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10 sep 22 Restauración de mi bicicleta de montaña de acero. Introducción

Esta entrada es la parte 1 de 7 de la serie Restauración de la bici de acero

Fue la primera bici que me compré. No fue, por supuesto, la primera bici que tuve. Antes de ella tuve varias. Dos bicicletas BH de paseo de los años 80, heredadas de mis primos, en verde y azul. Unas bicicletas encantadoras, adecuadas para que un niño, en un pueblo, se aficionara al ciclismo, y anduviera con sus amigos, arriba y abajo. Posteriormente, ya algo más grande, tuve mi primera bicicleta propia. Un regalo de reyes que aún recuerdo con singular cariño, y de la que tengo una fotografía con mi padre, mi amigo Mané, mi hermana y sus amigas, en el campillo al lado de nuestra casa de Córdoba. Era principalmente blanca y amarilla, comprada en el Pryca. Una bici de acero, sólida, y mi primera bici de montaña. Con cambios Shimano SYS de estilo palanca. La bici perfecta para irse aficionando al mundo de la montaña. Y vaya si me aficioné. Me hinché a hacer kilómetros, al inicio mucha carreteras, con mis amigos y mi padre, que para ello le pidió prestada a mi tío Manolo su bicicleta Orbea Luarca. Una gran bicicleta que en su simplicidad tenía la clave de su éxito, pero que por lo mismo tenía algunos problemas importantes. El principal era que la apertura de las vainas para alojar la rueda trasera era del estilo de las bicicletas de paseo de la época: abiertas hacia atrás. Eso no suponía mucho problema cuando la bicicleta tenía ruedas fijadas con tuerca; era así como venía de casa. Pero siendo que cada vez más hacíamos bici de montaña de verdad, reparar los pinchazos se convertía en un engorro. No tarde, por ello, en pasarme a llantas con cierre rápido. Más sencillo para desmontar la rueda y reparar un pinchazo, pero un dolor cuando luego tenías que volver a dejar la misma en su sitio, sin que rozara en las vainas, y sobre todo, sin que se aflojara durante el camino y empezara a rozar.

Así pues, cuando dejé de ser un niño y pasé a ser un adolescente, empecé a pensar en cambiar de bici. No tenía mucho dinero, y no me parecía bien pedirle a mis padres un cambio de bici, porque la otra aún se encontraba razonablemente bien. Estuve un tiempo dudando qué hacer, hasta que me enteré de que Dani, tío de mi amigo Mané, vendía su vieja bici de montaña. Fue verla y me enamoré. Una bici de acero CrMo 4130, con un insólito dibujo en blanco con efecto como de quemaduras. Horquilla rígida, platos Shimano Biopace ovalados, unos cambios bastante decentes… Una bicicleta con muchas historia, ya que Dani se había cruzado media España con ella. Tenía claro que esa bici iba a ser para mí. Y en efecto, así fue. Dani me la dejó por un precio bastante razonable, creo recordar que 10.000 pesetas, y me la quedé. No recuerdo exactamente cuándo fue, pero sí sé que ya la tenía en 1998.

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Con Mané, Paco y Javi Aljama, en Medina Azahara y el Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso

Estas son algunas de las primeras imágenes que tengo con la bici. Una subida que hicimos Paco, Javi Aljama, Mané y yo a Medina Azahara y el Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso. Verano de 1998. Y en la que aparece otra de mis bicis: la Super BH L6000 de mi tío Manolo. Hay dos Super BH, de hecho. Javi Aljama, antes de tener la bici de montaña, usaba una Super BH de carreras, no recuerdo si de su padre o de su hermano. Aunque ahora que lo pienso bien, hay tres bicis que actualmente son mías en la foto. La tercera es la San Ground Aggressor de Mané, que al cabo de unos años Ana le acabaría comprando, y que a día de hoy tenemos en Forcarey. Qué cosas.

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Con Manolo y Pablo, en la gasolinera de Chinales, antes de subir al Pantano del Guadalmellato

La bici, con todo, no era perfecta, y tenía algunos problemas. Los principales eran dos: la horquilla delantera tenía daños en la rosca y holgura, y los platos BioPace también. Los platos estuve aguantándolos unos cuantos años, controlando la holgura con arandelas y láminas de aluminio entre el buje y los propios platos, pero la horquilla tuve que reemplazarla relativamente pronto. Para ello, compré una horquilla de acero, que pinté intentando imitar el efecto del quemado, quemando la pintura con un mechero. Los efectos no quedaron mal del todo, pero el blanco de la horquilla era bastante más blanco que el del cuadro, y se notaba el cambio de pintura. Para 2002 ya había reemplazado la horquilla, y en octubre de ese año tuve que cambiar los platos. Reutilicé los platos de mi primera bici de montaña, que había conservado. En realidad, conservé muchas piezas de esa bici, que con los años fui reutilizando. Esa ha sido una constante que siempre he aplicado, la verdad.

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Monolito de Trassierra, en el cruce de Trassierra. Ya había reemplazado los platos. El monolito sería derribado años después por un camión, y desapareció. El que hoy existe es una réplica del otro monolito que había en la parte inferior del camino y que subía hacia la Sierra, que había sido también robado, y apareció en el Monasterio de San Jerónimo. Hoy se expone a la entrada del Ayuntamiento de Córdoba.

Para 2003 hice algunos cambios más en la bici. Los principales fueron piezas que me iba regalando mi amigo Carlos Diz cuando le echaba una mano con los problemas de informática de su tienda. Piezas que Carlos iba dejando de usar cuando se compraba componentes mejores, pero que seguían siendo estupendos: ruedas con bujes Shimano XT, platos XT, manetas de freno y cambio integrados XT y frenos V-Brake XTR (¡aún los uso!), un manillar de aluminio. Poco a poco fui mejorando la bici y dejándola estupenda. Tengo gran cantidad de fotos de aquellos años. Con Pablo, con Rafa Ferres, con Manolo. Fueron años en los que peiné la Sierra de Córdoba, ya que a Pablo no le gustaba nada rodar por asfalto, y siempre tenía que andar haciendo malabares para encontrar senderos y caminos para realizar los enlaces. De ahí viene mi pasión por la cartografía, dicho sea de paso. Además de todo ello, le cambié la horquilla por una horquilla con suspensión.

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Subida del Reventón, en el Mirador Antonio López, profesor de la Universidad de Córdoba que hizo un enorme trabajo de recuperación de caminos públicos de la Siera de Córdoba

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Subida con Pablo de la Cuesta de la Traición

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El Acueducto de Valdepuentes

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Con Pablo en las Ermitas

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Con mi padre en Las Grúas, El Carpio

Aún seguí haciendo uso de la bici durante algunos años más. Pero para 2005 había decidido que era hora de un cambio. Seguía siendo una bicicleta de acero. CrMo, aleación ligera, pero acero, pese a todo. Fue en 2005 cuando compré la Fuji Sundance SE en Málaga. Una bici estupenda, pero a la que no tardé en pasarle algunos de los mejores componentes (manetas de freno y cambio XT integrados, y los frenos XTR), y ponerle los de la nueva a la antigua. Aún así, no dejé de usarla. Tanto yo mismo como algunos de mis amigos.

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Rafa Ferres en la Ermita de la Virgen de Linares. Ese día llevaba la bici de acero, y yo la Fuji.

Pero, poco a poco, la iba cogiendo menos, y dándole más uso mi padre. Aún así, tuvo una gran última aventura conmigo, que fue la realización del Camino Francés de Santiago desde Ponferrada en 2007, con mi compi de curro Fran Mulero.

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Con Fran Mulero en el Camino de Santiago. Cercanías del Alto de Poio y Monte do Gozo

No sería la última de las grandes aventuras de la bici. Ya con mi padre, recorrimos por etapas el Camino Mozárabe, de Córdoba a Santiago de Compostela (Córdoba-Mérida, Mérida-Zamora y Zamora-Santiago), y el Camino de la Costa, desde Oviedo por Ribadeo.

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Camino de la Costa, 2008

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Vía de la Plata, Lubián, 2010

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Camino Mozárabe, Mérida, 2013

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Vía de la Plata, Arco de Cáparra, 2015

Ya para 2015 mi padre empezó también a dejar de utilizarla. Mi hermana y yo le habíamos regalado unas navidades una bicicleta de doble suspensión (su RockRider 6.4), y casi había dejado de utilizar esta. Debió de ser por esas fechas cuando la llevó a Manilva, para utilizarla cuando saliera por allí. En mi caso, las últimas veces que la utilicé para rodar fue en 2012, en dos etapas que realicé por la zona.

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Subida de El Canuto de la Utrera, 2012

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Bajada hacia los Baños de La Hedionda, 2012

E incluso en Manilva, su uso por mi padre pasó a ser testimonial, ya que solía llevarse la doble, y desde que se compró la bicicleta eléctrica, ésta ha sido la preferida para rodar. Vamos, que la pobre bici se ha tirado una buena temporada casi olvidada, en un trastero de San Luis de Sabinillas, justo al lado del mar. Algo que de por sí no es demasiado bueno para cualquier bici, y que es especialmente malo para una vieja bici con cuadro de acero, bien baqueteada, y con abundantes daños en la pintura resultado de años de servir fielmente a su cometido.

Esta era la situación, cuando en este año se han dado dos circunstancias en mi caso. Siempre me había gustado trastear mecánicamente con bicicletas, pero fue durante el primer cuarto de este año cuando llegué al punto máximo de esta afición, materializado en la restauración completa que hice de la Super BH L6000 con la que me hice en Galicia. Un proceso que fue no sólo exitoso, sino enormemente placentero. Gracias a la inestimable ayuda de mi cuñado Fernando aprendí los aspectos básicos del proceso de decapado, limpiado, preparado y pintado de un cuadro de bicicleta, para pasar luego a los aspectos puramente mecánicos del asunto. Toda una experiencia que me dejó ganas de repetir.

La segunda circunstancia fue el haberme aficionado a los vídeos de restauración/transformación de bicicletas en Youtube. Hay varios canales que suelo ver, pero sigo con especial atención los de Oldshovel. Un verdadero artista de la restauración, con un lema que no me ha dejado ajeno: dar una nueva vida a estas viejas cosas. Este verano que estoy pasando entre Sevilla y la playa me dejó con ganas de hacer un nuevo trabajo. No tenía claro qué quería realizar, pero sabía que quería hacer algo del nivel de la restauración de Forcarey. Y cuando nos dispusimos a pasar unos cuantos días en Manilva, viendo a mis padres, lo tuve claro: quería restaurar mi vieja bici de acero. Además, si me decidía a ponerle alforjas, era la bici perfecta, ya que cuenta con los anclajes necesarios para ello, a diferencia de las Super BH, puras bicis de carreras. Y la Fuji, que actualmente está convertida en una bici urbana, no demandaba un trabajo de pintura tan intenso.

El objetivo estaba claro. Y una vez estuve en Manilva, pude ver el estado real de la bicicleta, y a lo que tenía que enfrentarme.

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Estado de la bici cuando empecé a trabajar con ella

Tenía mucho más trabajo del que había calculado. Lo que planeé poder hacer a lo largo de una semana se acabó transformando en casi un mes de trabajo. Pero el resultado final ha sido muy satisfactorio:

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Resultado final

No sólo ha sido intenso el trabajo, sino que el mismo hecho de escribir estas líneas está siendo más arduo de lo calculado. Es por eso que he decidido transformar lo que iba a ser un artículo convencional en una serie, de la que este capítulo es la introducción. Pero es que la bici, y el trabajo, bien lo valen. Un último detalle. Nunca supe de qué marca era la bici, ya que la única pegatina que llevaba era relativa a la aleación del cuadro, Chrome Molybden Steel 4130. Que, por cierto, he conservado.

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La pegatina, a la espera de volver a ser colocada en el cuadro

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