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03 dic 06 La tarde en la que me sentí Schumacher

Esta tarde me he sentido Michael Schumacher. No por el dinero, la mala follá o ser un cabeza cuadrada cuadriculado (para eso no necesito ser Schumacher, me temo). No. Me sentí Schumacher en un momento en concreto de su vida: cuando reventó el motor en el GP de Japón de 2006. Pero empecemos por el principio.

El viernes tuve que dejar mi Alfa en el taller a resueltas de un problema de carga de la batería. Me había dejado tirado a principios de semana, y aunque lo arranqué con las pinzas y cargué la batería dando un paseo por la SE-30 y tal, notaba cómo cada mañana la batería estaba casi agotada. Mi mecánico me comentó que tanto la batería como el alternador estaban bien, pero que parecía que la correa del alternador estaba algo floja, y podía ser causa de que no cargara a bajas revoluciones. Me recomendó dejarlo en el taller, y como tenía el Ford Fiesta (que usan mi padre y mi hermana para moverse por Córdoba) de muleto, no me incomodó demasiado tener que dejarlo. Le pregunté, dado que el coche ya tiene doce años, si habría problema en meterlo por carretera, a lo que me dijo que ninguno.

Así que esta tarde cargué el coche, miré el nivel del aceite y agua, y me hice a la carretera. No había sino recorrido apenas diez kilómetros de autovía cuando empecé a oir un ruido extraño proveniente del motor. Y justo cuando cruzaba por debajo del último puente que hay antes de la Cuesta del Espino, la luz del aceite se encendió, y el motor dijo “hasta aquí hemos llegado“. Justo como Schumacher, aunque el Ford no echó ninguna humareda blanca.

La inercia condujo al coche hasta un poco después del puente, pero sin poder llegar a la incorporación a la autovía. Me dispuse a poner los triángulos, pero cuando fui a echar mano del chaleco, éste no se encontraba en el coche. Y los triángulos, que sí estaban en el maletero, estaban rotos. Hice de tripas corazón, y medio logré componer los triángulos y colocarlos. Y justo cuando hablaba con la grúa, paró a mi lado un furgón de la Guardia Civil de Tráfico. La segunda pregunta que me hicieron fue que dónde estaba el chaleco reflectante. Me debieron de ver tal cara de desolación que cuando les respondí que “eso me gustaría saber a mí, que era el coche de mi hermana y no lo tenía“, que sólo me echaron un breve rapapolvo y no me multaron ni nada. En cuanto a la primera pregunta, fue que cuál era el problema y si podían ayudarme. Gente muy profesional, lo cual es de agradecer.

Entre los tres empujamos el coche hasta la incorporación a la autovía, y dado que la grúa (así como mi padre, a recogerme con el equipaje) ya venía en camino, siguieron su ruta. Lo divertido del asunto es que apenas cinco minutos después otro coche de la Guardia Civil paró a mi lado, a averiguar qué pasaba. Nada, muchas gracias, el coche me ha dejado tirado, pero la grúa ya viene en camino, unos compañeros de vds. me han ayudado a retirar el coche hasta aquí, gracias, muy amables. Lo que son las cosas, lo mismo no te los encuentras nunca como te cruzas con todos los guardias civiles al mismo tiempo. Pero lo dicho, no tengo sino que darles las gracias por su amabilidad y profesionalidad.

Así que nada, ahí estaba yo, a las ocho de la noche, tirado en la autovía y calado de frío. Pensando, hay que joderse, en Schumacher.

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Comentarios de los lectores

  1. |

    Jeje, a mi me pasó un día que tenía que ir a Ceuta a hacer unas gestiones del trabajo. Mi mujer quiso acmpañarme y los niños se quedaron la noche de antes con los abuelos.

    Iba a ser un vaje como cuando recién casados. A las 5 de la mañana nos levantamos y a las 6 ya pasábamos la cuesta del Espino. Poco tiempo pasado La Carlota oí un ruido extraño, me eché a un lado y comprobé que la rueda estaba pinchada.

    Noche cerrada, un frio espantoso…y hacía años que no cambiaba una rueda y no sabía cómo estaría la de repuesto.

    Pusimos los triángulos, los chalecos,…y como el tiburón que huele la sangre apareció la Benemérita a auyudarnos. Menos mal que ellos llevaban una linterna por que a ciegas habría sido imposible, pero comprobé que no sirvo para ser “malo”, ya que con los nervios de tener a la Guardia Civil al lado, intentaba con todas mis fuerzas quitar el tapacubos de la rueda, no había forma, hasta que el guardia civil me dijo: Oiga, ¿esos no son llantas de aluminio? Esas no llevan tapacubos”…joderrr que corte. Si llego a ser malo salgo corriendo seguro juas juas

    El final de la historia es que cuando llegué a Sevilla con la de repuesto, por la urgencia me pusieron unas banderillas negras por las dos cubiertas nuevas, se nos hizo tan tarde que ya no valía la pena seguir a Ceuta, y nos tuvimos que dar la vuelta.

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  2. |

    La verdad es que sí, Mike, que por lo general es a las “buenas personas” a los que más descompone encontrarse con la peretérita, aunque no tenga sentido, porque están ahí para echarnos una mano. Pero aun así, intentar quitar el tapacubos a unas llantas de aleación es casi de juzgado de guardia, jeje. XD

    En cualquier caso, bienvenido por aquí.

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