El día de Todos los Santos realicé una buena etapa de XC por los alrededores de Santiponce con la bici de montaña de carbono. Me encontraba en Sevilla por razones de trabajo, y como ese día, festivo a la sazón, no tenía nada mejor que hacer, me dediqué a rodar todo lo que pude. Empecé a rodar un poco antes de las 9:00h, y la primera sorpresa fue la niebla. Niebla y frío. Hasta entonces, habíamos tenido días excelentes en Sevilla, pero esa mañana empezaba completamente otoñal. NO estaba mal, pero no era exactamente lo esperado.
Salí de Santiponce pasando junto a Itálica, para ascender hasta la Vía Verde. En esa zona la niebla era bastante intensa, aunque a medida que iba avanzando iba aclarando poco a poco, aunque sin llegar a desaparecer. Al llegar al Arroyo del Judío -seco a la sazón- la niebla abrió bastante, pero sin dejar aún ver el cielo azul.
Desde allí tomé la Cañada Real de la Isla, camino hacia Guillena. A medida que avanzaba hacia el norte y ascendía, iba empezando a salir de la niebla. A la altura de la mina de cobre, pude ver algo llamativo: el final de la niebla, con el día despejado hacia el norte, y una masa neblinosa hacia el sur. Aún iba a tardar algunas horas en deshacerse en el valle, pensé.
Dejada atrás la mina, descendí hacia Guillena por el sendero que va paralelo a la carretera. Al terminar la bajada, seguí hacia Guillena por la indicación del camino de Santiago, por donde continué hasta llegar a la gasolinera de Repsol. Allí me desvié a la izquierda, evitando entrar en Guillena, ya que mi idea era subir hacia Las Pajanosas. Pasé por el recinto ferial, y tomé la carretera que lleva a la cantera, primero, y después asciende convertida en camino en dirección a Las Pajanosas. En el extremo sur del campo de golf enlacé con la ruta del agua, por la que continué hasta llegar a la carretera de Las Pajanosas, a la altura del zoo. Ascendí por carretera, hasta Las Pajanosas. Continué sin determe en los bares de la entrada de la pedenía, con la idea de seguir sin parar en ascenso hacia El Garrobo, pero poco antes de salir de Las Pajanosas me lo pensé mejor, y paré en una placita para tomar algo de fruta, y descansar un poco. Pasaban ya de las 10 de la mañana, y llevaba unos 25 kilómetros en el cuerpo. Un tercio de la etapa, según mis cálculos. Y aún quedaba lo peor.
Tras el descanso, continué rodando, saliendo de Las Pajanosas por el camino que pasa por la urbanización abandonada, y tras cruzar por encima de la autovía, empieza a subir hacia El Garrobo por uno de los mejores tramos trialeros de la zona. Con un comienzo que tiene un breve tramo de bosque en galería, al poco empieza un descenso vertiginoso hasta un arroyo -lamentablemente seco- para después ascender en sucesivas rampas. Una delicia. No quise cebarme demasiado en la subida, teniendo en cuenta lo que tenía por delante, pero lo disfruté enormemente. Los charcos habituales -cinco en todo el ascenso- ya se habían empezado a formar, merced a las lluvias -ciertamente escasas- caídas en los días anteriores, que habían bastando para que hicieran acto de presencia. Culminé la subida un poco antes de las 10:45h, y sin detenerme, tomé la carretera que lleva a Gerena.
Al poco me alcanzó un pequeño grupo de carreteros, a los que me acoplé. No debían de ir demasiado rápido, porque no me costó demasiado ir a su ritmo, teniendo de cuando en cuando que refrenarme. E incluso en la subida tras el arroyo de Las Torres tuve que ponerme en cabeza para que no me rompieran la marcha. En fin, la cosa no duró mucho, porque no tardé en meterme por la trialera paralela a la carretera, y ahí ya se me fueron. Pero si quisiera ir por carretera, no llevaría una bici de montaña.
Tras una breve parada, continué el camino hasta Gerena, que atravesé, para salir por el sur, enlazando con la Ruta del Agua. Seguí por la misma, a un ritmo sorprendentemente bueno, hasta llegar al Pilón del Conti, donde hice una nueva parada. Me entretuve mirando el pozo, que tenía agua, aunque también bastante suciedad. De todas maneras, no tenía intención de beber. Ya lo había hecho una vez (que no me quedó más remedio porque me había quedado sin agua), y recuerdo el agua del mismo como bastante salobre. Llevaba, en cualquier caso, 45 kilómetros de mi recorrido, y no llegaban a ser las 11:30h.
Tras la pausa, continué rodando, en dirección a La Alondra. Al cruzar el viejo trazado del ferrocarril tuve la tentación de tomarlo para volver a Santiponce. Empezaba a estar algo cansado. Pero decidí continuar por la Ruta del Agua. El camino va este rato más en ascenso, con suaves subidas y bajadas hasta el cortijo La Bartola. Fue en esa zona donde empecé a notar las piernas algo flojas. Así que al llegar a la estación depuradora de La Alondra, hice mi última parada, para tomar algo más de fruta, y ver si me recuperaba. Pasaba ya de los 50 kilómetros.
No fue muy buena idea. Al volver a rodar, me seguía notando débil, y tuve que bajar un poco el ritmo. La verdad, es que los últimos 12 kilómetros del recorrido se me hicieron un pelín largos. Seguí por la Ruta del Agua, cruzando la carretera de Salteras, y la tachuelilla que hay justo después se me hizo dura. Al menos, ya estaba cerca de casa. Seguí rodando de manera relajada, hasta llegar a la vía del tren. Allí tomé la Cañada Real, para bajar -a buen ritmo- hasta la vía verde, que tomé para volver hasta Santiponce. Llegué a casa a las 12:35h, tras haberme metido entre pecho y espalda casi 70 kilómetros de buen recorrido rodador. Y aunque el final se me había hecho algo largo, había disfrutado tremendamente de la etapa. Aunque lo mejor vino después: la visita de mis padres, que decidieron venir a pasar la tarde conmigo a Santiponce. Un estupendo tercer tiempo para una gran etapa.
Datos de la etapa:
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