aún nos quedaba la vuelta por carretera, y en subida, a Las Pajanosas, que a Fran se le atragantó bastante, siendo necesario parar en varias ocasiones para que recuperara sensaciones. Finalizamos la etapa a las 19:15h.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Las Pajanosas – Mirador del Tramo Restringido
Etiquetas: las pajanosas, mirador de solana recio, mtb, ruta del agua, sevilla
El domingo 21 de octubre, después de una larga lesión que me ha tenido más de un mes en el dique seco, volví a rodar por Sevilla. Para esta ocasión escogimos para rodar una etapa bastante manida, pero que me permitiría probar qué tal estaba tras cinco semanas sin dar pedales -salvo algo de rodillo-, y que tenía buenos alicientes: un kilometraje aceptable (en torno a los 40 kms), un perfil bueno, y un firme en buenas condiciones, perfecto para que mi maltrecha espalda no se resintiera demasiado.
Así pues, salimos de Las Pajanosas Sergio, Miguel, José Antonio y yo al filo de las 9:15h. La mañana se presentaba fría, rondando los 11ºC, pero clara y despejada. Salimos, como de costumbre, de Las Pajanosas en bajada. Así que para entrar un poco en calor, y recuperar sensaciones ya casi olvidadas, me puse a tirar un poco, para estirar músculos. Pero todos nos tomamos ese arreón inicial por la tremenda, y a partir de ahí se desató la locura: empezamos todos a tirar como si el mañana no existiera. Además, una vez entramos en el tramo restringido nos encontramos con diversos grupos ciclistas -esa manaña el tramo restringido se encontraba sumamente transitado-, por lo que seguimos con la dinámica de seguir tirando y tirando. No en balde, en los 20 kilómetros hasta La Cantina mantuvimos una media de casi 19 km/h, y eso contando una pequeña parada intermedia para atender la llamada de la naturaleza.
Decía que la ruta del agua se encontraba muy transitada esa mañana, y no exagero. Por segunda vez nos encontramos con el Trail Turdetania de ultrafondo, una competición de carrera campo a través que realiza el recorrido de El Guillenazo entre Guillena, la Cantina, Castilblanco y la trialera del Camino de Santiago. Unos auténticos héroes.
Nosotros, por nuestra parte, llegamos a La Cantina a las 10:15h. Hicimos una pequeña pausa para recuperar fuerzas y cambiar impresiones, y nos pusimos de nuevo en marcha a las 10:35h. A esa hora de la mañana el tiempo había mejorado bastante: el sol calentaba y casi empezaba a sobrarme alguna de las dos capas de ropa que llevaba esa mañana. Pero pronto nos volvió a hacer falta: por variar un poco, decidimos no emprender la vuelta directa por el tramo restringido, que era lo previsto, sino bajar hasta el ferrocarril minero y descender hasta la estación de Gérgal. Al bajar hasta el nivel del pantano el frío volvió a hacer acto de presencia, ya que nos encontrábamos en la umbría y cerca del agua. Agua escasa, pues el pantano estaba casi seco a esa altura, pero aún así dejaba notar su influencia.
Descendimos por la trinchera del ferrocarril, donde el efecto de las recientes lluvias se dejaba notar. el firme estaba algo embarrado y había un leve verdor que denotaba el crecimiento de vegetación y musgo. Una auténtica delicia, pero algo resbaladizo al llegar a los tramos con derrumbes. Fue precisamente en uno de ellos donde Miguel sufrió una caída, que físicamente no tuvo consecuencia alguna, pero en la que partió una de sus manetas de freno.
Aun así decidimos continuar. Pasamos el túnel, y encaramos el segundo tramo del ferrocarril, allí donde tuvimos problemas con lo cerrado del follaje a principios de verano. Sin embargo, a estas alturas del año la vegetación era menos abundante, por lo que pudimos pasar de manera mucho más cómoda. Avanzamos hasta la Estación de Gérgal, donde paramos a tomar algunas fotografías.
Allí decidimos, debido al daño en el freno de Miguel, volver a la ruta del agua, pese a que el cuerpo me pedía seguir descendiendo por el viejo ferrocarril: el agua había descendido al menos un par de metros desde el comienzo de verano, y tenía curiosidad por saber hasta dónde podríamos llegar en esa ocasión. Pero, por una vez, la cordura se impuso, y volvimos sobre nuestros pasos.
A diferencia de la vez anterior, esta vez teníamos identificado a la perfección por dónde enlazar con la ruta del agua. Retrocedimos unos 300 metros, hasta dar con una pista que ascendía, en fuerte subida, hasta el tramo restringido. Y aunque la subida era corta, apenas unos 600 metros, las rampas iniciales eran sencillamente brutales. Por suerte, pronto se atemperaban, para llevar a la ruta del agua con apenas un suave desnivel.
Eran las 11:25h cuando retomamos la marcha, definitivamente ya de vuelta a Las Pajanosas. A esas alturas llevábamos entre pecho y espalda 25 kms. de etapa. Y para no variar, marcamos un ritmo brutal, con una media de 20 km/h. Pero la mañana se había ido poniendo peor en lo climatológico. El cielo, poco a poco, se había ido cubriendo y amenazaba lluvia, además de correr un viento frío que nos helaba. Y para colmo, la espalda había empezado a molestarme. Salimos del tramo restringido al filo del mediodía, y nos preparamos para afrontar la última dificultad de la etapa: la subida de 3 kms. hasta Las Pajanosas. En esta subida, como no podía ser menos, Miguel lanzó un ataque final, al que no pude evitar responder, aunque al límite de mis fuerzas. Así, nos fuimos del grupo, para entrar en Las Pajanosas a la par. Sin embargo, Miguel no lo había dicho todo, y lanzó un demarraje final al que ya o respondí. Entramos en Las Pajanosas a las 12:15h, con Miguel en cabeza y yo a continuación; Sergio y José Antonio llegaron poco despues, con lo que dimos por concluida la etapa. Pero esta etapa se merecía un buen epílogo, en forma de unas impresionantes tostadas en un bar cercano. Una excelente manera de rematar la jornada.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Ruta del Agua – Estación de Gérgal
Etiquetas: ciclismo, estación de gérgal, guillena, la cantina, mtb, ruta del agua, sevilla
El domingo 22 de julio, a la una de la tarde, estaba tranquilamente sentado en la playa de Samil (Vigo), disfrutando de una Estrella Galicia en compañía de Ana y mis cuñados, viendo volar sendos F-16. Sé que como comienzo de una etapa ciclista es un tanto anómalo, pero todo tiene su explicación. No digo que sea una buena explicación, pero al menos es una explicación. Como decía, disfrutaba de una exhibición aérea, como paso previo a mi propio periplo aéreo, que debía llevarme de vuelta a Sevilla, y a una nueva semana de trabajo.
Cuarenta y cinco minutos después, gracias al GPS y a un fenomenal atasco, subía despendolado la carretera que conduce a la Universidad de Vigo, intentando llegar al aeropuerto de Peinador antes de que mi avión me dejara en tierra. Por qué subía dicha carretera en vez de circular tranquilamente por la autovía lo dejo a los insondables designios del susodicho GPS y su nefanda opción de “recorrido alternativo”. Aunque tengo que decir que, finalmente, llegué al aeropuerto, si bien con el tiempo justo para embarcar. Un rato más tarde, volando ya sobre Sevilla y no muy lejano a tomar tierra, podía disfrutar del siguiente paisaje por la ventanilla del avión:
Es decir, los pantanos de Gérgal y Guillena, además del Cordel de la Cruz de la Mujer y el tramo restringido de la Ruta del Agua. No necesitaba mucho más que eso para que se me despertaran las ganas de salir a rodar esa misma tarde.
A las cinco y media, sin embargo, las ganas se me habían atenuado un tanto. No en balde me encontraba andando entre campos de girasoles, después de haberme bajado en la estación de cercanías de Santiponce, y tener una media hora de caminar bajo el sol implacable de la tarde, camino de casa. Hay que admitir que el día estaba resultando variado. Y lo que quedaba. Pero, pese a todo, decidí salir a rodar, si bien no lo hice hasta las nueve de la noche, cuando el calor había remitido en gran medida. Había abandonado la intención de subir hasta la zona de Guillena, conformándome con un objetivo algo más modesto: recorrer el tramo de la Ruta del Agua entre el cruce con la vía verde de Itálica y Valencina que dejé de recorrer en la etapa del día 15, al haberme quedado sin agua.
Así pue, salí de casa en dirección norte, pero en vez de tomar el camino que asciende hasta la vía verde, opté por tomar el camino que bordea el arroyo Pico de Palo, y que conduce, pasando cerca del Cortijo Villa Diego, hasta el puente sobre el arroyo del Judío. Allí tomé la Cañada Real de las Islas, hasta enlazar con la Ruta del Agua en las cercanías de Valencina. A partir de ese momento ya no abandoné la Ruta del Agua. Pasé junto a la urbanización La Alondra, cercana al depósito de aguas del Aljarafe, punto hasta el que anteriormente había llegado en este recorrido. Y seguí avanzando. La Ruta del Agua seguía con una dinámica similar: subidas y bajadas pegadas a las estribaciones de los cerros del Aljarafe, que no habrían de cesar hasta internarse de manera decidida en la campiña sevillana, ya cerca de Gerena. A esas alturas de la etapa ya había caído la noche, por lo que la presencia de animales de vida nocturna se había hecho muy patente. Eso, y la intrepidez de los conejos, que no cesaban de cruzarse en mi camino, a cual mas audaz, llegando uno de ellos a pasar entre las ruedas de mi bici.
Llegué al cruce apenas pasadas las 22:00h, tras una hora de recorrido y 19 kilómetros de etapa. A partir de ahí, todo era vuelta. Y qué vuelta más diferente a la que había tenido que hacer una semana antes. Con el frescor de la noche y con agua en abundancia (no era un error que pensara repetir en tan breve espacio de tiempo), pude rodar de manera más alegre, con una media de 22 km/h, pese a que la oscuridad, tan sólo mitigada por la Lupichin, obligaba a ser más prudente en el rodar. Llegué a casa a las 22:40h, habiendo conseguido sacarme la pequeña espinita que se me había clavado en la etapa anterior. Una etapa breve, pero bien aprovechada. Tanto como el día que estaba a punto de dejar atrás.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Arroyo de Pico de Palo – Ruta del Agua – Vía Verde de Itálica
Etiquetas: cañada real de las islas, mtb, ruta del agua, santiponce, sevilla, vía verde de itálica
El domingo 15 de julio salí a rodar en solitario en la que hasta la fecha ha sido la etapa más larga que he realizado en Sevilla: 72 kilómetros. El germen de esta etapa estaba en un recorrido de 101 kilómetros que estoy preparando en la zona de la Sierra Norte de Sevilla, y que combina varios trazados habituales en nuestras salidas sevillanas. Sin embargo, había una zona a recorrer por la que nunca había circulado: el tramo de la Ruta del Agua entre Las Pajanosas y Gerena. Así que, no teniendo mejor plan para un domingo a primera hora de la mañana, decidí recorrer ese tramo, partiendo desde casa. En realidad se trataba de hacer media 101. Pero las cosas no salieron como lo esperaba.
De acuerdo a mi plan, empecé a pedalear desde Santiponce al filo de las 8:00h. Tomé el trazado de la Vía de la Plata en dirección Guillena. La mañana se presentaba agradable, y daban ganas de rodar. Pronto dejé atrás la carretera y tomé la pista que, en línea recta como una flecha, conduce en dirección Guillena durante unos interminables 7 kilómetros por la pista de mantenimiento del sistema de suministro de aguas a Sevilla. En este tramo apenas me crucé con un par de ciclistas, un caminante y un peregrino, que descansaba en su larga marcha camino de Santiago. Al llegar al final de la pista seguí las indicaciones que por caminos agrícolas conducen a Guillena, teniendo para ello que salvar un maloliente arroyo justo antes de la entrada de Guillena.
Eran las 8:30h cuando estaba entrando en este pueblo. Dado que mi objetivo era salir de él por el Cordel de la Cruz de la Mujer, y luego girar al oeste en dirección a Las Pajanosas por la Ruta del Agua, estaba viendo que la etapa se me iba a quedar algo corta. Así que una idea se empezó a formar en mi cabeza: ¿por qué no combinar el recorrido con la subida del Cordel de la Cruz de la Mujer hasta La Cantina y volver por el tramo restringido? Si hubiera tenido algo de sentido común habría desechado recorrer 22 kilómetros extra de etapa, sobre todo sabiendo que había salido apenas con 1’5 litros de agua en el Camelback. Pero como no lo tengo, al menos no cuando salgo a dar pedales, al llegar al cruce del Cordel con la Ruta del Agua continué ascendiendo.
Realicé el ascenso hasta la cima de la Cuesta de la Lenteja en unos 35 minutos. No había dejado de pedalear ni un segundo desde mi salida de Santiponce (salvo para salvar el pestilente arroyo), por lo que llevaba ya hora y 20 minutos de etapa… y no tenía intención de detenerme. Bajé la siempre divertida Cuesta de la Lenteja, y acto seguido, sin parar en la Cantina, inicié la vuelta hasta el cruce por el tramo restringido.
Mantuve en la vuelta un ritmo bastante alegre. No tanto como el que Rafa y yo nos marcamos en la etapa nocturna de la semana anterior, pero sí lo suficiente como para mantener una media superior a los 19 km/h en el trazado pestoso del tramo restringido. Y eso contando con dos paradas para echar sendas fotografías del Pantano de Gérgal en un nivel asombrosamente bajo de agua.
No pude menos que volver a tomar una fotografía del trazado del ferrocarril del Cala, por donde dos semanas antes habíamos transitado en una etapa sumamente divertida. Y el nivel del agua seguía bajando. ¿Hasta dónde se podrá llegar ya?
Salí del Tramo Restringido a las 10:00h. Mi pequeña excursión me había llevado una hora y cuarto, pero había valido la pena. Me acercaba a los 40 kilómetros de etapa, y aún tenía mucho que ver por delante. Seguí avanzando por la Ruta del Agua hasta llegar al Zoo de Guillena, lo que representaba un camino ya conocido. Era a partir de ahí, y hasta llegar al cruce con la Vía Verde de Itálica, donde empezaba lo desconocido.
Tras algunas dudas al respecto, conseguí encontrar la continuación de la Ruta del Agua, que resurge de la carretera justo enfrente del zoo. Avancé a un buen ritmo por ella, deteniéndome tan sólo para corregir mi rumbo en una bifurcación que a punto estuvo de hacer volver erróneamente a Guillena por una pista que -por otro lado- tiene una pinta bastante interesante. Corregido este error, crucé la vieja N-630 al sur de Las Pajanosas, y pasé por un paso subterráneo bajo la A-66. Inicié una breve bajada, preludio de un tramo bastante sinuoso y con abundantes toboganes camino de Gerena. Este tramo de la Ruta del Agua se encuentra bastante bien señalizado, por lo que es complicado perderse, aunque no hay que despistarse en los abundantes cruces que jalonan este tramo. Tramo que, por otro lado, marca el fin de las zonas arbóreas en lo que restaba de recorrido: a partir de ahí tenía 24 kilómetros a pleno sol. Y nos empezábamos a acercar peligrosamente a las 11 de la mañana…
En las cercanías de Gerena la Ruta del Agua abandona las faldas de Sierra Morena, para adentrarse de manera definitiva en la Campiña sevillana. Y lo hace descendiendo en línea recta en dirección a esta, como para marcar distancias con lo sinuoso del tramo anterior. Esta recta tan sólo se ve interrumpida por la variante de Gerena, que hace necesario tomar un desvío hasta llegar a una rotonda, antes de reincorporarse a la Ruta del Agua.
A esas alturas del recorrido empezaba a preocuparme la falta de agua. El calor apretaba, las sombras habían desaparecido, y no veía sitio donde poder repostar en las cercanías. Por suerte para mí -o al menos eso pensaba yo- divisé una gasolinera en la distancia. Era mi salvación. Abandoné la Ruta del Agua y me dirigí a la cercana gasolinera… para descubrir que llevaba vaya usted a saber cuánto tiempo cerrada. Mi gozo en un pozo. Menos mal que había sido lo suficientemente prudente como para no agotar de maner anticipada mi exigua reserva de agua.
Así pues, me reintegré a la Ruta del Agua, y me preparé para seguir la marcha, economizando agua en la medida de lo posible. Un esfuerzo futil, ya que la sequedad de la campiña, sus continuas subidas y bajadas y el inclemente sol, hicieron que apenas 5 kilómetros después agotara el agua. Llevaba en ese momento casi 60 kilómetros de etapa.
Por suerte para mí -o al menos eso pensé en mi inocencia- poco después divisé un pozo, con abrevaderos para animales. Corrí hacia él y con un rudimentario cubo saqué algo de agua del pozo, con la que pensaba saciar mi sed. Iluso de mí: el pozo era salobre. Apenas pude tomar un par de sorbos antes de escupir el resto. Pero al menos había calmado la sequedad de mi boca. Algo era algo, pero tenía por delante aún un buen puñado de kilómetros que recorrer. Iba a ser duro, muy duro…
Apenas 200 metros después del pozo llegué hasta el cruce con la Vía Verde de Itálica. Durante todo el recorrido había sopesado continuar con la Ruta del Agua hasta las cercanías de Valencina, para volver a Santiponce por la Cañada Real de las Islas y la Vía Verde. Pero viendo lo negro que pintaba el asunto, decidí finiquitar la etapa por la vía rápida, y volver a casa por el trazado más directo.
Aun así, fue sumamente duro: el tramo de 8’5 kms. entre el cruce y el puente sobre el Arroyo del Judío se encuentra sin habilitar, por lo que es abundante en balasto, traviesas y zonas de tránsito deteriorado. Esos 8 kilómetros se me hicieron bastante duros, sobre todo porque, contra mi costumbre, tuve que procurar respirar casi todo el tiempo por la nariz, para evitar que se me resecara la boca. Pese a todo, pude pasar a varios grupos de ciclistas, y mantener una media de 19 km/h, con picos de 24 km/h. Tampoco era plan pasar más tiempo de la cuenta bajo el sol que empezaba a caer a plomo.
Sin embargo, todo esfuerzo se paga. Alcancé el tramo rehabilitado de la vía verde a las 11:42h, exhausto y muerto de sed. No tardé en ponerme a más de 171 pulsaciones, lo que indicaba que empezaba a deshidratarme, ya que me encontraba en un tramo completamente plano. Por suerte estaba ya a menos de 5 kilómetros de casa. Salvé la distancia hasta el puente de los Vinateros como buenamente pude, y me desvié a la izquierda, para emprender la acostumbrada bajada por la parte norte de Itálica. Bajada que tuve que hacer sentado, pues casi no era capaz de mantenerme en pie sobre la bici. Por último, entré en Santiponce por la vieja nacional.
Llegué a casa un minuto antes del mediodía. Entré en casa como una exhalación y me bebí del tirón un litro de agua. Me senté a ver pasar la vida en la entrada de casa, amarrado a la botella de agua. Más que nada porque no tenía fuerzas para entrar la bici. Al cabo de un rato, cuando estuve en condiciones de hacerlo, di por finalizada la etapa. En el transcurso de la mañana bebería otro litro de agua, medio de zumo y medio de gaseosa. Había sido una etapa que me había hecho llegar al límite: y no tanto por su dureza -que no lo era en exceso- sino por la falta de previsión en lo referente a las reservas de agua. Una lección que no hay que olvidar.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santiponce – Guillena – La Cantina – Gerena – Santiponce
Etiquetas: cordel de la cruz de la mujer, gerena, guillena, la cantina, mtb, ruta del agua, santiponce, sevilla