Hace un par de días se preguntaba Taran si vivíamos en una democracia moderna, y me pedía mi opinión al respecto.
Partamos desde un principio: coincido con Taran en que NO vivimos en una democracia moderna, si bien tengo que hacer algunas puntualizaciones con respecto a lo que él expresa. Pensemos en el significado de la democracia: etimológicamente democracia significa, literalmente, el gobierno del pueblo. Nuestra Constitución dice en su articulado con respecto a nuestra forma de gobierno que la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo (…). Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno. Es interesante este aspecto: el pueblo es libre para escoger su forma de gobierno, así como de modificarla. Precisamente es uno de los puntos más importantes del gobierno del pueblo: la libertad de elección.
Es precisamente este punto el que más me hace discrepar de lo expresado por Taran: me parece sumamente pernicioso el declarar obligatorio el voto. Dado que el pilar básico de la democracia es la libertad de elección, no parece higiénico cercenar ese derecho obligando a votar. Yo he de ser libre, incluso para no votar. Por otro lado, pensemos en los países que obligan y en los que no obligan al voto. Aparte de Malta, se me ocurren en el grupo de los primeros a Perú, Chile y alguno que otro más sudamericano, no precisamente modelos de democracia y libertad, por desgracia. En el grupo de los segundos aparecen todos los países civilizados del primer mundo: EEUU, Reino Unido, Suecia, Finlandia, Noruega, Francia, Alemania… Esto, por supuesto, no es indicativo de nada, pero sí significativo.
Por otro lado, quizás uno de los problemas principales que tengamos en España es que quizás el término más adecuado para definir al sistema político existente no sea precisamente democracia, sino más bien partitocracia. Nosotros NO escogemos a nuestros representantes políticos, sino escogemos una lista, cerrada por supuesto, que nos proporciona tal o cual partido. Muchas veces me he encontrado con ganas de escoger como representantes míos, no importa el ámbito (local, autonómico o nacional) a algunas personas de un partido, a otras de un segundo, y otras más de un tercero. Y, por supuesto, no precisamente a los cabezas de cartel. Además, resulta irónico que el método de elección de candidatos en los partidos sea precisamente lo más opuesto del mundo a la democracia: es el dedazo del ordeno y mando, pero especialmente de la maquinaria del partido de turno. Fue curioso observar cómo la única iniciativa a favor de la democracia de los partidos fue la del PSOE en tiempos de Almunia, en la que salió elegido como candidato Borrell. Resultado: campaña mediática y candidato por la ventana. Y todos recordamos qué paso con Almunia en las siguientes elecciones: fue laminado por Aznar.
Y ése es otro de los problemas de la democracia en España: la mediatización por parte del cuarto poder: los medios de comunicación. Resulta deleznable ver cómo los partidos se venden a los medios, los medios a los partidos, y todos al poder del talonario.
Por supuesto que no vivimos en una democracia moderna: sólo llevamos 28 años de democracia ininterrumpida. Aún nos hacen falta, al menos, otros 30-40 años para resolver problemas, hacerle el rodaje al sistema, y depurarlo de vicios como la mediatización por parte de personas interesadas.
Y por supuesto, lo último que necesitamos son espadones y salvapatrias que pretendan venir a enmendarnos la plana. Así que, lo siento Taran, Aragorns ni en broma. Que este país ya tiene bastante mala follá como para eso, que aquí somos capaces de tomarnos los beneficios como maleficios y los maleficios como beneficios. Algo dijo Julio César al respecto, hace ya algunos añitos:
Apud vos beneficia pro maleficiis et maleficia pro beneficiis habentur. Ita neque in otio concordiam neque in bello virtutem ullo tempore retinere potuistis.
Qué bien nos conocía, el viejo bandido. Y qué pronto nos caló.
Me parece que has confundido bastante el comentario de “un Aragorn”… Yo quería decir que, con un gobernante perfecto y con poderes plenos, se solucionaría todo, pero que eso es terreno de la imaginación y de los mundos fantásticos, de ahí que diga un Aragorn, un personaje de un libro, vaya
Obviamente; pero en este país tenemos la capacidad de incluso transformar eso en un mal. Por eso me gusta tanto. ^_^