Anda estos días Ana pintando en sus clases de pintura a Ulises al óleo. Como preparación del cuadro ha hecho un boceto de nuestro perro. El óleo está saliendo muy bien, pero el boceto me ha encantado, y no he podido menos que preservarlo.
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El domingo 9 de octubre realicé una etapa ciclista por las cercanías de Guillena. Tenía ganas de algo rápido, conocido y agradable, y no tardé en decidirme por hacer la subida y bajada por la Trialera del Camino de Santiago. Sin embargo, como eso iba a quedárseme algo corto, pensé en complementarlo con un segmento nuevo, que ya había intentado recorrer una vez con anterioridad, pero que no había sido posible al encontrarse cerrado de manera ilegal: la bajada por La Lapa hasta el pantano de Gérgal. Tenía constancia de que este tránsito ya era posible, y me apetecía recorrerlo. Dicho y hecho, empecé a rodar algo pasadas las 8:30h desde el polígono de Guillena, habiendo optado esta vez por la bicicleta de carbono. Empecé la subida con algo de fresco, pero en un día tremendamente agradable. La subida no tuvo mayores comentarios, ya que desde que hace algún tiempo se adecentó la misma, ha ganado en comodidad pero perdido en interés. Sin embargo, y pese a esto, sigue siendo un recorrido estupendo.
A media subida, me encontré con una pareja de peregrinos, algo mayores, a los que saludé y deseé un buen camino. No mucho después, llegué al desvío a la fuente de agua, y no me pude resistir a desviarme un poco para acercarme a la misma. Por desgracia -o por suerte, porque la primera y única vez que bebí de ahí acabé con una infección estomacal, aunque no tengo pruebas de que fuera por beber en la fuente- la bomba se encontraba rota, y no era posible extraer agua de la misma.
De vuelta al camino, seguí en ascenso, y volví a pasar a la pareja de peregrinos. Sin detenerme, charlamos un poco, informándoles de lo que había por delante. Fue una breve charla en inglés, lo que agradecí poder hacer después de un tiempo. Tras ello, continué mi ascenso, pasé la doble cancela, y no tardé mucho en finalizar la trialera, para salir a la pista de grava que lleva a la carretera de Burguillos a Castilblanco. Allí, contra lo acostumbrado, giré a la izquierda para emprender el descenso de La Lapa. La pista está catalogada como carretera SE-186, y ya la había recorrido una vez en ese sentido, para llegar a una verja metálica que impedía el paso a mitad de la bajada. Esta vez, sin embargo, fue diferente. Aunque la carretera sigue sin asfaltar (mejor para mi gusto), se encuentra con abundante señalización de carreteras, y un buen firme de grava fina. En plana bajada había desaparecido ya la ominosa cancela, y fue posible llegar hasta el final de la misma, en el pantano de Gérgal, y justo enfrente de la estación de tren abandonada. Una bonita vista y, la verdad, es una pena que no haya algún puente, tirolina, o cualquier otro método que permita pasar al otro lado.
Tras un pequeño tentempié, emprendí la vuelta. Es una subida bastante constante, con unas rampas del 10% y que sube de manera prácticamente continua durante 3.5 kms, hasta llegar a un pequeño descanso, para luego culminar con una pequeña subida. Desde allí, se desciende hasta enlazar de nuevo con la trialera del Camino de Santiago. Allí me volví a encontrar con la pareja de peregrinos. Siendo la tercera vez, no me pude resistir a detenerme un rato, y darles palique. La mujer era la más habladora, debía de andar por la sesentena; el hombre aparentaba ser algo más joven, pero no era muy hablador. En la conversación me contaron que eran de Iowa (EEUU), y ella era una habitual de los Caminos de Santiago. Charlamos un poco del recorrido, de otros caminos, y me preguntaron por las celebraciones del día anterior en Santiponce (la Virgen del Rosario), y parecieron asombrados de la gran cantidad de ciclistas que había por la zona. En efecto, es un recorrido muy popular. Me preguntaron por mi inglés, lo que me dio pie a hablar un poco de mis años en Irlanda. Y por último, por la casualidad de que ese día se celebrara la carrera de fondo Turdetania Trail, comentamos también sobre los corredores de fondo que en ese momento empezaron a llegar. Sin más me despedí deseándoles -otra vez- un buen camino.
Por mi parte, reemprendida la marcha, bajé por la Trialera del Camino de Santiago, pasando con todo el cuidado posible a corredores, hasta terminar la parte de bosque, y salir a la bajada entre olivos. Allí fue donde pasé al corredor que iba en cabeza, y sin más novedad, llegué hasta el polígono, donde di por finalizada la etapa, tras 32 kilómetros de pedaleo.
Datos de la etapa:
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