Otra de las maravillas -en este caso, moderna- que pudimos ver durante nuestro viaje a Grecia fue el Canal de Corinto:
Es esta una construcción que data de finales del s. XIX, y consiste en una vía de agua que une los mares Egeo, al este, y el Adriático, al oeste. Es una obra que se había intentado realizar ya en época de los antiguos griegos, allá por el s. VII a.C., por parte de Periandro de Corinto. Sin embargo, éste se vio incapacitado de realizarlo por las limitaciones técnicas de la época, construyendo en su lugar una calzada empedrada por la que se hacía rodar los barcos para trasladarlos de un lado a otro de la costa, llamado Diolkos. Lo que, a su manera, también es tremendamente impresionante.
También estuvo en la intención de Julio César la realización del canal, así como en el caso de Nerón, que llegó a empezar la obras, que quedaron abandonadas a su muerte. Los venecianos también lo intentaron en el s. XVII, pero de nuevo, sin éxito.
Lo que vemos a día de hoy fue realizado en el s. XIX, por parte de los franceses, pero con ingenieros húngaros. Han pasado 130 años desde se inauguración, y sigue impresionando, ya que los apenas 6 kilómetros del canal evitan un rodeo de 400 kilómetros. Cuenta con una caída de 80 metros, una profundidad de 8 metros (más o menos como la dársena del Guadalquivir en Sevilla), y 21 metros de ancho.
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Este verano hemos realizado un estupendo viaje por Grecia, en el que hemos combinado aspectos culturales, como son la visita a Atenas y un recorrido por el Peloponeso y Grecia Central, con aspectos lúdicos, conformados por una estancia en la increíble isla de Santorini.
Ha sido, como decía, un viaje largamente esperado, y que hemos disfrutado como pocos. Voy a ir sacando algunas imágenes de este viaje. Y como no podía ser menos, empiezo por una imagen que no podía faltar:
El Partenón, tomado en una fotografía nocturna desde la terraza de nuestro hotel. Aunque Atenas no es la ciudad más bonita del mundo (y pese a tener rincones encantadores), esta imagen vale para que te enamores de la ciudad.
Un 18 de septiembre del año 53 d.C. nacía en Itálica Marco Ulpio Trajano, que llegaría a ser emperador de Roma, y el que llevaría al Imperio a su máxima extensión, siendo recordado como un exitoso militar, así como por ser un gran filántropo. Hace 1970 años de ello, y he querido sumarme a los recordatorios de tan fausta fecha, captando una imagen de su estatua en el recinto de Itálica:
También es buena fecha para recomendar la estupenda trilogía sobre este emperador escrita por el gran Santiago Posteguillo (Los Asesinos del Emperador, Circo Máximo y La Legión Perdida), que son de lectura casi obligatoria para los apasionados de la historia de Roma.
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